Aquí está el mundo nuevamente intentando vivir sin miedo pero sin olvidar las razones que nos llevaron a esta crisis de salud.
El 11 de marzo de 2020 se reconoció la infección de SARS-CoV-2, mejor conocida como COVID. La pandemia prendió la alarma general, advirtiendo a la población mundial sobre este virus de origen dudoso, pero sumamente agresivo y en muchos casos mortal, que no respetaba géneros, razas ni estratos sociales.
En México una semana nos duró el chiste de compartir memes sobre cómo venceríamos al virus con caldito de pollo y miel con limón, pero la risa se nos acabó, por lo menos a mí el 19 de marzo. Jamás podría olvidar esa fecha, ese día nos dieron la orden irrefutable de cerrar todos los negocios, parecía una broma, yo creía que era un tema de un par de días, cuando mucho una semana, no lograba visualizar la forma como subsistiría con mi negocio cerrado. ¿Cómo haríamos mi familia y las familias de mis compañeras de trabajo para solventar los gastos de nuestras casas si nuestro trabajo era forzosamente presencial e implica un acercamiento entre personas? ¿Con qué íbamos a surtir nuestras despensas, pagar colegiaturas y rentas si vivíamos prácticamente al día de lo que ganábamos en nuestro salón de belleza?
Como yo recuerdo a cientos de empresarios aferrándose a seguir operando, volviendo a abrir sus puertas cuando se habían ido los inspectores, esperando que la pesadilla que parecía una película de terror de repente terminara, que todo fuera un mal entendido, una falsa alarma.
Recuerdo llevar a mis hijos a recoger sus libros a la escuela entrando en grupos de solo 10 personas, recuerdo la guerra que se desató en los supermercados por las compras de pánico, millares de personas arrebatándose paquetes de rollos de papel higiénico, desinfectantes en aerosol, botes de gel antibacterial.
Recuerdo la ola de especulaciones, nadie sabíamos qué estaba pasando en realidad, se hablaba de una enfermedad mortal, de contagios descontrolados por todo el mundo, de un peligro inminente de respirar el aire de la calle. Pocos días después, los primeros casos cercanos, ya no eran noticias del lejano Oriente, en cuestión de días todos empezamos a poder contar una historia: familiares y amigos contagiados, comunidades enteras confinadas sin poder tener acceso a atención médica porque los centros de salud estaban desbordados, los médicos se contagiaban, los pacientes morían en las entradas de los hospitales, esperando atención, las ambulancias no se daban abasto para transportar enfermos, los médicos, los verdaderos héroes de esta historia, corrían y desafiaban a la muerte protegidos con trajes casi espaciales, con cubrebocas, lentes, caretas, guantes, trajes completos de material aislante, se partían en 100 tratando de atender a todos los enfermos que morían de asfixia solos, lejos de sus seres queridos y como si fuera poco se enfrentaban a ataques de gente que al verlos regresando a sus casas se paralizaban de miedo solo de pensar que fueran focos de infección. Todos recordamos esas historias terribles de personal médico que no podía subirse a los transportes públicos, que era atacada con cloro en las calles, era tal el pánico general que la mayoría se tuvieron que quedar en los hospitales durante meses sin poder volver a sus casas ni ver a sus familias.
Recuerdo también las campañas publicitarias en las que los advertían el riesgo en el que poníamos a los adultos mayores si los íbamos a visitar, se nos decía que por ningún motivo nos abrazáramos ni nos acercáramos, el espacio vital se volvió de tres metros entre cada persona. Los negocios quebraban, era terrible circular por las calles y que todos los comercios, restaurantes, escuelas y cualquier tipo de negocio estuvieran cerrados.
Podíamos entrar al supermercado en grupos muy reducidos y con límite de edad, si el personal de seguridad veía que ibas acompañado te hacían abandonar el inmueble, las agencias funerarias no se daban abasto para transportar fallecidos y las empresas de cremación colapsaban ante la demanda de tanta gente que moría y que no podía ser velada ni esperar bajo ninguna circunstancia su turno por el riesgo de contagio, ni siquiera podíamos acompañar a quien había perdido un familiar porque los funerales estaban prohibidos, a través de una pantalla podíamos dar el pésame y tratar de acompañarnos en estos momentos tan tristes.
El mundo cambió su forma de vivir, nos quedamos en casa aún en contra nuestra voluntad, nos tuvimos que resignar a vivir con lo mínimo y a convivir solamente con la familia directa, a hablar por teléfono, conocimos el Zoom y este nuevo medio de comunicación se volvió nuestra única ventana al mundo exterior, desde el trabajo, las clases en línea y las reuniones virtuales con familiares y amigos. De repente siento que pasaron muchísimos años ya de eso, pero la verdad es que todavía el mundo sufre las consecuencias del confinamiento.
Muchas personas nos contagiamos, aproximadamente 760 millones de casos en el mundo, de los cuales 6.9 millones fallecieron, el 10% aproximadamente, todos perdimos familiares, amigos y conocidos, compañeros de trabajo, personas del medio artístico, políticos, empresarios, líderes, Los vacíos están más presentes que nunca, las caras que ya no volvimos a ver después, las ausencias son irreparables.
Finalmente y después de una desesperante y angustiosa espera llegaron las anheladas vacunas y ese fue un tema que se convirtió en polémica también, la gente que no confiaba y se negaba a vacunarse contra los que considerábamos de vital importancia vacunarnos y veíamos a los que se oponían como traidores irresponsables e inconscientes, afortunadamente fuimos más los que aceptamos la vacunación y al día se han suministrado en el mundo trece mil millones de dosis, sin las cuales y sin las medidas de confinamiento y distancia el problema habría sido todavía mucho peor.
Muchos nos infectamos y podemos dar testimonio de los extrañísimos síntomas de la enfermedad, muchos incluso aún tenemos secuelas, los niños y jóvenes finalmente regresaron a clases al principio con distanciamiento y uso obligatorio de cubrebocas, muchísimos estudiantes no pudieron graduarse con sus compañeros de generación y el rezago de aprendizaje de ese año y medio estudiando en Linea, creo, será muy difícil de superar sobre todo para los más pequeños.
Aquí está el mundo nuevamente intentando vivir sin miedo pero sin olvidar las razones que nos llevaron a esta crisis de salud que en mi opinión fue principalmente no hacer caso de las recomendaciones de aislamiento, ya que la gran mayoría hicimos caso omiso y seguimos inventando pretextos para asistir a reuniones y así prolongar mucho más la pandemia, poniendo no solo en riesgo nuestras vidas sin las de personas inocentes que se contagiaban gracias a nuestra negligencia.
El COVID sigue entre nosotros, aunque si sirvieron las vacunas aún se contagia y muere mucha gente, tendremos que aprender a vivir con esto y por siempre tomar precauciones e inmunizarnos cada determinado tiempo.
Eso sí: seremos recordados como la generación que enfrentó y sobrevivió a la pandemia mundial más grave de la historia.
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