El presidente López Obrador, conocedor como pocos de la Historia de México, de la mano de su canciller de lujo, Marcelo Ebrard, continúa con una larga tradición de aciertos en política exterior por parte de México. Dicha tradición fue interrumpida, por cierto, por el oprobioso paréntesis de 12 años que significaron los dos gobiernos federales panistas. El “comes y te vas” que nos llenó de vergüenza ante el mundo es solo un ejemplo; después vino el “rápido y furioso”, que tan solo fue el blasón, un botón de muestra de una política de sistemático entreguismo y sumisión a potencias extranjeras, sobre todo a los Estados Unidos.
Podemos enumerar pasajes gloriosos en este tema tan importante:
– La Doctrina Estrada, que engloba principios de no intervención y libre autodeterminación de los Pueblos.
– El voto de México, único en ese sentido, ante la OEA en 1962, en contra de la expulsión de Cuba del organismo multilateral. La posterior valiente declaración, en 1964, del presidente López Mateos, en medio de una visita de Estado a nuestro país por parte del presidente L.B. Johnson: “México tiene con Cuba relaciones absolutamente normales. Nosotros consideramos como principios básicos de la política internacional, los de no intervención y respeto a la soberanía de todos los países”. Como dignísimos y valientes fueron, por cierto, las tres arengas de “¡VIVA MÉXICO!” pronunciadas por el presidente Andrés Manuel en la mismísima Casa Blanca, enfrente del presidente Trump, mismo que quedó embelesado por ese discurso tan lleno de dignidad y diplomacia, en el mejor sentido del término.
– La heroicidad histórica de Don Gilberto Bosques y la salvación, por medio de sus buenos oficios, para salvar miles de vidas en medio de la Segunda Guerra Mundial, mediante la expedición de pasaportes, en un marco de peligros sin par.
– La oportuna participación del lado del bando ganador de la conflagración, así haya sido acorde con nuestras capacidades militares, en la segunda guerra mundial, mediante el mítico escuadrón 201.
– Nuestro Nobel de la Paz, Don Alfonso García Robles, al que se le deben los tratados de Tlatelolco para la no proliferación de armas nucleares, convirtiendo a la región de América Latina en una zona libre de este tipo de mortíferos armamentos, en 1967.
– La apertura del país y el recibimiento de miles de refugiados republicanos, facción perdedora de la Guerra Civil Española, que además del acto heroico también y humanitario, permitió a México la entrada de personajes que impulsaron al país para bien, en muchos aspectos.
– El recibimiento, en 1973, por parte del presidente Echeverría de miles de chilenos perseguidos, luego del golpe de Estado en ese país andino.
– Las varias intervenciones exitosas de México como mediador de conflictos para el alcance de la paz en Centroamérica.
Más recientemente, el presidente Peña Nieto tuvo el acierto de invitar al entonces candidato Donald Trump a México, a pesar del aluvión de críticas, fue más que acertado, ya que al tener su gobierno información privilegiada acerca del inminente triunfo del magnate, resultaba indispensable un acercamiento, limar asperezas y comenzar un diálogo, que fue el principio de una exitosa renegociación del hoy T – MEC, con la participación de equipos encabezados por Ildefonso Guajardo y Jesús Seade.
Ya en el presente sexenio, ha habido grandes aciertos, como desconocer al gobierno espurio y golpista de Guaidó en Venezuela, misma decisión que nos salvó de la ridícula exhibición de no pocos países que hicieron abiertamente lo opuesto. También el asilo que le salvó la vida a Evo Morales, en medio de un criminal golpe de Estado en Bolivia. En ambos casos, el tiempo y los hechos dieron la razón a México, como sucederá con el caso de la famosa y tan esperada felicitación a Joe Biden, hasta que jurídicamente sea reconocido por las autoridades del vecino del norte como presidente electo, y no antes.
Otra decisión que será recordada como un éxito, es la de conmemorar al año 2021, a 500 años de la caída de México-Tenochtitlan, como el año de la hispanidad, y el que termine por hermanarnos con la Madre Patria. Ejemplos de disculpas públicas por potencias extranjeras a México los hay, como la devolución en la Ciudad de México por parte del gobierno estadounidense en 1950 de un par de banderas mexicanas obtenidas como botín de guerra en la invasión norteamericana de 1848; la entrega también de tres lábaros patrios en 1964, que habían sido capturados en las batallas de Puebla en la segunda intervención francesa (no la famosa del 5 de Mayo sino la del año siguiente), en la que el General González Ortega ordenó la retirada a tiempo y de forma prudente de sus tropas, muy inferiores en número.
Otro punto a favor de México fue el logro de la devolución por parte de los yanquis de un territorio perdido debido a unas poderosas tormentas en la frontera que cambiaron de curso las aguas del Río Bravo, de poco más de 300 hectáreas. Esto se logró durante los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.
La política exterior mexicana ha vuelto a su tradición exitosa, dado las desviaciones en la docena trágica panista, y ese trascendental hecho, dará muchos frutos a México, desde ya, y en las décadas porvenir.
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