Frente a los resultados tan diferentes obtenidos por los países europeos y los del continente asiático, hay quienes sostienen que el factor diferenciador es la biopolítica digital. Esto es, el control de la vida de los ciudadanos por el gobierno, a través de las tecnologías digitales. Ello se refiere al seguimiento permanente de la vida de cada ser humano por medio de cámaras de vigilancia, sensores, monitoreo de correos y redes sociales, drones y demás artefactos tecnológicos.
China y Corea del Sur son los ejemplos más claros. Gracias al uso de millones de cámaras de vigilancia (China tiene 200 millones de cámaras), de drones habilitados con cámaras y sensores de temperatura, del uso de big data e inteligencia artificial para procesar la información y encontrar datos para mejorar la predicción, prevención y atención de riesgos; la utilización de apps para atender, filtrar niveles de afectación y cuidar la cuarentena de los infectados; estos países están logrando contener y aplanar la curva de contagios del coronavirus.
No es que la tecnología y los dispositivos usados en Asia sean más efectivos que los europeos, la diferencia está en la libertad para capturar esta información. Mientras en los países asiáticos los gobiernos tienen libertad casi absoluta para vigilar la vida de sus habitantes, en los países occidentales existen fuertes restricciones en materia de privacidad y uso de la información personal.
En China, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, la información obtenida permitió identificar riesgos de infección, detectar a infectados, localizar a las personas con los que tuvieron contacto, y asegurarse de que los enfermos cumplan con su cuarentena. Asimismo, los datos obtenidos fueron explotados a través de plataformas robustas de big data e inteligencia artificial, lo cual hizo posible que se pudieran desarrollar e implementar estrategias efectivas de prevención y predicción de riesgos (https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.htmlc).
Ya había antecedentes del uso de la biopolítica digital en China con la puesta en marcha de sistemas de crédito social, donde se otorga y se regulan los préstamos por medio de la valoración y evaluación social de las personas (http://marcopaz.mx/2017/11/08/sistema-de-credito-social/).
Los resultados obtenidos en el control de la pandemia por igual están redefiniendo las especialidades de quienes deben de intervenir en la atención de las pandemias. Siguen siendo necesarios los epidemiólogos y especialistas de la salud, pero ahora hay que sumarles a los científicos de datos.
También para los resultados obtenidos ha sido muy útil la abierta colaboración con los gobiernos asiáticos de los propietarios de las tecnologías, las plataformas sociales y los proveedores de Internet y de telefonía celular, debido a sistemas legales que lo permiten, muy basados en su cultura proclive al respeto de la autoridad. Ello sería impensable en los países occidentales.
Todo lo anterior está trayendo consigo un nuevo debate: hasta dónde se puede tener acceso a la recopilación de información de los habitantes de un país. En esta coyuntura sanitaria, y a la luz de los resultados de los países asiáticos, pareciera que es una buena idea permitirle a los gobiernos la instrumentación de amplios sistemas de video vigilancia y monitoreo digital de las personas. Pero para nuestros sistema de libertades y respeto a la derechos individuales, ello sería un hecho inadmisible.
Podría pensarse que el potencial de tecnologías como el big data y la inteligencia artificial para beneficios comunes, no solo para el caso de pandemias, sino también para el combate a la delincuencia y el ciberdelito, están directamente ligados a la libertad de recopilar la información de las personas por parte del estado. Al menos en cuanto a su efectividad.
La pandemia va a traer consigo muchos temas a debate de ideas, sistemas y reglas que deberán de ser debatidas y reformuladas, porque los riesgos de un mundo globalizado y conectado llegaron para quedarse. El potencial de las nuevas tecnologías es enorme, pero igual puede ser su daño por un uso inadecuado de la información obtenida. Las preguntas próximas a responder serán hasta dónde, para qué, quién puede hacerlo y quién y cómo se podrá controlar.
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