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La violencia del futbol mexicano

Los hechos violentos ocurridos en el estadio La Corregidora exhibieron la fragilidad de los protocolos de contención en los estadios.

9 de marzo, 2022

Israel Aparicio

Como si no existiera un peligro real de una guerra nuclear en el mundo, mientras el país vive los más altos índices de inseguridad en su historia, el pasado sábado 5 de marzo se registró una batalla campal entre barras bravas del club de futbol Querétaro y del campeón vigente, Atlas de Guadalajara. En cifras oficiales se manejan 26 hospitalizados iniciales con 22 altas y cuatro casos de gravedad. Las escenas de sadismo contra familias y aficionados del club jalisciense inundaron las redes sociales, presagiando una tragedia de dimensiones nunca antes vistas.

En las imágenes que recorrieron el mundo, se nota un caos total: aficionados y delincuentes que invadieron la cancha y agreden en forma inmisericorde a integrantes de barras de apoyo, familias que corrían para preservar la vida. Destacó la saña contra aficionados que terminaron noqueados y desnudos en varias zonas del estadio. La seguridad privada resultó insuficiente y por momentos lucieron como cómplices inmisericordes de las barras bravas queretanas. Fue en el minuto 63 del partido cuando se suspendió el juego, pero este se desarrollaba mientras en las gradas se realizaban enfrentamientos, sin que ninguna fuerza pública interviniera.

Aunque el pasado domingo 6 de marzo el gobernador Mauricio Kuri dio una conferencia de prensa para asegurar que se perseguiría a los agresores culpándolos de delitos como intento de asesinato y que no existiría impunidad en este lamentable hecho, la información fue insuficiente.

El gobierno queretano intentó frenar la ola de críticas y responsabilidades que se ciernen sobre su obligación de preservar la seguridad de los aficionados y familias que acuden a uno de los espectáculos más populares en México y en el mundo. Previo a la junta de dueños de clubes, se especulaba la desafiliación del club Querétaro del balompié nacional, ante los niveles mundiales de escándalo que produjeron tan lamentables imágenes, condenadas desde el órgano mundial rector del futbol, la FIFA. La medida de que las barras visitantes ya no pudieran ingresar a estadios es insuficiente, simplemente deben desaparecer.

El futbol mexicano ha sido un negocio histórico donde el Estado de derecho brilla por su ausencia, equipos que han dejado de pagar a sus futbolistas han sido desafiliados, la doble tributación en contratos era un uso común para evadir impuestos, congelamiento de jugadores que son incómodos para los dueños de los clubes y hasta hace unas décadas, la imposibilidad del futbolista nacional de poder elegir en qué equipo jugar, convertido en una simple mercancía de intercambio, sin derechos laborales existentes.

La FIFA fue quien delineó las características de los contratos que signan los futbolistas en el mundo, dándole un trato más humano a los futbolistas mexicanos que siempre han sido privilegiados en lo económico, pero que en otras condiciones laborales padecían múltiples abusos. El mar de injusticias se observan claramente en las ligas inferiores donde se consentían desde dádivas sexuales para entrenadores y visores de talentos, como la ilegal cesión de un porcentaje del salario del jugador para los facilitadores del desarrollo deportivo. En México no existe una asociación o grupo que proteja los intereses de los futbolistas antes sus empleadores.

Se dice, se comenta y se rumora, que las barras de animación se encuentran infiltradas por grupos del crimen organizado, algunos saludos de futbolistas a líderes de cárteles de droga han sido conocidos. En general el ambiente futbolístico es muy cercano al mundo de la farándula, que históricamente ha estado cercano a las elites criminales.

Además de existir un amplio historial de episodios de violencia recurrente en varios torneos nacionales e internacionales, en la psique social de muchos aficionados mexicanos, el futbol es algo más que un entretenimiento, es la única posibilidad de “realización personal” mediante el éxito deportivo de los colores del club amado.

En Sudamérica, los triunfos deportivos fueron distractores sociales para los regímenes militares dictatoriales que padecieron sus ciudadanos. El balompié tiene una cultura muy arraigada en los países donde se practica, banderas y escudos deportivos han sido politizados para movimientos separatistas, políticos de todas las gamas se placean en estadios de futbol, incluso futbolistas han participado en política o promocionado candidaturas.

El mundial de 2026 a realizarse en Estados Unidos, Canadá y México puede verse afectado. Los intereses económicos generados en cada justa mundialista son gigantescos, por lo que la tragedia ocurrida en el estadio Corregidora de Querétaro podría provocar una sanción ejemplar que cancele los partidos internacionales programados en estadios mexicanos. Esta situación la conoce la Federación Mexicana de Futbol, los poderosos dueños de clubes mexicanos, las televisoras y los patrocinadores que entienden del peligro que enfrentan por la barbarie vivida el pasado sábado.

Los hechos violentos ocurridos sin la intervención de las fuerzas privadas de seguridad desnudaron la realidad de que los protocolos de contención en los estadios son laxos, insuficientes, pero sobre todo omisos al apostar en que la masa no romperá las reglas de convivencia. Los equipos Atlas y Querétaro no son los de mayor afición ni de los más laureados, por lo que lo ocurrido el pasado fin de semana es un importante indicador sobre la vulnerabilidad real que existe para los asistentes a los estadios mexicanos. Si los pasados enfrentamientos violentos hubieran ocurrido con aficiones de los equipos más populares del país, la avalancha de heridos, lesionados y muertos, serían de proporciones dantescas.

El poderío económico y social que tiene el futbol mexicano tratará de minimizar las sanciones, los lesionados y las posibles víctimas fatales que produjeron los eventos trágicos del estadio Corregidora. Si el poder fáctico que está detrás del balompié mexicano impone su narrativa, privilegia sus intereses económicos y sobre todo promueve la impunidad en los lamentables hechos, acudiremos a la certificación del fuero económico e ilegal que flagelará por décadas el cacareado estado de derecho mexicano.

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