De todos es conocido el caso del cese más torpe (por sus causas) de un funcionario en México de primer nivel del que yo tenga memoria. Y es que la moderación en los gastos es quizás la columna vertebral del primer gobierno emanado por el amplísimo movimiento social, cuyo brazo político es el partido en el poder: MORENA.
El mensaje que se trata de enviar todos los días desde la palestra presidencial es el de la AUSTERIDAD REPUBLICANA. El presidente mandó las señales de austeridad desde que decidió habitar en un pequeño departamento dentro de Palacio Nacional (edificio concebido, desde hace siglos, cómo sede del poder ejecutivo federal). En cambio, decidió abandonar la insultante residencia palaciega de Los Pinos, hoy convertida en centro cultural y social abierto al público, y a la vez una suerte de Museo de la corrupción y la ignominia. También cabe destacar que el presidente mandó a vender el avión presidencial para hacer uso de vuelos comerciales en sus giras de trabajo: otra señal de austeridad.
No obstante lo anterior, a la luz de los acontecimientos recientes, muchos de quienes lo rodean –valga la redundancia– sólo le DAN EL AVIÓN al Presidente en ese tema. Y es que, simplemente y como un ejemplo, si yo entrara a un trabajo nuevo donde las políticas y lineamientos de esa empresa es un NO A LOS LUJOS, carajo, me abstengo de los malditos lujos. Y si tengo una propensión natural (legítima, si mi dinero es ganado de forma legal y honesta) a ellos, simple y sencillamente presento mi decente y digna renuncia, y me voy de ahí, pero si mi intención es conservar mi empleo, lo vuelvo a decir: al carajo los lujos, mientras preste mis servicios en dicha hipotética organización.
Pero en México hay un problema, quizá hasta genético, que son los complejos de superioridad/inferioridad en una mayoría nada despreciable: el “quién es más, quién es menos”. A menudo estos complejos se traducen en actos absurdos como el que nos atañe: bodas dignas de miembros de antiguas monarquías absolutistas (pero de las que se representan en operetas y zarzuelas). Santiago Nieto cayó en eso, aun con el antecedente de César Yáñez, quien fuera operador de todas las confianzas de Andrés Manuel y que por una boda absurdamente principesca, perdió su lugar en el gabinete presidencial; incluso, se dice, su añeja amistad. No nos vayamos tan atrás: la aparición de Emilio Lozoya en un lujoso restaurante de la Ciudad de México, muy posiblemente influyó en su posterior encarcelamiento. Resulta paradójico y hasta digno del surrealismo mexicano (del que hablaron en su momento Bretón y Dalí) que a la boda del titular de la Unidad de Inteligencia Financiera fueran invitados personajes impresentables que de ninguna manera, ni ellos ni sus empresas, pasarían con éxito una exhaustiva revisión por parte de dicha institución.
Ahora, vamos con otro “detalle”. Si se hace una boda con 300 o más invitados y se piensa que todos son AMIGOS, me resulta una ingenuidad digna por sí sola de un despido fulminante; asimismo, solicitar a los convidados no compartir fotos ni detalles del convite me parece algo infantil. Todos vimos fotos del hotel, de los elementos fuertemente armados que custodiaban las inmediaciones; vimos detalles del decorado de los salones, nombres de los asistentes e invitados, supimos de regalos y ¡hasta el menú fue público!
Sé muy bien que si el dinero se gana honradamente, se puede gastar en lo que se dé la gana. Nadie ha insinuado siquiera que Santiago Nieto y su esposa (algo poco incongruente, una panista) usaran dinero ilegítimo en su boda, pero se insiste en que –y es algo de una lógica elemental– si algo enfurece al Presidente Andrés Manuel es que sus subalternos envíen mensajes en sentido contrario al deseado por él: la Austeridad Republicana. Este mensaje ha sido el eje de toda su carrera en la política. ¿Cómo justificar a la cesada secretaria de Turismo en CDMX viajando en vuelo privado, cuando el presidente de la República lo hace por horas en los incómodos asientos de las líneas comerciales? Y una cosa más: faltaría enterarnos cuántos invitados más miembros de la 4T llegaron al vecino Guatemala por vuelo privado.
En fin, se fue cesado uno de los elementos claves del actual gobierno. Debe ser algo muy frustrante para el presidente ver cómo su gente de confianza maneja su discurso solo para tomarle el pelo, cuando en los hechos obran de manera totalmente opuesta. En lo personal, aplaudo la salida de Santiago Nieto de la Unidad de Inteligencia Financiera. Para algunos podrá lucir cómo una medida draconiana, NO lo es, máxime si tomamos en cuenta que el país viene de 18 años de decadencia y excesos en el servicio público. Los excesos de todo tipo cometidos en el periodo 2000-2018 no tienen parangón en la Historia de México y ya va siendo hora de poner un freno. La mala noticia es que el sexenio de AMLO termina en tres añitos. Francamente no veo un sucesor dispuesto a seguir sus pautas en lo que a austeridad se refiere. Ojalá me equivoque porque el clasismo del mexicano, acompañado de su sombra, que son los complejos, no son una “gripe” que se cure solo con el ejemplo de un presidente durante seis años.
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