AMLO, CR7 y el refresco de cola

14 de julio, 2021

Israel Aparicio

El astro de futbol luso, Cristiano Ronaldo (CR7), fue protagonista involuntario en la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) el pasado 8 de julio. Ahí se recordó cómo el futbolista, durante una conferencia de prensa en junio, recomendó el consumo de agua en sustitución del famoso refresco de cola. En dicho acto logró infringir un golpe de dimensiones mediáticas y económicas gigantescas al consorcio de bebidas altamente edulcorantes, al hacerles perder un aproximado de 4000 millones de dólares, un día previo al encuentro entre las selecciones de Hungría y Portugal.

La OCDE antes de la pandemia ya alertaba que uno de cada tres mexicanos menores de edad padecía obesidad, así como siete de cada diez adultos. Esta condición desencadena enfermedades como la diabetes, que era la segunda causa de muerte en el país, además de otras enfermedades cardiacas, problemas renales e hipertensión que terminan siendo una carga gigantesca para las finanzas de la salud pública. Según estudios de la universidad de Yale, México es el principal consumidor de refrescos del mundo, con un promedio de 163 litros al año por persona; el Poder del Consumidor señala que una familia mexicana dedica un 10% de sus ingresos a la compra de bebidas azucaradas.

A pesar de pequeñas victorias de asociaciones civiles a favor de una mejor alimentación que lograron el etiquetado de productos alimenticios, la industria alimenticia siempre logra alguna forma de evadir tanto el pago de sus impuestos como la forma en que emiten su publicidad engañosa, que ha afectado por décadas los hábitos de consumo de los mexicanos.

Las campañas de salud públicas de gobiernos anteriores y las del presente régimen habían estado condenadas a las buenas intenciones, hasta la acción improvisada de la estrella del futbol europeo. Esta ejecución fortuita logró afectar las acciones bursátiles de la popular bebida de cola, como ninguna campaña planeada lo había logrado en varios años. Si el sentido común predominara, se debería buscar que figuras del deporte apoyen la lucha contra los intereses poderosos de la industria de la comida chatarra.

En medio de la vorágine informativa nacional, tan llena de los escándalos por la aprehensión del expolicía modelo de la era calderonista, Luis Cárdenas Palomino, orquestador del montaje en contra de Israel Vallarta y la ciudadana francesa Florence Cassez; del nuevo videoescándalo de un hermano del presidente AMLO recibiendo dinero del exfuncionario David León; el proceso judicial contra Ildefonso Guajardo; o las noticias sobre la tercera ola de Covid con la variante Delta como dominante; el golpe internacional contra la poderosa refresquera pudo pasar inadvertido.

El mermado subsecretario Hugo López-Gatell ya había tratado de poner en la palestra el tema de los intereses reales que la industria procesadora de alimentos y bebidas tienen sobre el consumo de muchos de sus productos, que en muchos casos no pueden ser calificados como alimentos para consumo humano.

Sin embargo las enormes falencias en la estrategia nacional contra el Covid, las costosas contradicciones en sus conferencias, pero sobre todo las declaraciones infames del subsecretario tratando de negar el desabasto de medicamentos oncológicos y de otros fármacos, sumada a su teoría de que el entorno desesperado de los padres de los niños con cáncer, buscaban realizar un golpismo político contra el régimen, terminaron por sepultar cualquier intento por mantener el debate de altura sobre la salud pública y los interés de estas empresas.

La necesaria batalla por la legislación y clasificación de la comida chatarra, su justo gravamen y la educación de la sociedad para una mejor elección en su dieta diaria estaban en el olvido antes del gesto del goleador portugués. Solamente una figura como CR7, alejada de los intereses de los consorcios alimenticios internacionales, logró rescatar para el presidente AMLO el tema del cuidado en la salud pública, en la disputa con la industria alimentaria nacional que gusta de vender casi cualquier producto a costa de la salud de sus consumidores.

El caso del goleador de la Juventus es único, no tiene tatuajes en su cuerpo, con la finalidad de poder ser donador de sangre, su carrera deportiva está alejada de las polémicas y los excesos, es una figura respetada en el mundo futbolístico y participa en asociaciones de beneficencia. Contrasta con otras figuras del deporte a los que las poderosas refresqueras incluyen en sus costosos comerciales publicitarios, para promocionar sus productos, sin que a los protagonistas les importe mucho las características reales de las bebidas que promocionan, o sus efectos en la salud, mientras que su cheque sea jugoso económicamente.

La poderosa industria de las bebidas edulcorantes ha desarrollado a lo largo de los años, una infraestructura superior a las de varios Estados nación, que les permite comercializar sus productos con alta eficiencia. Es conocido que la popular, adictiva y poco sana bebida de cola, se puede consumir en zonas tan alejadas y despobladas del país, donde incluso no existe una red de distribución de agua potable.

Además de la apabullante publicidad de muchas empresas de la industria alimenticia y de bebidas procesadas, estas cuentan con defensores que promueven su consumo como un simple producto más. Sin importarles mucho los daños a la salud comunitaria, políticos, empresarios, actores y hasta moneros defienden la publicidad engañosa como un derecho ciudadano en un paraíso democrático, donde las comorbilidades no existen. La autoridad sanitaria, tan defenestrada y con pocos márgenes para hacer cumplir la ley, naufraga en el inmenso mar de intereses que imponen los poderosos consorcios internacionales.

La breve rebelión que costó al emporio una caída en la bolsa de valores, puede ser solo flor de un día, ya que los deportistas exitosos prefieren las bondades de estar al lado de las poderosas empresas que enfrentarlas. Solo CR7 logró asestar un golpe a la refresquera que hubiera sido imposible en otras circunstancias, pero sobre todo, rescató indirectamente la batalla perdida por una mejor salud alimentaria del presidente AMLO.

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