Hasta un día antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio Kentaro Kobayashi fungía como director de la ceremonia, pero fue despedido de su puesto como consecuencia de la aparición en redes sociales de un chiste que había hecho durante una actuación en su época de comediante, en 19981.
En dicha actuación de hace veintitrés años Kobayashi pronunció la desafortunada frase: “vamos a jugar al holocausto”. El que se hubiera hecho pública pocos días antes de la inauguración de los juegos provocó la indignación y protesta de varias organizaciones.
El Centro Simon Wiesenthal en defensa de los derechos de los judíos declaró en un comunicado oficial: “Ninguna persona, sin importar lo creativa que sea, tiene derecho a burlarse de las víctimas del genocidio nazi. El régimen nazi también gaseó a alemanes con discapacidades. Cualquier vínculo de esta persona con las Olimpiadas de Tokio insultaría la memoria de seis millones de judíos y sería una cruel burla de los Paralímpicos”.
Desde luego, Kobayashi se disculpó, lamentando su comentario “extremadamente imprudente” y afirmando: “Entiendo que elegí mal las palabras en ese momento y es un error que lamento. Me disculpo ante todos los ofendidos”.
¿De verdad un chiste de hace veintitrés años “insultaría la memoria de seis millones de judíos y sería una cruel burla de los Paralímpicos”? Al parecer para la presidenta del comité organizador, Seiko Hashimoto, la respuesta es sí. Y además aseguró que todo el personal implicado en la preparación de la olimpiada “debe estar inmaculado”.
¿Qué significará, en este contexto, el adjetivo “inmaculado”? Es difícil saberlo. Yo más bien pienso lo opuesto: todos en algún momento hemos hecho un comentario desafortunado, un chiste de mal gusto o una broma insensible que de ser rescatada y hecha pública fuera del contexto original y sin puntualizar la separación temporal entre ésta y el presente, podría meternos en un buen lío como miembros de esta sociedad, que en algunos casos da la impresión de dar saltos cualitativos formidables y que de pronto retrocede, presa de un puritanismo inaceptable. Por eso, quien esté libre de incongruencias y errores, que lance el primer tweet.
En su especial para Netflix, Stick & Stones, de 2019, Dave Chappelle, luego de una larga rutina de chistes políticamente muy incorrectos, pero absolutamente hilarantes acerca de todas las minorías imaginables, y luego de referirse a varios ejemplos de personalidades públicas que han tenido que enfrentarse al descrédito y la cancelación, afirma en tono reflexivo acerca de su comportamiento personal a lo largo de su vida: “No creo que haya hecho nada malo, pero ya veremos”.
Y vaya que Chappelle tiene razón: es casi imposible estar seguro que a lo largo de la vida no hemos cometido un dislate que pudiera reaparecer en el peor momento, comprometiendo quizá una nueva posibilidad de trabajo, una promoción luego de años de esfuerzo o una incipiente relación de pareja.
Esta es una de las grandes trampas de este furor descontrolado por la cancelación: puesto que las tendencias morales y conductuales cambian, uno no puede tener la certeza de que en unos años un comportamiento, un comentario o una broma hecha sin mala intención y aún aceptable para los estándares de su tiempo, en un par de décadas pueda ser sacada de contexto e interpretada como un insulto imperdonable para alguna minoría existente o por existir.
No es sólo un tema de mal gusto o prejuicio retrógrado, sino el hecho de que un comentario llevado a cabo cuando la moral dominante era otra no puede calificarse como si se hiciera en el presente. Hace pocos años hacer un chiste sobre la homosexualidad o una broma típica de la tradicional guerra de sexos donde la mujer quedaba mal parada era frecuente y aceptado socialmente y de ningún modo equivale a hacer un chiste análogo en la actualidad.
Y, en última instancia, aun si alguien hiciera el mismo chiste en presente, puesto que nosotros no compartimos sus códigos humorísticos, no debía darnos risa. No hay nada más doloroso para quien hace una broma o un chiste que la falta de reacción de sus oyentes. Una vez que su tipo de humor dejara de tener efectos, no tendría más remedio que dejar de hacerlo. Los comentarios de mal gusto se morirían por inanición si de verdad consiguiéramos desconectarnos de la moral que los hacía chistosos.
En el artículo anterior hablábamos de tres altos funcionarios del comité organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio por razones a mi juicio muy cuestionables, relacionadas todas con esta obsesión por “cancelar”, suprimir, eliminar de la realidad todo aquello que no se ciñe al discurso dominante. Hoy hablaremos de un cuarto caso en el mismo contexto: el director artístico de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Hiroshi Sasaki,
Este me parece el caso más ridículo de todos. Resulta que este señor Sasaki, que posee una larga trayectoria y reconocimiento en el mundo de la publicidad japonés, se le ocurrió proponer, durante una junta privada, una “lluvia de ideas” con el equipo creativo, que en la ceremonia de apertura apareciera la actriz y humorista japonesa Naomi Watanabe caracterizada como un cerdo, refiriéndose a dicha aparición como “Olympig”2 (juego de palabras entre “olímpico” y “cerdo” en inglés).
A nadie le cabe duda que el comentario fue necesariamente hecho con intención humorística, aunque claramente de muy mal gusto y ofensivo hacia quienes tienen sobrepeso. Lo cierto es que fue realizado en un entorno privado y sin que la agraviada estuviese presente. En los reportes se afirma que en la sala de juntas se escucharon algunas risas. Como ya se puede anticipar, ante el escándalo generado al hacerse pública la “broma”, el señor Sasaki se disculpó públicamente y dimitió.
Me pregunto si un comentario semejante no merece simplemente la indiferencia y apatía de los oyentes, que le deje en claro a Sasaki que ese tipo de humor no es bien recibido y que no hace gracia o si de verdad merece un castigo ejemplar, como la pérdida de un trabajo. ¿No nos estaremos volviendo ultra-puritanos y excesivamente susceptibles y melindrosos?
A mi juicio, la solución transita por dos vías. La primera es dejar claro cuando un comentario de mal gusto o una broma inapropiada nos lo parece, con una actitud de rechazo hacia ella. Y en segunda instancia, hacernos responsables y reconocer cuándo, un comentario que sabemos ofensivo o inapropiado, nos genera risa o furia excesiva. Cuando esto ocurre sin duda es porque de alguna manera toca nuestros prejuicios preexistentes.
En ese caso ¿no es más valioso preguntarnos y profundizar en las razones por las cuales nos da risa o nos enfurece algo que no debería provocarnos reacción alguna? ¿Por qué descargar la frustración y el enojo ante nuestros propios prejuicios en un comediante –profesional o involuntario como el señor Sasaki– que, a fin de cuentas, estaría cumpliendo su misión es sacudir las consciencias con la agudeza de sus observaciones?
Carl Jung acuñó el concepto de “sombra” para caracterizar aquellos aspectos que desconocemos de nosotros mismos, pero que se manifiestan en nuestros actos, en nuestras filias y fobias, casi siempre de forma inconsciente, proyectando en los demás aquello que no queremos reconocer en nosotros.
Es verdad que necesitamos superar los viejos prejuicios y el repudio social es una manera de lograrlo, pero en todo caso debía tratarse de un repudio genuino, donde los chistes ofensivos simplemente no nos hacen gracia y donde los comentarios de mal gusto nos dejan indiferentes ante su falta de correspondencia con lo que consideramos real.
En alguna época no tan lejana insultar a alguien con el adjetivo “bastardo” era quizá la ofensa máxima posible, que implicaba además un tremendo rechazo social, sin embargo hoy es un insulto que ha perdido peso. Ser madre soltera o saberse hijo fuera del matrimonio en el siglo XXI no significa ningún descrédito y por ello, que alguien use o deje de usar el adjetivo “bastardo” carece de importancia… y por eso nadie lo usa.
Esa es la meta: vencer el prejuicio en vez de censurar las palabras o a los individuos que las dicen. El día que ser homosexual o lesbiana, el día que la realidad material de la mujer sea de igualdad verdadera, el día que tener sobrepeso o pertenecer a una etnia u otra carezca genuinamente de importancia, ese día los chistes, bromas y comentarios machsitas, sexistas, racistas, homofóbicos, misóginos y demás etiquetas indeseables dejarán de ofender y por lo tanto dejarán de usarse.
Desde esta perspectiva la “cultura de la cancelación” se enfoca en suprimir artificialmente los síntomas externos, quizá ciertamente molestos, pero en el fondo de mucha menor importancia, en vez de centrarnos en erradicar y sanar los prejuicios hondos que los producen.
Instagram: jcaldir
Twitter: @jcaldir
Facebook: Juan Carlos Aldir
1 Consultadas 26 julio 2021
Algunas referencias de prensa que dan cuenta del asunto:
France 24/Despiden al director de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Tokio
La vanguardia/Despiden al director de la ceremonia inaugural de Tokio 2020 por bromear sobre el Holocausto
ABC/Despedido un director de la ceremonia de inauguración de Tokio por bromear sobre el Holocausto
2 As.com/Dimite el director artístico de Tokio 2020 tras referirse a Watanabe como “Olympig”
https://as.com/masdeporte/2021/03/18/juegosolimpicos/1616031460_779893.html
Pensar la vida
Construir nuestra vida a partir del planteamiento de un propósito nos permite insertarnos en el mundo a partir de...
noviembre 22, 2024México regresa al complejo escenario mundial
El regreso de México al escenario internacional se da en medio de una realidad global que se ha modificado...
noviembre 21, 2024Presupuesto educativo. Obras y no buenas razones
Si quieres conocer el valor del dinero, trata de pedirlo prestado – Benjamín Franklin
noviembre 21, 2024IMPULSA CLAUDIA SHEINBAUM UN GOBIERNO CON ENFOQUE HUMANISTA: SERGIO SALOMÓN
En México, la desigualdad y división que existían en el pasado van quedando atrás con una autoridad con enfoque...
noviembre 20, 2024