Hace muchos años ya, cuando salí de la carrera y me di a la tarea de llevar mi curriculum vitae a diferentes empresas para buscar trabajo, me tope en todos lados con la misma pregunta por parte de los reclutadores: ¿Está en tus planes embarazarte? Siempre contesté que no. Nunca me sentí ofendida y mucho menos se me ocurrió contestar que ese era un asunto personal que no le incumbía a la empresa. En una sociedad conservadora, pensé yo, es normal que los departamentos de recursos humanos prefieran contratar hombres o mujeres solteras para los puestos administrativos ya que una mujer joven siempre representa un riesgo para la empresa que tendrá que pagar seguro social y sustituto o sustituta en caso de que la trabajadora resulte embarazada. Como si esto fuera una falta a la empresa, un mal comportamiento o una deslealtad. Qué equivocada viví por mucho tiempo.
Después conocí otros tipos de ideas, otras culturas, tristemente muy lejanas a lo que vivimos en México, en donde la mujer no solo no tiene por qué responder, incluso puede demandar por un cuestionamiento de esta índole acusando discriminación y cuenta con todo el apoyo de la empresa, de la sociedad y de su pareja si es que la tiene para poder compaginar su trabajo con la maternidad. Puede sin ningún problema tomar el permiso por maternidad con la tranquilidad de que seguirá en su puesto cuando éste termine. Tendrá espacio para poder seguir amamantando a su bebé, para regresar temprano a su casa. Sabe que el Estado la apoyará con servicios de guardería de calidad y que su pareja se encargará a la par del trabajo en el hogar y del cuidado de sus hijos.
Sabe también la mujer que podrá seguir trabajando y aspirar a escalar puestos dentro de la empresa sin miedo a que su condición de madre se interponga y que igual que a los hombres en México, ser cabeza de familia le da un plus y se traduce en responsabilidad y estabilidad en el trabajo.
Las sociedades más avanzadas que la nuestra saben que una mujer representa un elemento indispensable dentro de la vida social, que genera productividad y que es necesaria como parte de la fuerza laboral de un país, que es responsabilidad de hombres y mujeres repartir equitativamente el trabajo de la casa para que la mujer pueda desempeñarse profesionalmente y que esto dará una mejor calidad de vida a la familia y a corto, mediano y largo plazo beneficiará al Estado, porque en una sociedad en donde una de dos personas se queda en casa el ingreso económico es mucho menor y no hace falta mucha ciencia para entenderlo.
Yo fui de una de esas mujeres que padecieron discriminación de género. En cada empresa que trabaje me encontré siempre con el mismo tope hasta que decidí seguir por mi cuenta y desarrollar yo mi propio negocio, afortunadamente pude hacerlo y me siento muy orgullosa de recordar que a la primera persona que contrate fue a una mujer con un hijo cuyo marido se había ido hacía dos años a Estados Unidos en busca de mejor trabajo y que tenía sin enviar dinero a su casa ya un año, la segunda trabajadora que se incorporó tenía seis meses de embarazo y así fui confirmando mi equipo con mujeres todas en edad de procrear, que igual que yo estuvimos embarazadas, tuvimos permiso remunerado por maternidad y dispusimos de un espacio en el local donde está nuestro negocio para que nuestros hijos pudieran estar seguros y cuidados.
Algunas nos divorciamos después de un tiempo y fue necesario para nosotras generar más dinero para cubrir nuestras necesidades y las de nuestros hijos, cuando injustamente nuestros excónyuges exigieron que aportáramos la misma cantidad al gasto familiar que ellos sin considerar que éramos nosotras quienes nos quedábamos a cargo de los hijos, quienes nos partíamos en veinte para llevarlos y recogerlos de la escuela, darles de comer, apoyarlos en las tareas, llevarlos al doctor cuando estuvieron enfermos, cuidarlos y educarlos de forma presencial y además trabajar para cubrir gastos a diferencia de la mayoría de los padres divorciados que pueden disponer de todo el día para trabajar, viajar y cubrir horas extras.
Solo con la comprensión y el apoyo del gobierno y la sociedad lograremos algún día obtener el calificativo de ciudadanas de primera y no veremos como “Oportunidad” el hecho de poder desarrollarnos libremente en nuestra profesión sino como un merecido derecho.
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