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Dos muy dañinos mensajes presidenciales

"Hablar sin pensar es disparar sin apuntar" (George Herbert).

20 de julio, 2022

“La corrupción es un asunto cultural”, afirmó el entonces presidente Enrique Peña Nieto en un discurso en el marco de un evento anual organizado por una conocida revista; “abrazos y no balazos”, asestó el presidente Andrés Manuel López Obrador en una (o quizás más) conferencia de prensa matutina. Esas dos en apariencia simples e inofensivas frases se convirtieron en sendos dardos enviados en forma de potentes mensajes, no solo a la clase política mexicana sino a la sociedad en general, ambos, en un mismo sentido: “Vivimos en un país de impunidad total, del TODO VALE”. Así hayan sido dichos con toda la buena intención y entera convicción, mandaron unos mensajes que provocaron un tremendo daño.

La administración Peña Nieto es muy posiblemente la más corrupta en la historia de México, y eso, a raíz del enunciado de marras, experimentó un proceso de aceleración, llegando hasta el paroxismo de no parecer conocer límite del sector público todo (y aun permeando al privado) en México. De ahí en buena medida que la hoy oposición no tenga cartas fuertes que en realidad puedan asomarse a dar la cara sin una larga y rugosa cola que les pisen, quedando más de un personaje bien capacitado, marginado al saberse vulnerable, dejando solo a los más cínicos y jóvenes que no miden las consecuencias de sus actos como los más visibles (por ejemplo, los impresentables Ricardo Anaya del PAN y Alejandro “ALITO” Moreno del PRI, prácticamente ambos ya, prófugos de la Justicia).

En cuanto al mensaje del actual presidente, fue dirigido (involuntariamente y con el afán de marcar una frontera con sus dos antecesores, fundamentalmente, con el calderonismo) a los grupos criminales de todos giros y tamaños. En otras palabras, no habría combate contra ellos, abonando así muy probablemente en una subida en los índices nacionales de criminalidad. Sin embargo, se combate al crimen, pues sobran videos donde las fuerzas federales heroicamente dan incluso la vida frente a grupos al margen del Imperio de la Ley. Por supuesto que no se han logrado aún los resultados esperados, ya que la inercia demoníaca desatada en diciembre del 2006 es demasiado fuerte y compleja. Frase desafortunada, la oposición utiliza como gastadísima ya muletilla todos los días en todos espacios que le son posibles. El daño de esas palabras, al igual que en su momento las de Peña Nieto, está, sin duda, ya hecho.

El recientemente fallecido Luis Echeverría afirmó, a cuento de las exageradas en cuanto a su emoción, las en su momento escandalosas expresiones del presidente López Portillo, el día que llegó a llorar incluso en su informe ante el Congreso: “Las cosas pueden estar mal y un Presidente legítimamente afectado por ellas, pero un Presidente no debe revelar su turbación y desaliento, porque eso causa un contagio general”. En cuanto al mismo don José, el líder petrolero caído en desgracia, don Joaquín Hernández Galicia “LA QUINA” dijo en entrevista que un mensaje presidencial era tan potente, que si éste en su momento hubiese cambiado la palabra “perro” por la de “León” –refiriéndose a sus dichos en cuanto a la defensa del peso–, los efectos perniciosos podrían haber sido menores, así López Portillo se haya excusado después con el argumento de que citó a ese animal por “la incomparable nobleza de los canes”; el daño, sin embargo, estaba hecho.

Y aquí, a la misma usanza que comenzamos el presente texto, y a manera de los corridos, en un “ya con ésta me despido”, George Eliot asentó: “bendito sea el hombre que, no teniendo nada que decir [en un momento dado] se abstiene de demostrarlo con sus palabras”.

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