Si algo nos gusta en este país es sacar el cobre a la menor provocación, no importa de qué se trate, apoyamos campañas de educación y conciencia sobre la prevención del bullyng en las escuelas, nos preocupamos muchísimo porque nuestros hijos no sean víctimas de burlas de parte de sus compañeros por sus condiciones físicas y como en tantos aspectos de la vida los adultos somos incapaces de predicar con el ejemplo. Como cuando te decían que no podías decirles a tus hijos que no dijeran mentiras o no compraran piratería pero tú hacías justo eso en su presencia.
Me sorprende la facilidad con la que los ciudadanos de a pie, lo mismo que los políticos, tenemos la lengua tan suelta y no nos detenemos a llamar de las formas más grotescas y burlonas a las y los candidatos que no son de nuestro agrado. Una cosa es hablar de su mala gestión o su falta de preparación que es en lo que nos tenemos que fijar para decidir por quién vamos a votar en estas próximas elecciones, y otra cosa es es poner apodos, sobrenombres denigrantes, sobre todo si hacen referencia a su físico, alguna discapacidad o algún tema familiar, aquí no hay respeto ni de género ni de edad, si no nos alcanza con los vituperios por los protagonistas de las campañas nos vamos con hijos sin importar que sean menores, con cónyuges, incluso con sus padres.
Ojalá nos pudiésemos observar desde fuera para darnos cuenta de lo mal que nos vemos, la poca estatura como sociedad que demostramos y la imagen que damos hacia el exterior. Ya de por sí las campañas políticas son suficiente razón para que el más templado pierda la paz interior con tanto anuncio, tanta basura electoral, tanta información de todo tipo. Ahora, en la era de las redes sociales, no estamos a salvo en ningún lugar, ninguna red social respeta las configuraciones de privacidad y todo el tiempo somos víctimas de este bombardeo mediático, los grupos de whatsapp familiares y sociales arden en chistes y noticias por lo general falsas, sin sustento y con el desconocimiento total de la procedencia pero aquí la consigna es envía luego revisa.
Y si eso es a nivel de ciudadanos de a pie, qué podemos esperar de líderes de opinión, empresarios, políticos y expolíticos que no tienen ningún pudor en reconocer públicamente que aquí la cosa es desacreditar a como dé lugar, si es necesario inventar chismes, hundir en el desprestigio a nuestro candidato o candidata incómoda aunque meses antes encabezáramos marchas defendiendo la democracia.
Como está de moda, a todo nos gusta clasificar con términos en inglés, tal vez para que se escuche más amable y global, pero el famoso Go Negative es todo menos un ejercicio de respeto y evolución.
Desde el excanciller Jorge Castañeda invita públicamente a la guerra sucia, la tía o el amigo que no descansa un día su propia campaña de desprestigio sin pensar que mucho mejor sería informarnos sobre las propuestas y las trayectorias de las y los candidatos priorizando rumores, chismes y burlas.
¿Es posible que no hayamos entendido nada sobre honestidad, respeto y tolerancia? ¿Que la conectividad solo nos dé para ser más viles y ostentar más desinformación? Aquí una cosa es cierta y es que no hay candidato mejor ni peor, hay el que más te conviene y el que más te simpatiza por tu filosofía de vida, solo que olvidamos que todos somos distintos y tenemos diferentes intereses. El que es populista para unos es justo, para otros el que apoya a un sector de la sociedad tiene que forzosamente desfavorecer a otro que recibió privilegios en otras administraciones y eso es lo que hace que nos parezca bueno o malo.
Pero la democracia es así y la comunidad tiene que conformarse con el voto de las mayorías respetando su decisión y haciendo un llamado al principio básico de la democracia, no hay votantes de primera y votantes de segunda como tampoco los ciudadanos lo somos.
Estos dos meses que hoy empiezan de la recta final a las casillas electorales amenazan con ser una cruenta y sangrientamente batalla social en la que como si se tratara de nuestra vida misma defenderemos y atacaremos sin piedad, olvidándonos como siempre tristemente nos pasa que en esta batalla no somos más que carne de cañón que los verdaderos interesados usan para bloquear sus frentes y operar con impunidad para obtener beneficios personales que a la mayoría de la ciudadanía nos sabrán como a propios, pero de los que no tendremos ni disfrute ni usufructo. Y de la que volveremos a nuestra vida normal no siendo mejores ni viviendo mejor, con distanciamientos, peleas, familias y amistades lastimadas y lo peor, muertes de candidatos y militantes, peor que si se tratara de la conquista real del medievo.
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