De la creencia a la convicción

El voto universal nos parece una obviedad tan grande que muchas veces no recordamos que no siempre fue así.

29 de septiembre, 2023 De la creencia a la convicción

Olympe de Gouges tuvo una convicción profunda que defendió con su vida y cuyo legado se plasmó en su célebre Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana. Debió pasar más de un siglo para que sus ideas se materializaran. 

El 26 de agosto de 1789 la Asamblea Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En ella, basada en los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad se consignan una serie de ideales que convirtieron ese documento en la herencia más perdurable de la Revolución Francesa y fundamento para la Declaración Universal de los Derechos Humanos, publicada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948.  

Como muestra tomemos el Artículo 11: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”.

Aquella declaración, dentro de un régimen de monarquía absoluta y con productivas colonias en América, Asia y África, no sólo era revolucionaria sino inaudita. Sin embargo, la constitución que surge de este documento, promulgada en 1791, y que convierte a Francia en una monarquía constitucional, no otorga los derechos de ciudadanía ni a las mujeres, ni a los esclavos2 ni a los hombres de color libres que el manifiesto original ofrecía.   

Es en esta coyuntura que aparece la enigmática Olympe de Gouges, seudónimo de Marie Gouze, producto de rechazar los nombres de su padre y su marido, y de paso la posición secundaria que la ley asignaba a las mujeres. 

Fue escritora, dramaturga y decidida activista a favor de la abolición de la esclavitud. Defendió la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada, incluyendo el derecho al voto, a la propiedad, al trabajo e incluso a acceder a la vida política y al ejército. 

Mientras en la Asamblea Nacional se discutía y aprobaba la citada constitución de 1791, De Gouges publicó su célebre Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana

Se trata de un documento compuesto por los mismos diecisiete artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pero reemplazando “Hombre” por “la Mujer y el Hombre”. Sin duda constituyó una defensa audaz de la libertad de expresión femenina y del derecho que las mujeres tenían de disfrutar de los mismos privilegios que los hombres, puesto que también eran individuos.  

Peleó por conseguir para la mujer una ciudadanía activa y plena, como la del hombre, y no pasiva y condicionada, como la que finalmente se les asignó3. Sin embargo esta batalla la condujo a su ejecución en noviembre de 1793 ante el tribunal revolucionario que, tras un juicio sumario, la condenó a la guillotina, acusada de defender un Estado republicano y federado.     

El voto universal nos parece una obviedad tan grande que muchas veces no recordamos que no siempre fue así. Debieron pasar ciento veintiséis años desde la muerte de Olympe de Gouges para que, en Nueva Zelanda, en 1919, tuviera lugar la primera votación abierta y sin restricciones para las mujeres. Y ciento cincuenta y uno para que esto mismo ocurriese en su natal Francia, apenas en 1944. 

Para De Gouges sus creencias de igualdad evolucionaron en convicciones que la llevaron a la acción, al debate, a la confrontación abierta por defenderlas. Como ella, muchas mujeres –y algunos hombres– “se contagiaron” de las mismas creencias, y, como ella, permitieron que se les transformaran en convicciones. La suma de todas ellas hizo posible el surgimiento de lo que hoy llamamos feminismo.  

1 Conseil-Constitutionnel.fr

https://www.conseil-constitutionnel.fr/es/declaracion-de-los-derechos-del-hombre-y-del-ciudadano-de-1789

Consulta: 15 de marzo de 2023

2 La Asamblea Nacional declaró abolida la esclavitud hasta 1794, aunque fue restaurada por Napoleón en 1802 –en especial para las colonias francesas– y abolida definitivamente en todo suelo francés en 1848.

3 Los ciudadanos activos eran considerados agentes individuales, capaces de hacer elecciones morales, de ejercer la li­bertad y hablar en su propio nombre, es decir, representarse a sí mismos. Puesto que eran propietarios con intereses comunes, fomentarían el interés social, y se convertirían en la base de una nación unificada. 

Por su parte, los ciudadanos pasivos eran protegidos, cuidados y representados por otros.

Web: www.juancarlosaldir.com

Instagram:  jcaldir

Twitter:   @jcaldir   

Facebook: Juan Carlos Aldir

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