Ya a nadie debería sorprender el comportamiento que solemos tener los mexicanos frente a las tragedias. Como nunca esta semana pudimos observar que no solo polemizamos en política, deporte, ideología y prácticamente en cualquier tema.
Los mexicanos somos elitistas incluso a la hora de ayudar, lejos de dolernos y solidarizarnos frente a la terrible tragedia que azotó el puerto más querido de todos los mexicanos y ayudar incondicionalmente a nuestros hermanos de Acapulco, levantamos una vez más la voz para convocar a la polémica.
Todo el fin de semana se escucharon “Sustentados” razonamientos de por qué no debías ayudar a través del gobierno. Al parecer la sola idea de que el presidente y el movimiento de la cuarta transformación den buena imagen paraliza de coraje a los sectores más conservadores de la sociedad, al grado de preferir no ayudar y peor aún, convencer con discursos interminables y cadenas de audio de dudosas procedencias que se enviaron a través de redes sociales a diestra y siniestra para que por ningún motivo permitamos los compasivos mexicanos miembros de la sociedad civil que sea el gobierno el que entregue la ayuda.
Una vez más enseñamos la vileza que nos caracteriza y lejos de pensar en la gente que verdaderamente está desesperada porque perdió todo, está incomunicada y no tiene nada, priorizamos nuevamente nuestro egocéntrico sentido común. Como si la gente que después de dos días recibe por fin una despensa pudiera distinguir de manos de quien la recibe, pero como a nosotros nos encanta que nos reconozcan y nos agradezcan, incluso se invitó a las caritativas conciencias a marcar cada lata con el nombre de la persona que está enviando la ayuda.
Recordé cuando fue el temblor de 2017. Aquel fin de semana fui con mi hija a ayudar a separar ayuda para los damnificados de Oaxaca y luego fuimos a caminar ella y yo por las inmediaciones del edificio Álvaro Obregón que se había caído con el sismo. De verdad que aquello parecía una Expo de oferta gastronómica: miles de familias ofrecían tortas, café, dulces a todo el mundo. La verdad es que había más gente tomándose fotos mientras supuestamente ayudaba, que gente haciéndolo realmente,”. Los escuadrones profesionales de rescate nunca se enteraron de que podían comer tantas cosas porque ellos estaban realmente trabajando. Recuerdo que se presumía de cinco personas posiblemente vivas entre los escombros, pero la cantidad de gente que estaba allí “Ayudando” eran varios miles. Todo mundo quería ayudar, pero también todo el mundo quería ser visto ayudando y la prueba de ello es que cuando la ayuda es anónima o probablemente parezca que viene de otro lado nos indignamos.
No queremos entender tampoco otro punto vital. El estado de Guerrero es uno de los territorios más peligrosos del país (si no el que más), el crimen organizado está apostado por toda la sierra. Narcotraficantes y cárteles de Huachicol dominan el estado.
El hecho de que transportes de la sociedad civil pasen por ahí en estos días, cuando las carreteras están obstruidas por los derrumbes, hace que prácticamente sea un suicidio, además de que el acceso es imposible por la destrucción que impera en el puerto. Solo los transportes especializados del ejército podían acceder en un principio.
Y también es importante que la ayuda sea entregada de una forma organizada y responsable para evitar problemas múltiples. Es por eso que se otorgó esa responsabilidad al ejército y a la Marina que justo para eso están. Solo instituciones con experiencia como la Cruz Roja tienen la infraestructura para manejar. Se trata de transportar y entregar la ayuda de forma eficiente. Aquí no puede llegar una señora en su camioneta a entregar tortas, eso es imposible.
También hay que entender que el puerto quedó prácticamente destruido y para que vuelva a haber servicios de luz y agua potable hay que reconstruir la ciudad. Yo escuchaba al otro día en la mañana, a conductores de noticiarios indignados comentando que cómo era posible que no les hubiesen reconectado la luz eléctrica, lo que además de irresponsabilidad, mostró nuevamente la ignorancia y la mala fe de muchos medios de comunicación que, con tal de alimentar la polémica, desinforman y confrontan sin ninguna ética profesional.
Para las conciencias más ofendidas hubo un remanso de paz el fin de semana, pues distraídos con las carreras de la F1 y las fiestas de Halloween, dejaron de comentar y compartir todo tipo de información contra el gobierno.
Acapulco es México y sufrió uno de los peores desastres naturales de la historia, no será cosa de un día ni de un mes, serán años para que la gente se recupere de esta tragedia, la ayuda tiene que seguir fluyendo por parte de la sociedad civil y a través de las instituciones especializadas por mucho tiempo más, y es obligación moral de todos los mexicanos aportar algo para ayudar a la gente de Acapulco, mandar víveres, depositar en las cuentas oficiales y los que puedan más adelante generar empleos para quienes lo perdieron todo así como ver la forma de apoyar a empresas que trabajen en resarcir los daños y apoyar a la comunidad. Sin fines de lucro, sin egocentrismo y sin buscar una cámara cerca, sin sacar provecho de la desgracia y sin lucimiento personal.
Es hora de dejar a un lado la división y los resentimientos que ahora son lo que menos importa, lo único que importa ahora es que la gente coma, sane sus heridas y vuelva lo más pronto posible a recuperar su vida.
Difundir rumores como que la ayuda se la va a robar el gobierno es además de irresponsable, mezquino y egoísta.
No pretendo para nada hablar bien o mal del gobierno, pero tengamos sentido común
¿Para qué se robaría la ayuda? ¿Qué ganaría el presidente a un año de las elecciones boicoteando la ayuda a un municipio que en primer lugar está gobernado por Morena y que además está en el foco de todas las miradas? Lo que se le ha criticado ha sido el apoyo a los pobres y los apoyos que mucha gente llama “desperdicio de recursos”. Somos incongruentes hasta para llevar la contra.
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