Frederic Nietzsche pone los cimientos de la posmodernidad con sus famosas frases: “Dios ha muerto” y “no hay hechos, hay interpretaciones”.
Para el posmoderno no existe nada universal y permanente en qué creer. Las grandes metanarrativas perdieron su validez para transformarse en vehículos de opresión. De este modo la verdad no existe por sí misma sino; siempre depende de la perspectiva cultural que la emite.
Una metanarrativa es un relato totalizador, un esquema matriz que da cabida y entreteje la totalidad de los conocimientos, comportamientos, anhelos y experiencias de una visión del mundo de tal modo que la experiencia humana pueda ser entendida de manera universal y cohesionada. La primera manifestación del paradigma posmoderno se observa en el esfuerzo por desmontar las narrativas universales, tanto tradicionales como modernas, que desde esta visión han probado ser falsas. Jean-François Lyotard, en su obra clásica La condición posmoderna, lo expresa así: “Simplificando al máximo, se tiene por “postmoderna” la incredulidad con respecto a los metarrelatos1”.
Frederic Nietzsche, el filósofo germinal de la posmodernidad hace dos declaraciones que terminaron por convertirse en los cimientos de esta nueva forma de entender el mundo: “Dios ha muerto” y “no hay hechos, hay interpretaciones”.
En contra de la idea ilustrada de que la realidad se manifiesta a partir de hechos objetivos, Nietzsche defiende la primacía de los diferentes puntos de vista: son las perspectivas y las interpretaciones las que producen el verdadero conocimiento.
Por su parte, José Ortega y Gasset se hizo eco de esta visión proclamando que “no existe esa supuesta realidad inmutable y única: hay tantas realidades como puntos de vista2”.
Si la revelación divina no fue la respuesta a los problemas y dilemas humanos, tampoco lo fue el afán ilimitado de progreso y desarrollo que, en última instancia, conduce a la guerra, la devastación, la sobreexplotación de los recursos, la desigualdad y los campos de exterminio.
De pronto para el posmoderno no existe nada realmente sólido a lo que asirse ni nada universal y permanente en qué creer. Las grandes metanarrativas que se habían constituido a lo largo de los siglos perdieron su validez para transformarse en vehículos de opresión una vez que se comprenden como formas de imponer creencias y valores con la intención de mantener sometidas a las masas. Como nos dice Ken Wilber: “Las afirmaciones de verdades “universales” válidas para todo el mundo no son, desde esta perspectiva, más que formas de imponer las propias creencias y valores sobre los demás, un claro intento de opresión y dominio3”. Es así como la idea de “deconstruir” lo preexistente toma forma y sentido.
Así, el posmodernismo se consolidó a partir de la crítica mordaz de las grandes narrativas universales, de cualquier proyecto de idea que pretendiera aplicarse a la generalidad de los seres humanos. Con el paso del tiempo la tendencia a cuestionar y, en última instancia, renegar de cualquier premisa universalista llevó al pensamiento posmoderno a un relativismo extremo. Ya nada es verdad para todos, el conocimiento es relativo y la verdad está situada dentro de una cultura específica, y no sólo eso: todas las jerarquías o categorías de valor son opresivas y por lo tanto carecen de valor.
Estas premisas nos llevan al callejón sin salida más grave que ha enfrentado la posmodernidad: si todas las ideas, valores y culturas son equivalentes, no hay una que resulte más deseable que otra y con ello se ha despojado de criterios de validez que reconozcan, por ejemplo, que las ideas de Gandhi son más deseables que las de Hitler.
De este modo la verdad no existe por sí misma sino que siempre depende de la perspectiva cultural desde donde se mire. Como asegura Richard Tarnas, “Para esta manera de entender las cosas, no se puede decir que el mundo posea características que en un principio sean anteriores a la interpretación. El mundo no existe como cosa en sí, con independencia de la interpretación; más bien accede al ser sólo en y a través de interpretaciones4
El discurso posmoderno niega la existencia de cualquier metanarrativa que abarque a todos los seres humanos. Salvo la declaración misma de que “nada de lo humano es universal”, para el posmodernismo, “nada es universal”, todo es subjetivo, todo es parcial, todo es relativo y depende de la perspectiva con que se mire, todo es producto de construcciones culturales, nada es propio de lo humano y lo único que debe tomarse en cuenta es la manifestación particular de cada manera de entender el mundo.
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1 Lyotard, Jean-François, La condición posmoderna, Doceava Edición, España, Cátedra, 2014, Págs. 10.
2 Rifkin, Jeremy, La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis. Primera Edición, España, Paidós, 2010, Págs. 370
3 Wilber, Ken, Meditación Integral. Mindfulness para despertar y estar presentes en nuestra vida, Primera Edición, España, Kairós, 2016, Págs. 107
4 Tarnas, Richard, La pasión de la mente occidental. Para una comprensión de las ideas que han configurado nuestra visión del mundo, Cuarta Edición, España, Atalanta, 2016, Pág. 500
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