Entre muertos y heridos se reportan más de un centenar de personas las que sufrieron las consecuencias de su participación en la ordeña de otro ducto de PEMEX; de uno más de los miles de sabotajes que se han hecho y en los que participan miles de personas.
Una estimada vecina me comenta, “ni para condolerse de los quemados, estaban robando y en el pecado llevaron su penitencia, derechito al infierno”.
Pudiera decirse que los 91 muertos y 51 hospitalizados hasta el momento y que pronto harán crecer el número de decesos son la tragedia que hay que lamentar.
Considero que la tragedia va más allá, pero mucho más allá. El aliciente para la movilización de tan gran cantidad de personas es obtener unos cuantos litros de combustible cobijados por el crimen organizado que les permite llenar sus recipientes a cambio de que les permitan realizar sus latrocinios, convirtiéndolos en cómplices y en colegas al ensuciarles las manos con combustibles que satisface sus necesidades y les permite comerciar con los excedentes.
Los esfuerzos del tan difamado ejército por evitar el saqueo y proteger las vidas son estériles ante la multitud enardecida por la ambición con tintes de venganza y la justificación a sus ojos de “ladrón que roba a ladrón”.
La cadena de custodia de las pruebas de la culpa que nace junto al geiser de gasolina, inicia con quienes perforaron el ducto con tan poca capacidad técnica que dio paso a la gran fuga, aunque parece ser uso frecuente en estos latrocinios, de inmediato se empieza a repartir al involucrar a la población, cuya pobreza es paliativo mas no justificante, se continúa en quienes se encargan de dar el pitazo del transporte de combustible a las huestes huachicoleras, recorriendo las oficinas de PEMEX hacia los altos mandos y ¿quién sabe hasta dónde llegue?
Carpetas de Investigación, denuncias, operativos, declaraciones, reportajes, promesas, promesas, promesas, son palabras sin sentir, sin nada que decir, de ayer.
Hoy es el escenario que enfrentamos para ver la realidad de nuestro país, hasta donde hemos caído, ¿dónde quedaron los valores que identificaban al mexicano, en especial a la gente de provincia, la palabra del campesino, del ranchero, equivalía al mejor pagaré y siempre se honraba su vencimiento?
Es la política, es el sistema, es la corrupción, es la impunidad, son los medios masivos de comunicación, es la burocracia, es el quítate tú para ponerme yo, es el cúmulo de justificaciones que usamos para tomar el camino fácil, para librarnos de las dificultades que implica el vivir los valores.
¡PAMPLINAS! Siempre que buscamos justificaciones encontramos culpables fuera de nosotros mismos, cuando el remedio está en cada uno de nosotros viviendo con calidad ejemplar y contagiando a quien se nos acerque de esa manera de vivir.
Sin lugar a dudas la decisión de AMLO en contra del robo de combustibles es acertada, es en su implementación donde se está viendo como un muchacho de preparatoria: con muy buenas intenciones, empeño y entusiasmo, pero total falta de preparación, misma que le impide profundizar en sus reflexiones y por ello no alcanza llegar a la raíz de los problemas.
La razón le asiste al argumentar la necesidad de atacar las causas de la violencia y el crimen para llegar a la paz, pero su análisis es superficial y no llega al fondo, que es la falta de vivencia de valores.
Para esto sería necesario reconocer que su elección se debe a la encarnación de los mismos que propuso en su campaña y que respondió a la necesidad apremiante de la sociedad, vestida repudio a la corrupción, narcotráfico, impunidad.
Usó los valores magistralmente para su beneficio, ocultando la historia negra de sus tropelías, su deshonestidad marcada por los dineros recabados por Bejarano, Imaz y otros en su beneficio y del cual jamás aclaró el destino y otras hazañas que le ganaron el desafuero, etc.
Durante su campaña jamás censuró la actividad delictiva colectiva, justificando la comisión de delitos con argumentos en contra de los gobiernos anteriores a quienes culpaba de los robos huachicoleros, exculpando a quienes los cometían; prometió perdón a los robos anteriores con la esperanza de que a su llegada mágicamente rectificaran sus vidas y valores y dejando al grueso del pueblo sin advertencia de castigo en caso de reincidir en esa actividad.
Un líder de valores tiene que empezar por vivirlos, no sólo presumirlo ni hacer ostentación de su limitado nivel de vida aspirando a ser reconocido como un hombre humilde pero que el resto de su actuación impide redondearlo por su falta de integridad.
A falta de un liderazgo valioso para nuestro país, lo que podemos hacer es empezar por cada uno de nosotros y proyectar esos valores a la comunidad, con la fe del que sabe que a fuerza de hacer el bien se puede vencer al mal.
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