Desde hace ya varios años que se escucha a numerosos analistas, profesores y funcionarios hablar del neoliberalismo como una doctrina económica que se enfoque en roer las entrañas de la educación pública para privatizar a las organizaciones escolares, supeditar el acceso a la educación a la posición socioeconómica, formar individuos con mentalidad servil hacia la burguesía y, en pocas palabras, alienar a los estudiantes dentro del marco del comercio global.
Frente a este panorama, existe un discurso de resistencia frente a esta especie de colonización escolar que lleva ya varias décadas. Podemos citar a renombrados pedagogos tales como Paulo Freire o Peter McLaren en sus esfuerzos por subvertir los esquemas de desigualdad y dominación a través de una educación focalizada en proveer a los estudiantes de herramientas que les permitieran escapar a las estrecheces de la pobreza.
No obstante, como sucede a menudo con las ideologías, los planteamientos iniciales pueden torcerse o adaptarse a conveniencia para ajustarlos a una agenda política. Esto puede verse en un interesante artículo de opinión publicado por el profesor Lev Velázquez en la Revista Aula https://revistaaula.com/la-escuela-mexicana-hacia-donde-vamos/ el cual destaca que la reflexión política y pedagógica es necesaria para distanciarse de una “pedagogía competitiva del neoliberalismo” y que “. En esta intencionalidad transformadora, ningún esfuerzo es menor, cuando se tiene la convicción de hacer de la escuela el lugar para la revolución de las conciencias”.
La idea de que es necesario una transformación de pensamiento etiquetado como revolución no es novedosa. De hecho, en 1922 encontramos un texto soviético titulado Conciencia Revolucionaria y Conciencia Legal Socialista escrito por Grigorii M. Portugalov reseñado por Pavel Vasilyev. La conciencia revolucionaria es una propiedad del individuo listo para participar en el proceso de cambio de la sociedad. Por eso el término aparece en estudios sobre la Unión Soviética, pero también en el libro de Greg Moses “Marthin Luther King Jr. Revolución de la Consciencia y la Filosofía de la No Violencia” o incluso el artículo “La Reforma: Una revolución de consciencia” de Dylan James O’Brien que explica el cambio de la reforma protestante parafraseando el concepto del intelectual británico Lord Acton sobre “el reino de la consciencia”.
Como se ve, hablar de revolución de las conciencias ha estado presente en el vocabulario de los movimientos sociales desde principios del siglo XX. Los funcionarios educativos de la presente administración lo han usado de forma profusa en los últimos años. Lo chocante con el slogan de “Revolución de las Consciencias” es que está incluido dentro del programa de la Segunda Convención Nacional Morenista https://morenademocracia.mx/relatorias-y-propuestas/segunda-convencion/mesa-5/ Es decir, ya no estamos hablando de una aspiración de la educación como una liberación, tal como lo proponían Freire o McLaren, sino en la reutilización de un término para definir un programa político alineado con un proyecto educativo llamado Nueva Escuela Mexicana (NEM).Una práctica nada inusual, la educación también es un proyecto político.
Ahora, en un segundo punto más profundo, buena parte de los promotores y defensores de la NEM han culpado al neoliberalismo de todos los males en el sistema educativo. No les falta razón a quienes hablan del rezago educativo en el país acumulado en México en décadas, pero el uso de un término tan vago como “neoliberalismo” tiene sus problemas. Sherry Otner, en un texto traducido en 2015, ofrece una revisión del término, explicando que comenzamos a ver el término alrededor de los años 70 cuando se rompen las tradiciones económicas en Estados Unidos en las que hay una mayor inseguridad laboral y un cuestionamiento al rol del Estado como regulador de las actividades económicas.
En México, según la narrativa oficial, el período neoliberal comenzó a partir de las reformas políticas y económicas durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), continuando con Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Ernesto Zedillo (1994-2000), Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), quienes instrumentaron una serie de programas dirigidos a reducir el tamaño del sector pública, privatizar diversos sectores y, por supuesto, realizar una serie de reformas educativas que plantearon la educación por competencias a partir de 2003 y, con mayor énfasis, después de 2008. El producto más importante de este período, como usted sabe, fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés) signado en 1994, que formó un bloque económico integrado por Canadá, Estados Unidos y México para la importación y exportación de bienes y servicios.
Ahora bien, esta administración ha criticado duramente ese período de transformación en México, pero ratificó la nueva versión del TLCAN llamado Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC, USCAM, por sus siglas en inglés) en 2020. En materia educativa, abolió el grueso de las reformas implementadas en los últimos 15 años, la educación por competencias y se ha mostrado bastante hostil hacia ejercicios de evaluación estandarizada como la prueba PISA por considerarlos reduccionistas e impuestos por las grandes organizaciones de la globalización.
No obstante, la NEM no ha excluido la evaluación estandarizada para asignar plazas docentes por medio del sistema Unidad del Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros (USICAMM) y ha mantenido la figura de los Consejos Técnicos Escolares iniciada en el ciclo 2013-2014, tal como lo muestra Abelardo Carro https://revistaaula.com/los-inservibles-consejos-tecnicos-de-la-sep/ Y, a pesar de todo, la carencia en servicios educativos ha aumentado en los últimos años, como lo demuestra el análisis de la organización México ¿Cómo vamos? A partir la medición de la pobreza realizado por el Consejo Nacional de Evaluación https://mexicocomovamos.mx/publicaciones/2023/08/pobreza-en-2022
Ahora, todo el discurso de condena hacia el neoliberalismo y la revolución de las consciencias, como ha podido verse, puede resultar engañoso si nos limitamos al espectro ideológico o partidista. Pero mientras siguen las proclamas de una revolución de las consciencias entre los estudiantes, tenemos una gran cantidad de niños y jóvenes que no logran terminar sus estudios o que tienen problemas para leer y comprender libros de mediana complejidad, volviendo inaccesibles para ellos las obras de Freire, McLaren, Marx, Luther King o Vasconcelos. Ahí está la gran revolución que no se ha materializado.
REFERENCIAS
Ortner, S., Llanes – Traducción, R., & Horta – Traducción, A. (2015). Sobre el neoliberalismo. Antrópica. Revista De Ciencias Sociales Y Humanidades, 1(1), 126-135. Recuperado a partir de https://antropica.com.mx/ojs2/index.php/AntropicaRCSH/article/view/84
Vasilyev, P. (2016) “Revolutionary Conscience, Emotions and the Administration of Justice in the Early Soviet Period”, in History of Emotions – Insights into Research, October 2016, DOI: 10.14280/08241.50
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