2018-2024: volver al pasado

¿La autonombrada “cuarta transformación” es en realidad un regreso al pasado?

12 de julio, 2022 México: un futuro robado por el presidente López

Todo tiempo pasado fue mejor, sobre todo si consideramos que el presente es atroz y el futuro, incierto. Eso lo tienen bien claro en Palacio Nacional. Por ello el presidente, ese emisario del ayer, decidió en el año 2018 echar a andar la máquina del tiempo y meter reversa en este vehículo llamado México. Al fin y al cabo, ¿qué nos puede ofrecer de atractivo el porvenir con su ciencia, su tecnología, su globalización, sus tratados comerciales, sus herramientas digitales, sus modas? Nada. Antes, el mundo era mucho menos complejo y ahí es a donde la nación debe dirigirse. Al pasado, cuando todo esto era puro monte; a tiempos más simples

A ratos pareciera que El Líder nos lleva a marchas forzadas a la década de los setenta, con un gobierno que ostenta voz y también voto, feroz ante la crítica y el señalamiento de lo oscuro, corrupto, ineficaz. A una época con recursos limitados, opciones escasas, monopolios. Con un Estado poco interesado en la interacción global, en el equilibrio de fuerzas y más en sí mismo, en la compra de sufragios, en el acarreo, en bases y operadores. Una época de poder absoluto. 

Otras, parece que la mira está puesta en los años previos a la llegada del siglo XX, con un gobierno que ve progreso en trenes, petróleo, carbón. Con trapiches y carreteras hechas a mano. Nada de rehiletes eólicos que se roban nuestro aire y afean el paisaje. Sin paneles solares de empresas extranjeras que se roban nuestro nacionalísimo sol. 

Lo que no podemos negar es que en el México obradorista debemos acostumbrarnos a vivir y morir como lo hacían los hombres y las mujeres de antaño: sin medicinas, sin vacunas y sin un atisbo de seguridad por parte del Estado, arriesgando la vida en cada instante, cada día, en cada paso, a fin de apreciarla más. Moriremos a manos de asaltantes y bandidos que operan en una tierra sin ley. O quizás de alguna enfermedad perfectamente tratable. Los avances y conocimientos médicos modernos no juegan a nuestro favor y debemos desdeñarlos; en su lugar, debemos recurrir en su lugar al conocimiento ancestral, la herbolaria, la homeopatía, las limpias y a la medicina tradicional ante el surgimiento de nuevas enfermedades, nuevas pandemias o el regreso de aquellas que ya estaban erradicadas. De todos modos, medicina alópata no hay.  ¿Cambio climático? Algo de lo que no se hablaba hace algunas décadas, por lo que ni siquiera vale la pena poner el tema sobre la mesa

Debemos volver a acostumbrarnos a lo artesanal, a la tienda de la esquina, a comer en fondas como lo hace nuestro Faro Moral, desdeñando las tiendas y franquicias extranjeras, los restaurantes y más aún las apps de entrega de comida, a las cuales se les debe incrementar la carga impositiva hasta que desaparezcan. Lo mismo con los servicios de streaming, que para eso existe la televisión abierta con spots gubernamentales pagados del erario. Igual con Uber o Diddi, que deberían dejar de insistir y en su lugar, permitir que las antiguas redes de taxistas operen y cobren cómo se les dé la gana. Lo moderno es malo, nocivo. ¿Qué decir de los “Nintendos”, tabletas y otros dispositivos de entretenimiento electrónico y digital? Para eso están las canicas, los baleros, los trompos, el burro castigado, la matatena. ¿Vapeo? No, cigarros y nada más. Las opciones sólo traen problemas, conflictos, disputas.  

Debemos regresar en el tiempo y educar a nuestros hijos con fundamento en el nacionalismo revolucionario, sirviendo este al gobierno en turno. Sin pruebas estandarizadas que permitan evaluar al alumnado o al profesorado y sin que nadie pueda reprobar porque el esfuerzo y el mérito (ese invento moderno y neoliberal) está sobrevalorados.   

¿Es que acaso antes necesitábamos un Instituto Electoral autónomo e independiente? En absoluto, para eso existía la Secretaría de Gobernación que organizaba las votaciones y, casualmente. siempre ganaba el mismo partido, el que ostentaba el poder. ¿Acaso no éramos felices con más gasto erogado en programas sociales que en generar las condiciones para atraer inversión tanto nacional como extranjera? ¿Comprando fayuca? ¿Con un partido hegemónico y una oposición débil y fragmentada? ¿Sin periodistas y voces críticas? Otros tiempos que comienzan a parecerse a los actuales. 

Por ello, bien nos convendría ir buscando un acogedor lugar en nuestro pasado dado que allá es a donde nos dirigimos y, en caso de ganar el partido en el poder en 2024, donde pasaremos largas décadas asentados.  

Nos leemos la próxima semana. 

 

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