Las polis eran poblaciones pequeñas, de unos 3000 habitantes. Las más grandes e importantes fueron Esparta y Atenas, que vivieron en pugna permanente. Cada una de esas polis tenía su propia forma de gobierno. Existía una gran gama de posibilidades que oscilaban entre las monárquicas-aristocráticas y las democráticas, con un sinnúmero de variantes intermedias.
En la pasada entrega concluimos que la acumulación desmedida de poder en las élites monárquicas y religiosas condujo al estancamiento en las grandes culturas de la antigüedad, como sucedió en Egipto y Mesopotamia. A pesar de los avances en diversas áreas, como la ingeniería, la química, la astronomía, las matemáticas, etcétera, los ideólogos de la época tuvieron que subordinar el conocimiento a la estructura de poder y de creencia que generaba el orden establecido. Llegado a ese punto, cuando el pensamiento no puede evolucionar más, el avance se detiene y empieza la decadencia.
Sin embargo, alrededor del año 2000 a.C. Creta se separa del cicládico y constituye Festo, Malia y Cnosos, su primera civilización palatina, pero aun orientada hacia los grandes reinos del cercano oriente. Cabe mencionar que en aquellos tiempos remotos aun no existía esa línea divisoria cultural entre oriente y occidente.
Entre los años 2000 y 1900 a.C. llega a Grecia continental una población nueva. No está del todo claro si descendieron de los Balcanes o de Rusia meridional, lo cierto es que sus casas, pinturas, armas de bronce, etcétera, son rasgos que apuntan claramente hacia la ruptura de estos con las civilizaciones de la edad anterior: la heládica antigua.
Con el paso del tiempo se instalarán en las islas, colonizarán el litoral de Asia Menor, crecerán en dirección al Mediterráneo occidental y hacia el mar Negro y constituirán el mundo griego tal como lo conocemos.
Con respecto a su organización social, podría decirse que su forma de gobierno consistía en una especie de “monarquía burocrática”. En ella, la vida social, religiosa, política, militar, administrativa y económica se concentra por completo en torno al palacio: es el rey quien aglutina todos los elementos de poder y soberanía, legitimado por la élite sacerdotal.
Para cumplir con estas funciones, el mandatario tiene bajo su mando un grupo de escribas, que constituyen una clase profesional profundamente enraizada en la tradición, así como una compleja jerarquía de dignatarios de palacio y de inspectores reales. Todos estos funcionarios no están propiamente al servicio del Estado, sino que mantienen un vínculo de sumisión absoluta al rey.
El monarca era también el jefe del ejército y era quien fijaba y supervisaba el calendario y las actividades religiosas.
Del antiguo Régimen a la Polis
Todo este sistema autoritario cae y desaparece por completo con la invasión dórica, alrededor del siglo XI a.C. En principio esta invasión dejó a la península en absoluto caos durante dos siglos, pero las aguas se fueron calmando, las formas monárquicas perdiendo fuerza, hasta que por ahí del año 800 a.C. surgió la primera civilización típicamente helena.
Cabe mencionar que el nombre oficial de la región es “Hélade”; los vocablos “Grecia” y “griego” vienen del latín. El origen del gentilicio fueron los graikoi, tribu que emigró a Italia y que luego, en lengua latina fueron conocidos como graeci, y este nombre se generalizó para todos los que provenían de la península, fueran o no de la tribu graikoi .
El proceso desde la invasión dórica y la formación y consolidación de las polis es largo y tortuoso. Incluye diversas guerras entre las distintas ciudades-estado y no es propósito de este artículo el desarrollarlo exhaustivamente, pero es importante no dejar de lado que fue un cambio que no se realizó de la noche a la mañana, sino que nació de una serie de modificaciones, descontentos y acciones que derivaron en el nacimiento de una de las grandes culturas de la humanidad, y el origen indudable del mundo Occidental.
Las polis eran poblaciones pequeñas, de entre 80 y 90 km cuadrados y unos 3000 habitantes. Había algunas de mayor tamaño. Las más grandes e importantes eran Esparta y Atenas, que además vivieron en pugna permanente. Cada una de esas polis tenía su propia forma de gobierno. Existía una gran gama de posibilidades que oscilaban entre las monárquicas-aristocráticas y las democráticas, con un sinnúmero de variantes intermedias. “El régimen estatal de Grecia era muy variado. En unos estados el poder estaba concentrado en manos de una sola persona (tiranía); en otros, se convocaban asambleas públicas y gobernaban funcionarios elegidos (democracia); en otros más, detentaban el poder unos cuantos representantes de la nobleza (aristocracia), o representantes de los ciudadanos pudientes1 (oligarquía)”. Para efectos de este trabajo, tomaremos Atenas, que se distinguió por la instauración de un régimen democrático con amplia participación de los pobladores en las decisiones de gobierno.
En la siguiente entrega hablaremos de la consolidación de la democracia en Atenas.
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1 Thomsom, George. Los primeros filósofos, PyV/UNAM, México, 1988, Pág. 88
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