Con la vorágine noticiosa a raíz del fallido atentado contra Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, la renuncia a la candidatura demócrata del presidente Joseph Biden y la virtual nominación de la vicepresidenta Kamala Harris como sustituta para el proceso electoral estadounidense, se ha configurado la difícil posibilidad de que dos mujeres gobiernen en dos de los tres países miembros del T-MEC.
Claudia Sheinbaum Pardo, ganadora de la elección presidencial en México, representa el continuismo político del régimen morenista, encabezado por el presidente Andrés Manuel López obrador, y desde el inicio del proceso electoral, lucía como potencial ganadora ante una oposición sin brújula y sumamente desprestigiada. La ex jefa de gobierno será la próxima presidenta del país, ya que no se vislumbran contratiempos en la calificación de la elección, y las impugnaciones por parte de la alicaída excandidata Xóchitl Gálvez han sido desechadas por improcedentes.
La llegada de Harris a la candidatura demócrata se da más por el control de daños que provocó las caóticas presentaciones de Biden en un debate con Trump y la conferencia de prensa con líderes de la OTAN. A pesar de las evidentes limitaciones por la edad del presidente Biden, hasta hace semanas, nadie se atrevía a impulsar un relevo en la candidatura demócrata. La debilidad política y física del actual mandatario, pero sobre todo el atentado contra Trump, precipitaron los llamados al cambio en un partido que no acaba de aceptar del todo la candidatura de Kamala.
Si bien a poco más de tres meses de campaña presidencial en los EEUU, el candidato favorito sigue siendo el republicano Trump, el cambio en la candidatura demócrata permite al menos soñar con una contienda más cerrada. A pesar de que el desempeño político de Kamala ha sido insuficiente como para convertirse en una figura de peso en la política local, el origen étnico y su juventud simplemente le permiten presentarse como una figura más fresca y comprensiva, ante el difícil problema de la crisis migratoria que ha sido un tema ventajoso para los republicanos.
Después del atentado, hasta un poco sospechoso, la figura de Trump se acrecentó a niveles inesperados. Sus seguidores fanatizados lo idolatran cuasi un ser mesiánico que sobrevivió un atentado para ganar la presidencia en un designio divino de unidad nacional.
El inaceptable atentado, según versiones oficiales, fue posible a graves errores del servicio secreto imposibles de creer en esta época tan tecnificada y con un largo historial de protocolos de seguridad. Independientemente de cómo se dieron estos lamentables hechos, para Trump y los republicanos la situación es perfecta en tiempos y momentos políticos. Como se recordará, cada que un candidato o presidente en la historia de los EEUU sobrevive a un atentado, siempre ha logrado la victoria electoral impulsado por el espíritu semi heroico que los votantes vierten sobre él.
La candidatura de Trump ya se venía previendo que sería más prometedora, a pesar de haber sido encontrado culpable de algunos cargos y de enfrentar procesos judiciales en curso, eso no importó mucho a sus simpatizantes republicanos que solo luchan por el poder llano. En medio de un electorado polarizado, que ya no es capaz de discutir ni negociar con quien piensa diferente, se origina la candidatura de emergencia de Kamala Harris que tiene la misión casi imposible de tratar de vencer al expresidente republicano.
Con la simple esperanza de que una figura femenina ajena en imagen, al tradicional status quo estadounidense, los demócratas tratan de aglutinarse en torno a Kamala, que indirectamente pagará el desgaste por las dos sangrientas guerras que se realizan en Ucrania y en Gaza. Si bien durante la invasión de Rusia a Ucrania, occidente no dudó en apoyar a Ucrania, con lo prolongado del conflicto, el peligro real de que escale a dimensiones nucleares, muchos países de Europa ya no mantienen el impulso que el mismo Biden promovió.
El segundo frente es el genocidio de palestinos por parte de Israel, producto del ataque terrorista de Hamas contra ciudadanos judíos, que condena al exterminio a población civil e infantil. Biden paga con enorme descrédito el apoyo tradicional de EEUU al régimen militarista de Israel en su guerra contra los grupos terroristas, pero que en esta desigual batalla, ya ha costado la vida de miles de inocentes ante la inmutabilidad internacional. Kamala suma a su titánica labor proselitista, demasiados retos y circunstancias para poder llegar a la presidencia de su país, sumido en la división profunda que está más cerca de una escalada en la confrontación interna que de la unidad nacional.
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