Científico Titular del CSIC, Instituto de Química Médica (IQM-CSIC), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
En una época de grandes avances médicos, muchos ven el sida como una enfermedad del pasado, pero es hora de reconsiderar esta idea: mientras compartimos historias en Instagram y vemos vídeos en TikTok, millones de personas en todo el mundo aún padecen la dolencia y se encuentran en una lucha que está lejos de finalizar.
Antes de empezar, debemos aclarar la diferencia entre el sida y el VIH. Este último es el virus que causa la infección, avanza por el organismo dañando el sistema inmunitario y da lugar a lo que conocemos como sida. Se podría decir que el sida es el estado crítico de un ordenador en el que un virus informático ha causado tanto daño que el sistema de seguridad ya no puede protegerlo. En esta etapa, la persona puede desarrollar infecciones graves y ciertos tipos de cáncer.
En los años 80, antes de los tratamientos efectivos, contraer VIH era una sentencia de muerte. ¿Cuál es la situación hoy en día?
No hay que que bajar la guardia
Afortunadamente, el panorama ha cambiado y actualmente disponemos de terapias antirretrovirales que permiten que una persona con VIH no desarrolle sida. En dichos tratamientos se emplea una combinación de fármacos que atacan simultáneamente al virus desde varios frentes y consiguen una calidad de vida para el paciente similar a la de las personas no infectadas.
Pero a pesar de las buenas noticias, no hay que bajar la guardia. Desafortunadamente, los fármacos actuales pueden controlar la infección, pero no eliminarla, mientras sus efectos secundarios, aunque menores que los de los primeros medicamentos, siguen existiendo. Además, sin una buena adherencia al tratamiento pueden aparecer resistencias que permiten el avance del virus.
Junto con la búsqueda de nuevas terapias, el desarrollo de vacunas es uno de los grandes retos en la lucha contra el sida. Sin embargo, los esfuerzos han sido infructuosos hasta la fecha.
Los avances terapéuticos de los que se dispone en los países desarrollados no llegan de igual manera a todo el mundo, y aunque el número de nuevas infecciones anuales a nivel global ha ido disminuyendo con el tiempo, la mayoría de los nuevos casos de sida continúan apareciendo en el sur y este de África.
Hasta el 42 % de las mujeres que acuden a clínicas prenatales en el África subsahariana están infectadas con el VIH, y de las 33,3 millones de personas que viven en la actualidad infectadas con el virus, 22,5 millones se encuentran en esa región del planeta.
¿Se puede eliminar el VIH?
Aunque el VIH puede ser controlado eficazmente con medicación, aún no existe una cura definitiva para el sida. ¿Por qué no hemos sido capaces de eliminar completamente el virus después de todos los avances conseguidos? Se debe a que el patógeno es capaz de integrarse en el ADN de las células, ocultándose en reservorios dentro del cuerpo. Esto hace muy difícil eliminarlo completamente, aunque no es del todo imposible.
Hasta la fecha, siete personas en todo el mundo se han librado del virus gracias a un trasplante de médula o mediante un tratamiento con células madre. Estos tratamientos, empleados en pacientes con cáncer, aún son escasos y no están disponibles para la mayor parte de la población infectada con VIH debido a su complejidad y los riesgos que llevan asociados.
Una dificultad añadida para su uso generalizado es que se requieren donantes muy especiales, ya que deben presentar una mutación genética que les hace carecer del receptor CCR5. Veamos por qué.
¿Qué es el receptor CCR5 y qué papel tiene en la infección?
Los receptores CCR5 son proteínas presentes en la superficie de ciertas células del sistema inmunológico. Su principal función es ayudar a que las células inmunitarias se comuniquen y se muevan hacia los sitios de infección o inflamación. Es decir, actúan como “señales” que guían a esas células para que se dirijan a áreas donde se necesita una respuesta inmune. Sin embargo, el VIH utiliza los citados receptores para entrar e infectar las células T del sistema inmunológico, provocando que este se debilite.
Para que el tratamiento de trasplante de médula o por células madre sea efectivo, el donante debe tener una mutación genética que le haga carecer del receptor CCR5. Esta mutación dificulta que el VIH se adhiera a las células y las infecte, ofreciendo así una protección natural contra el virus.
La formación de receptores CCR5 está regulada por dos genes, uno heredado de cada progenitor. Para que una persona carezca de dichas proteínas necesita que ambos genes presenten una mutación. En Europa solo el 1 % de la población presenta esta doble mutación, lo que hace que el número de donantes potenciales sea muy bajo.
Sin embargo, recientemente se ha logrado un avance muy interesante en esta área: la curación de un paciente que recibió células madre de un donante con tan sólo una copia del gen mutado. Este hecho implica que las células del donante siguen conteniendo receptor CCR5, pero en cantidades mucho menores de lo habitual.
Parece un avance pequeño, pero conlleva que el número de donantes potenciales aumente del 1 % al 10 %, lo que supone un logro muy significativo y una gran esperanza para la curación del VIH.
En la lucha contra el sida aún queda un largo camino por recorrer. Todavía no existe una cura accesible para la mayoría de enfermos, por lo que el mejor enfoque sigue siendo la prevención y el acceso equitativo a los tratamientos existentes.
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