Con la reciente entrega o captura de Ismael “el Mayo” Zambada, se cierra un capítulo en la larga e improductiva guerra contra el narcotráfico que desde la época de los setentas se inició al considerarle un producto ilegal que atentaba contra la salud de los ciudadanos estadounidenses. Durante el periodo del presidente estadounidense Richard Nixon, se creó la DEA como una institución que buscaba combatir toda la cadena de ilícitos y complicidades que rodeaban, la producción, trasiego y comercialización de diferentes sustancias que fueron haciéndose más adictivas con las décadas.
En aquellos años dorados de capos e inicio de complicidades gubernamentales, las drogas no reconocidas como medicinales, fueron estigmatizadas y se pretendió erradicarlas con la misma visión miope que en la época de la prohibición de alcohol. En la etapa actual donde el fentanilo es una droga mortal para quien la consume, el imperio norteamericano ya no concibe la posibilidad de legalizar el uso de sustancias adictivas, para dejar la responsabilidad de su consumo a los adictos y ciudadanos que deseen usarlas.
En la difícil relación bilateral entre el gobierno mexicano y el régimen del alicaído presidente Biden, la captura del Mayo Zambada, marca un distanciamiento mayor entre los dos países y socios comerciales. La fallida estrategia de seguridad del presidente AMLO en materia del combate a grupos delincuenciales, siempre estuvo condenada, ya que a pesar de pretender luchar contra las causas de marginación y pobreza que existen en importantes zonas de México, siempre chocó con una realidad donde el estilo de vida del narco está incrustado en la sociedad mexicana.
Al no existir una posibilidad de legalizar el consumo de drogas, el pretender reconstruir una base social donde la juventud residente en zonas controladas por el narcotráfico, todo esfuerzo se ve condenado a observar cómo los muchachos delinquen para sobrevivir, o son reclutados contra su voluntad para nutrir las interminables filas de la delincuencia. Romper ese círculo vicioso para rescatar a mexicanos del terrible mundo del narcotráfico es una labor casi imposible, condenada al fracaso, al existir un conjunto de circunstancias que romantizan la vida de lujos inmediatos que son pagadas con la muerte prematura.
La captura de grandes capos, en este caso el del Mayo Zambada, aportan muy poco al desmantelamiento real de los grupos criminales que siempre tienen listos nuevos lugartenientes, escisiones y tratos con las autoridades locales y federales. Como se va dilucidando en las siempre turbias capturas y entregas de capos a la justicia estadounidense, muy poco queda claro, y muchas cuestiones se quedarán en la opacidad total.
Es conocido que el mítico capo Zambada nunca había sido capturado, sobrevivió a las sangrientas guerras entre grupos delincuenciales y sería muy absurdo pensar que podría haber sido engañado por uno de los hijos de Joaquín “el Chapo Guzmán” para entregarlo a las agencias norteamericanas. Ambos capos, el Mayo y el Chapo, tienen hijos recluidos en la cárcel, además de familiares viviendo en los Estados Unidos
La reconstrucción de los hechos se irá dando, en la medida que los gobiernos de EEUU y México deseen informar. Al parecer una entrega del capo debido a que requiere tratamiento de una enfermedad crónica puede ser la causa más lógica, pero los intereses múltiples que coinciden en el fenómeno del narcotráfico, son turbios y manipulables, además de ser las teorías de la conspiración que nutren las exitosas series de streaming.
La economía del narcotráfico está enquistada en la economía formal, el lavado de dinero de los ingresos criminales, de diversas actividades ilícitas, se blanquean en las mismas prestigiadas casas de bolsa. Estructuras complejas formalizan inmobiliarias, restaurantes de lujo, industrias de lencería, negocios fachada y en zonas fronterizas, llegan a ser el principal motor económico que hace posible que sus habitantes sobrevivan. Las ganancias multimillonarias del narco no solo se invierten en comprar armas y corromper a autoridades locales e internacionales, al ser un mundo globalizado en el capital, la derrama financiera criminal financia todas las actividades lícitas de forma indirecta.
Al viacrucis de las poblaciones rehenes de grupos criminales que controlan o se disputan el territorio, se suma que al cobro de piso y la “renta” a las cadenas productivas nacionales, todos los consumidores perpetuamos el circulo vicioso que enriquece a la delincuencia. El fenómeno social complejo, no ha podido ser erradicado con la violencia legítima, ni con las insuficientes oportunidades de desarrollo regional, sumado a la puerta giratoria del corrupto poder judicial, heredará a las futuras generaciones de mexicanos un panorama negro en materia de seguridad local.
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