“Matola, violola, descuartizola”. Yo sí recuerdo ese típico encabezado de la revista Alarma, famosa durante décadas. Por lo general, la frase iba acompañada de una imágenes sangrientas y grotescamente explícitas, fotografías de mujeres asesinadas y descuartizadas yaciendo muertas, expuestas, anónimas, víctimas de alguien y a la vez responsables de su propia desgracia. En la contraportada había siempre una gráfica enorme de alguna chica con generosas curvas y pose sugerente, semidesnuda o tapando sus genitales y pezones con estrellitas negras.
Nada más contradictorio y a la vez estruendosamente obvio, por un lado la consecuencia de encender las bajas pasiones de los hombres, del otro lado la absurda justificación al salvaje comportamiento, el pecado y el perdón, el error y la defensa. La violencia contra la mujer en todos los aspectos ha existido siempre, en todas las épocas y en todas partes del mundo. Durante la inquisición fuimos acusadas de ser brujas y sometidas a las más crueles torturas, hemos sido esclavizadas, sodomizadas, violentadas, cosificadas desde siempre.
De cada tres mujeres asesinadas, una muere dentro de su propio hogar a manos de su pareja y qué decir de las violaciones, la mayoría suceden también dentro de la casa por un familiar o amigo cercano.
Cada que ocurre un nuevo feminicidio nos indignamos como sociedad, queremos salir a marchar y pedir justicia y al mismo tiempo nos tapamos los ojos.
El fervor social dura algunas semanas y se calma, vuelve a incendiarse cuando hay un nuevo caso y así, cíclicamente. Por lo general optamos siempre por el desahogo más fácil, culpar al gobierno. Pero, ¿es en realidad responsabilidad de los gobernantes en turno?
A excepción de los políticos que abusando de su investidura ejercen también violencia y abusan de las mujeres subordinadas a su cargo para solicitarles favores sexuales a cambio de seguridad laboral u hostigándolas prometiéndoles una promoción.
¿Quién es el culpable de esta “situación”? ¿Únicamente los hombres?
Vivimos en una sociedad machista y patriarcal muchas veces promovida también por las mismas mujeres. Cada madre que enseña a sus hijas a ser serviciales con su marido y que espera que la esposa de su hijo sea una “Verdadera mujer” que sepa planchar, cocinar y barrer, está violentando también al género femenino.
Cada vez que las mismas mujeres nos señalamos e insinuamos que las víctimas se lo buscaron por vestir como vestían o por andar en la calle de noche, cada vez que nos indignamos por las marchas que entorpecen el tráfico y ensucian la ciudad.
Me parece increíble que en los antros de moda suene la canción “La culpa no era tuya” y la gente, hombres y mujeres la bailen a manera de mofa. ¿Qué nos pasa? ¿De qué estamos hechos?
Somos la única especie sobre la Tierra que viola, somete y tortura a los de su misma raza.
Y cuando alguien se atreve a levantar la voz la señalamos y acusamos de revoltosa, esperamos que todo lo solucione el gobierno, y culpar al gobierno de esto me parece la más grande de todas las hipocresías. La única solución a la violencia de género está en la educación, no hay gobierno que pueda frenar el odio de generaciones, ni crear conciencia sobre la sociedad, si en sus propias casas no se les forma con valores y equidad. Ojalá pudiera haber cámaras en cada casa que activaran una alarma cada que una madre manda a su hija a lavar la ropa de su hermano, o a buscar un novio con dinero, o critica a su nuera porque no sabe cocinar, ojalá sonara una alarma cada que alguien ofende y hace menos a una mujer.
La solución la tenemos que encontrar entre todos, entre todas y todos los ciudadanos que nos sentimos agredidos y ofendidos. ¿Cómo? Denunciando, no apoyando actos machistas ni encubriendo a abusadores, llamando a las cosas por su nombre y no normalizando la violencia física ni verbal, creyéndonos, defendiéndonos y si, marchando.
Marchar es un ejercicio libre y responsable en el que una sociedad preocupada e indignada busca llamar la atención sobre el problema, cuando salimos a marchar nos hacemos visibles, llamamos la atención, nos volvemos un grupo.
Así es que este 8 de marzo tenemos que levantar la voz todos y todas, desde casa, en las calles, en las escuelas, en el trabajo. Si tú has sido víctima de agresión o lo has presenciado, si a ti te han hecho sentir que vales menos, si tú has sufrido discriminación por tu género, si has sentido miedo de no regresar a casa, si tienes miedo por tus hijas, si sabes de alguien que perdió la vida a manos de un agresor, si te ofende cuando te gritan un piropo en la calle o por comentarios sexistas sobre tu persona o la de cualquier mujer, si no ganas lo que corresponde a tu trabajo por ser mujer, si te han dicho que calladita te ves más bonita, entonces ¡Grita! Este es tu momento. Marcha, pinta, canta, escribe, juntas somos mucho más fuertes.
Ninguna batalla se ganó en un día y solo no dejando de luchar lograremos un cambio. Si quieres ser libre, vivir tranquila, si quieres justicia por las mujeres abusadas y asesinadas, si quieres vivir en una sociedad inteligente y equitativa, si quieres estudiar, trabajar, ser dueña de tu vida, si quieres ser reconocida no te calles.
Las estadísticas aún son alarmantes. Aproximadamente 3000 mujeres y niñas en el último año fueron asesinadas por ser mujeres, los feminicidios, las violaciones, los acosos y las agresiones siguen siendo parte de nuestro día a día, la violencia de género sigue siendo impune en la mayoría de los casos.
Pero creo que para eso estamos en este mundo, para buscar la manera más justa y amorosa de vivir, para superarnos y perfeccionarnos como entes pensantes que somos, para ser mejores y no una aparente prueba de error de la naturaleza.
A mí sí me representan mujeres manifestantes, luchadoras sociales, yo espero sólo estar a la altura de sus espíritus y su honestidad, el mundo entero, algún día se los va a agradecer. Yo se los agradezco hoy, gracias por no rendirse, por pelear sin tregua por esta causa, por creer que hay una mejor manera de vivir y de convivir en este mundo en el que tanto hombres como mujeres somos estrictamente necesarios.
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