En Acapulco se puede ver, luego del paso del monstruoso huracán OTIS, una destrucción generalizada que no hizo distingos entre clases sociales, como sí lo hizo, lamentablemente, el Huracán Paulina en 1997, evento que dejó una incuantificable cantidad de pérdidas humanas cuya cifra nunca conoceremos. Aquel huracán borró del mapa, literalmente, a colonias completas debido más a la acción del agua que de los vientos, a diferencia de OTIS.
Es puntual el reconocerlo, a partir del huracán Paulina se aprendieron lecciones y ya para el huracán Manuel (2013) no hubo pérdidas humanas, ya que se endurecieron los reglamentos de construcción, dejando vedados los sitios que son el paso natural de las aguas pluviales, y donde bien se afirma que “la naturaleza tiene memoria”.
Con OTIS vemos muy pocos sitios en los que no hubiera daños y/o los hubo mínimos, y uno de ellos es (y sólo una pequeña parte, arrinconada) de la pequeña bahía de Puerto Marqués, una marina que si bien en su momento adoleció de problemas en su construcción, dañando al ecosistema ahí presente, la misma ahí construida luce como si ningún huracán hubiera pasado por ahí: las embarcaciones intactas (se hundieron alrededor de 6500).
Y es que el ser humano se ha vuelto soberbio, ha roto con sabidurías milenarias de generaciones muy anteriores a la nuestra, ya que en este caso, Acapulco se descubre por los europeos en el mismo año de la caída de México – Tenochtitlan (1521). Y ya para 1532 Hernán Cortés se instala ahí en Puerto Marqués (nombre del sitio por el “Marqués del Valle de Oaxaca”, título comedido a este marinero por parte de la Corona de Castilla).
Los marineros de ese entonces tenían mejor conocimiento (y respeto) por las poderosísimas fuerzas naturales, mismos que hoy se han ignorado. Mismo fenómeno lo podemos ver, hoy también en Acapulco, en la cuestión inmobiliaria: estructuras hechas de acero sí, pero recubiertas de materiales que para un huracán categoría cinco (exceso de cristal y abuso de la “tablarroca”) no eran ni cosa de juego. Edificios quedaron “desnudos”, algunos prácticamente como en obra negra. En cambio, los edificios y casas viejos y/o hechos “a la antigua” (concreto, ventanas sobrias y piedra y madera) lucen no pocos con daños no tan extremos. Así que bien pudiera el ser humano voltear a ver la Historia, y bajarle dos rayitas a su soberbia, dejando de desafiar de forma suicida a la indomable madre naturaleza y sus poderosísimos elementos.
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