El espectáculo de las campañas políticas previas a la elección del próximo 6 de junio es deplorable.
Que alguien les explique a los miles de candidatos que demoler los cimientos de la democracia puede resultar demasiado caro para las generaciones futuras… aunque reconozco mi ingenuidad al suponer que podría importarles.
No suelo escribir sobre política porque hay extraordinarios especialistas que saben más y mejor del tema; sin embargo, hoy interrumpo el hilo de mis temáticas habituales, movido por una profunda preocupación.
Como ciudadano, mucho más que entusiasmado con la fiesta democrática que debíamos celebrar el próximo domingo 6 de junio, estoy confundido e impactado ante el desarrollo y rumbo que toman las campañas, tanto federales como locales.
Si nuestra clase política se corresponde con el nivel del debate, propuesta y discusión mostrada hasta ahora, sin importar quien gane, de una cosa estoy seguro: el país está en peligro.
De cara a las elecciones del próximo junio, el escenario se percibe tan turbio, tan revuelto y tan confuso que no alcanzo discernir con claridad si de verdad está en riesgo la democracia y la institucionalidad del país ante la amenaza inminente del regreso a un régimen autoritario, como asegura la oposición o si, por el contrario, lo que está en riesgo es la posibilidad de malograr la transformación nacional hacia un país próspero y sin corrupción como asegura el partido en el poder.
En gran medida no sabemos con certeza nada de lo anterior porque de nada de esto se habla en las campañas. Pensemos en el nivel Federal: no sabemos qué proyectos de ley piensan apoyar los de un bando u otro, no queda claro hasta dónde están dispuestos a llegar, qué instituciones respetan y cuáles no o qué clase de México tienen en la cabeza cuando aseguran encarnar la “transformación” o cuando afirman que buscan salvarnos de dicha “transformación”.
Más allá de frases y eslóganes huecos que prometen cambio, seguridad, “estar mejor” y generalidades por el estilo, promesas que la mayor parte de las veces ni siquiera depende de ellos, no hay nada más. Las campañas políticas se parecen cada vez más a un concurso de artistas aficionados en busca de followers y cada vez menos a una contienda de ideas donde se busca contrastar visiones diferentes de nación para que el votante pueda decidir.
No sé si está en riesgo la democracia, pero lo que sin duda está riesgo es la integridad, la inteligencia, la ética, el sentido común y la vergüenza. Candidatos que salen de ataúdes, bailes en los semáforos, videos con celebridades, candidato a gobernador que recrea con su esposa a Di Caprio en Titanic, drones pidiendo el voto, fotos comparándose con Obama… anuncios y promocionales en medios y redes sociales vacíos por completo de contenido, donde lo más que se puede discernir de ellos son “ideas” tan básicas como: “Está con madre ser de Monterrey”, “Yo soy progresista”, “Todo va a estar mejor… ponte nuevo… ponte león… ponte puro Nuevo León” o “El profe trae el cambio”.
El país, sumergido aún en la pandemia, cruza el umbral de la que podría ser la peor crisis económica, social e institucional de las últimas décadas, y me deja atónito que a ninguno de los miles y miles de candidatos que buscan alguno de los más de 21 000 puestos de elección popular en disputa parezca importarles en lo absoluto.
El espectáculo abominable de las campañas políticas, de desinformación, de mentira, de encono, de resentimiento, de banalización, vulgarización, trivialización y frivolidad y de abierta y descarnada lucha por el poder, por el poder en sí, sin importar los medios, francamente aterra y alarma.
Quizá lo que más me asusta del tema es que, desde mi perspectiva, es mucho lo que está en juego, tanto para la democracia en sí como para el proyecto de país que habrá de desplegarse cuando menos la próxima década, mientras que la calidad de la contienda, de la propuesta y de los candidatos no se corresponde con el momento histórico.
Y también, hay que decirlo, como electores dejamos mucho que desear al evitar la exigencia de propuestas inteligentes y realizables y hacerles el juego celebrándoles el tono y el supuesto “ingenio”, como si las campañas políticas fueran parte de un festival de improvisación y comedia en busca de “talento” amateur, en vez de lo que deberían ser: la herramienta principal para exponer ideas, propuestas serias y proyectos de nación.
Tanto quienes son candidatos, como quienes participamos como electores, tenemos que ser conscientes de que de un ejercicio democrático tan limitado, muy poco puede salir. El futuro se articula a partir de la acumulación de pequeñas y grandes acciones. Con cada jornada como la del próximo 6 de junio se construye una nación. De lo que ocurra en pocas semanas tendremos, cada quien en su nivel, un grado de responsabilidad.
Dentro de unos años, cuando se manifieste en la vida de los ciudadanos lo que inevitablemente se manifestará, ante la pobreza a priori del material humano y político en contienda, no nos digamos sorprendidos. La democracia se construye ladrillo a ladrillo y no parece que de los 21 000 que vamos a poner este junio, haya demasiada calidad y consistencia.
Instagram: jcaldir
Twitter: @jcaldir
Facebook: Juan Carlos Aldir
Pensar la vida
Construir nuestra vida a partir del planteamiento de un propósito nos permite insertarnos en el mundo a partir de...
noviembre 22, 2024México regresa al complejo escenario mundial
El regreso de México al escenario internacional se da en medio de una realidad global que se ha modificado...
noviembre 21, 2024Presupuesto educativo. Obras y no buenas razones
Si quieres conocer el valor del dinero, trata de pedirlo prestado – Benjamín Franklin
noviembre 21, 2024IMPULSA CLAUDIA SHEINBAUM UN GOBIERNO CON ENFOQUE HUMANISTA: SERGIO SALOMÓN
En México, la desigualdad y división que existían en el pasado van quedando atrás con una autoridad con enfoque...
noviembre 20, 2024