Esclavitud moderna

Bárbara Lejtik nos comparte el lado oscuro de la industria textil donde los trabajadores laboran en condiciones infrahumanas.

31 de mayo, 2022

¡Qué bonito es estrenar!

Qué bonito es comprar ropa y estar siempre a la moda, seguir las tendencias de las estrellas y las redes sociales, comprar sin culpa y gastar lo mínimo para después poder comprar más ropa.

¿Alguna vez nos hemos puesto a hacer cuentas? ¿Cuánto cuesta en realidad fabricar la ropa y que llegue hasta nuestro closet?

Ya sea en venta directa, en almacenes comerciales o por Internet, cada prenda de vestir recorre un largo camino hasta llegar a nuestras manos, desde los campos de algodón, o las fábricas de polímeros y micro plásticos que se usan para fabricar la materia prima, diseñadores, maquiladores (el meollo de este asunto), distribuidores nacionales e internacionales, y todas las demás personas involucradas en el proceso.

La respuesta es muy simple, material de muy bajo costo pero sobre todo explotación humana en las empresas de maquila y en las fábricas, personas que trabajan sin contrato, sin prestaciones, sin seguridad laboral y si, muchas veces sin sueldo o con un sueldo ínfimo y  miserable.

En los pasados días un video en el que una conocida influencer descubre en la etiqueta de instrucciones de cuidado de su prenda un supuesto llamado de auxilio, puso a todos en situación de alarma y trajo el tema a la mesa, no es la primera vez que esto sucede; sin embargo, no debemos pasar por alto el mensaje oculto que esto puede significar.

Mujeres, hombres y niños que al encontrarse en las condiciones más vulnerables, agravándose esta situación con la pandemia por coronavirus, acceden a dejar entre 10 y 14 horas de su vida en una bodega clandestina  a cambio de un plato de comida y un techo en donde dormir.

No hay esperanza para esta gente, no hay otra opción, no hay derechos ni descanso, incluso al sentirse demasiado cansadas o enfermas por la sobre explotación serán reemplazadas por nuevos empleados que de la misma manera dejarán su vida y salud tras una máquina de coser.

Esta es la nueva esclavitud laboral, a raíz del nuevo tratado de libre comercio la fabricación de prendas de vestir a muy bajo precio proliferó en todos los países del mundo. Ropa que llega a nuestras manos por un costo menor y que es prácticamente desechable, la famosa Fast Fashion o moda rápida, así es como la industria de la moda pasó de tener dos temporadas principales al año a 52 micro temporadas, prácticamente todas las semanas se renueva el inventario total de las tiendas, 120 millones de prendas son confeccionadas al año.

Pero muy poco sabemos sobre lo que hay detrás de esta voraz industria, la segunda más contaminante del mundo y la que está cambiando la forma de consumir del mundo.

Nadie estamos exentos, pero sería bueno que conociéramos las  particularidades que este fenómeno tiene en Asia, siendo esta la región más afectada. Concretamente, el estudio se basa en los sucesos ocurridos en China, India y Bangladesh, exponiendo la naturaleza esclavizante de esta industria que promueve la explotación laboral, la esclavitud, la violación de derechos, y donde ningún gobierno ha generado reformas para regular las condiciones laborales de millones de trabajadores de la industria.

Fast Fashion es el proceso de diseño, producción y comercialización que se centra en la fabricación de grandes volúmenes de prendas utilizando réplicas de tendencias y materiales de baja calidad, para reducir el mayor número de costos y así vender al menor precio posible. 

Según el informe Global Slaveey Index de Walk Free Foundation , las fábricas de textiles son una de las fuentes más comunes de esclavitud en los últimos años. La ropa dentro del fast fashion es producida por las personas más pobres y vulnerables del mundo, convirtiendo a estos trabajadores en víctimas de la esclavitud moderna, ya que, aunque pareciera que esta práctica se encuentra erradicada, en la industria textil sigue siendo una realidad. La esclavitud moderna se refiere a situaciones en las que una persona (o una entidad comercial) ha quitado la libertad a otra persona. Su libertad para controlar su cuerpo, para elegir su trabajo o para dejar de trabajar en entornos inseguros o de explotación. Incluye delitos como la trata de seres humanos, el trabajo forzado, la servidumbre por deudas y el uso del trabajo infantil.

En el fast fashion se manejan diferentes técnicas de trabajo forzoso. 

Se utilizan promesas falsas para atraer a los trabajadores, ayudar con la dote del matrimonio a las mujeres, pagar la educación de sus hijos entre otros. Los empleadores los engañan con un monto de dinero que luego no es pagado y se les crean deudas por las supuestas ayudas. De igual manera, se engaña de diferente forma a los empleados para no pagarles la suma de dinero acordado. 

Este es un tipo de tráfico blando ya que, aunque las personas no han sido secuestradas, físicamente no tienen otra opción más que seguir trabajando. Eso pasa en la industria textil. La mayoría de los trabajadores no son forzados u obligados a trabajar, pero necesitan desesperadamente dinero para mantenerse, por eso no denuncian las agresiones por miedo a ser despedidos, ya que muchas otras personas también necesitan ese puesto de trabajo.  En algunos casos, cuando no cumplen su objetivo diario el cual es prácticamente inalcanzable se les castiga de diferentes formas ya sea mediante golpes, insultos o incluso sanciones como no permitir beber agua.

Lo anterior se puede ver reflejado principalmente en las temporadas altas, donde los trabajadores suelen verse obligados a trabajar durante 14 o 16 horas al día los 7 días de la semana para cumplir con los plazos de exportaciones La industria del fast fashion ha crecido enormemente.

 La realidad del  es completamente negativa. Comprar una prenda de este tipo de industria es seguir apoyando la explotación laboral de millones de personas a nivel mundial. Por lo tanto, es importante conocer las condiciones en las que viven los trabajadores para así entender el impacto negativo que está teniendo esta industria en el mundo. Es difícil que este fenómeno se acabe prontamente ya que la industria de textiles es la fuente principal de ingresos de muchos países y es un factor determinante en la economía global, pero no debe ser a costa de la vulnerabilidad de los trabajadores. Por esta razón, hasta que la sociedad no deje de apoyar este tipo de marcas y los gobiernos no regulen las condiciones laborales, millones de personas seguirán sufriendo de abusos y esclavitud que incluso podrían llevarlos a la muerte.

La pregunta ahora está en el aire. ¿Tomaremos cartas en el asunto de manera individual y global? ¿O decidiremos ignorar esta información y seguir con nuestra voraz necesidad de comprar más y lo más seguido posible?

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