Chairos contra fifís, Pata rajadas contra gente bien, acarreados contra conscientes, analfabetas contra preparados, come cuando hay contra trabajadores, tortas y jugos contra defensores de la democracia… así me sigo y no acabaría nunca.
Ojalá se pudiese hablar de rivalidad y mencionar el partido México-Argentina o cualquier otra contienda deportiva o académica en la que los participantes se encuentren en igualdad de oportunidades, pero no. Para rivalidades las que tenemos al interior del país que todos llamamos “nuestro”.
Pareciera que somos no sólo de regiones diferentes, de especies diferentes, como si habláramos distintos idiomas, tuviésemos historias muy opuestas y el color de piel no solo fuera una característica sino una sobrada razón de distanciamiento y polaridad.
Puede uno hablar con los dos bandos, conformados por todo tipo de gente, escuchar sus argumentos porque eso sí, aunque sintamos que tenemos la razón en nuestros equipos no estamos dispuestos ni por un segundo a escuchar las razones del otro sin menospreciar su análisis y su pensamiento, aquí está muy claro todo, es “Nuestro México” pero los mexicanos ¡no somos iguales! Tendríamos que ver los toros desde la barrera para darnos cuenta de lo parecidos que somos.
La marcha rosa a favor del INE, en mi muy humilde opinión, tuvo mucho de odio y poco de defensa sustentada en conocimiento de los hechos. Había gente informada y gente que no tenía ni idea de por qué estaba allí, a lo mejor no acarreada en un transporte pero sí dominada por un odio irracional.
De la misma forma el domingo 27 se llenaron las calles del centro de la Ciudad de México por gente completamente consciente de lo que hace y lo que apoya y por un montón de ciudadanos que no tienen más motor que el ataque a lo que ellos consideran la clase que los ha oprimido durante siglos (tal vez yo me identifique más en este bando). Aun así y con el gusto que encuentro en participar en movimientos ciudadanos, esta vez me lo ahorré y no por falta de ánimo, sino porque en los dos casos yo vi a un enorme número de ciudadanos manipulados por intereses a los que estamos muy lejos de acceder.
Como un gigantesco tablero de ajedrez, los mexicanos le hacemos el caldo gordo a un grupo reducido de personas que muy lejos están de interesarse por nuestras necesidades y mucho menos de liberar la información real a la que todos deberíamos tener acceso, por lo menos para poder formarnos un criterio consciente.
La verdad es que nos formamos en la fila que nos parece más digna y con la que nos queremos identificar. De un lado los rositas posando para las revistas del corazón y del otro los pata rajadas sintiendo que estamos armando una verdadera revolución y cambiando el rumbo de la historia.
Ni uno ni lo otro, solo logramos acumular una cantidad de insultos, vituperios y denostaciones hacia el equipo de enfrente, siempre dueños de la verdad aseguramos que los otros son los títeres sin opinión propia y que nosotros estamos del lado correcto de la historia. Al final lo único que sí pienso es que estamos lejos de entender las razones del vecino y nos limitamos a llamarlo acarreado, mas en mi punto de vista ninguno de los dos lo somos.
Una persona no va a sacrificar su único día de descanso o el día de mejor ingreso económico en su trabajo para tardarse dos o cuatro o más horas en llegar, cuatro o más horas en marchar al rayo del sol y en medio de un apretujamiento terrible y otras tantas horas en regresar a cambio de una torta y un jugo. No seamos ilusos. Sí estamos hambreados pero tampoco tanto. Tampoco es cierto que se les amenazara con perder sus apoyos, como no es cierto que los que rechazan al gobierno de Morena renuncien a ellos por mucho que desprecien al presidente. Podríamos estar horas y semanas discutiendo sobre evidencias e infinidad de historias en los dos casos.
Las razones para volvernos socios honorarios de cualquiera de los dos equipos muchas veces no las entendemos ni nosotros mismos. En mi opinión las dos marchas sólo sirvieron para inflarle el ego a los respectivos organizadores como si fueran equipos de fútbol que acuden a su afición para demostrar cuál es más popular.
Ojalá que este ánimo efervescente que demostramos en la discusión lo mantengamos cuando llegue la hora de actuar, es decir, la hora de ir a votar a las casillas y de manifestarnos en contra de las injusticias que día a día se cometen en nuestro país a manos de los mismos ciudadanos que exigimos un mejor gobierno pero elegimos la corrupción y la indiferencia cuando se trata de salvaguardar nuestros propios intereses.
Un poquito de estudio de la historia nos permitiría entender que esto se repite en cada época y en cada región de forma sistemática y que siempre seremos con el nombre que queramos adoptar los buenos y los malos, los conservadores y los liberales de la historia, los técnicos y los científicos, los radicales y los revolucionarios, cada quién en la trinchera que mejor le acomode y que para fines prácticos más llene su expectativa de vida.
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