El misterio educativo mexicano

Una contradicción no deja de serlo por el mero hecho de llamarla misterio. –Jorge Wagensberg

9 de octubre, 2024 El misterio educativo mexicano

Las últimas fechas han sido, como en  todo cambio de gobierno, abundantes en noticias y especulaciones. Quizá por eso hay buena cantidad de información que ha pasado sin que exista una adecuada exposición a la audiencia o que haya debido ceder su lugar a temas más urgentes para el público. 

La educación ha sido uno de esos temas. Gracias a la cobertura de Eduardo Backhoff Escudero con respecto a las últimas publicaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha sido posible atender algunos asuntos que no han estado en el centro de la discusión y que merecen ser mencionadas.

La situación educativa de México es revisada por la OCDE en su publicación Education at a glance,  en la que hace un repaso de la situación del país y su comparación frente a otros países miembros de este grupo que aglutina a las principales economías del mundo. El desglose de la situación mexicana indica casi un 100% de estudiantes que han cursado educación inicial o preescolar, ciertos avances en la cantidad de adultos que cuentan con un grado de educación superior y una mayor participación de las mujeres en estudios profesionales (56%). 

Por otro lado, México es el segundo país con mayor proporción de adultos sin educación universitaria, con un índice de reprobación del 10% en bachillerato (muy superior al 3.2% promedio de la OCDE) y todavía se aprecia una gran disparidad de cobertura educativa entre las diferentes entidades del país. Si a eso le añadimos la mala calidad de aprendizajes que la prueba PISA ha detectado, con una caída en el nivel de competencias en Lectura, Matemáticas y Ciencias, podemos concluir que la educación en México aún cuenta con grandes desafíos que no han sido resueltos o que presentan importantes “áreas de oportunidad” como se dice en la jerga de la Secretaría de Educación Pública.

Revisando las estadísticas de la OCDE, es posible ver que un niño mexicano, en un escenario favorable, empieza el preescolar y estudia los mismos catorce años de educación obligatoria  que un niño Israelí  y supera la escolaridad obligatoria de un estadounidense (11), un francés (10), un finlandés, un chino (8), un coreano (9) o un japonés (9). 

La educación preescolar ya es obligatoria en México, lo mismo que la media superior, por eso podemos apreciar una gran diferencia con respecto a los otros país. Pero si recordamos, México quedó entre los últimos lugares de la OCDE en cuanto a las competencias de sus estudiantes, siendo que tienen una trayectoria escolar más larga ¿ir más años a la escuela no da resultados?

El caso me recordó a la conocida estadística  de que los trabajadores mexicanos son los que más horas dedican a su labor, con 2226 horas anuales, muy por encima de la media de 1700 de la OCDE, mientras que la productividad, es decir, la cantidad de riqueza generada por el trabajo era en 2019 de unos 22 dólares por hora, mientras que en países como Irlanda la cifra llegaba a 110. A eso podemos sumar el escaso crecimiento económico del Producto Interno Bruto, que apenas ha logrado superar el 2% en algunos años de las últimas décadas. Resulta difícil de comprender como un país tan dedicado al trabajo y a la escuela tiene tan malos resultados en lo económico y en lo educativo.

Sí, México enfrenta un misterio ¿cómo es que obtenemos tan pocos resultados con tanto esfuerzo? Bueno, es un misterio hasta que revisamos las cifras del gasto en educación. Ahí obtenemos que el presupuesto federal contempla un gasto de alrededor de 3,513 dólares por estudiante, mientras que el promedio de la OCDE es de 14, 209 USD por estudiante. Los estudiantes universitarios son a los que más se les destina el presupuesto, lo cual puede parecer la opción más lógica, pero es en los años de educación primaria y secundaria donde se forman los aprendizajes básicos que muchos estudiantes no logran consolidar ¿Por qué no se invierte más ahí?  

La solución no pasa exclusivamente por la economía, claro está. En México hacemos frente a situaciones de desigualdad muy arraigadas en la estructura social del país. También se padece de violencia y falta de estado de Derecho que obstaculiza la ya difícil trayectoria de los estudiantes en varias zonas del país. También podemos hablar de las condiciones familiares y académicas de los estudiantes que frenan su avance. Pero sería de gran ayuda tener un mayor desarrollo de la infraestructura y en la accesibilidad a materiales educativos.

Habrá quienes digan que programas como las Becas del Bienestar Benito Juárez son un avance. Estos apoyos económicos bimensuales están destinados a apoyar a estudiantes de educación pública de primaria, secundaria, bachillerato y universidad. Según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) el presupuesto de las becas Benito Juárez sería cercano a los 102 mil 958 millones de pesos. Además, el nuevo Secretario de Educación, Mario Delgado, anunció un nuevo programa de becas, las Becas Rita Cetina, que aportarán recursos adicionales cuando las familias tengan más de un hijo en educación básica.  Si se necesitaba inversión, las becas deben servir de algo. 

Con tantas becas, el problema debería estar solucionado. La misma presentación del programa de becas Benito Juárez afirma que la gran cantidad de abandono escolar en el país es culpa de las condiciones de pobreza y escasez de recursos económicos. Esto puede resultar una explicación obvia, pero no es así. La economía es solo uno de los factores que obstaculizan la trayectoria educativa, como se ha investigado de forma extensa ( Rochin, 2021; Romero y Hernández; 2019; Alemany-Arreola et al, 2013).

Si las becas fueran suficientes, haría mucho tiempo que la calidad de la educación en México tendría una solución clara y rápida. Pero invertir en educación implica mucho más que las becas, incluye mejoras a nivel institucional, operativo y material. Las cuentas no les salen a los estudiantes mexicanos. La noticia de que se planea extender el horario escolar puede ser un ejemplo de ello, aunque falta por ver cómo se instrumenta. Tal vez el verdadero misterio es por qué seguimos tomando soluciones unidimensionales  para problemas complejos. Espero entenderlo algún día.

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