El presidente de Estados Unidos Donald Trump afirmó que designará como terroristas a los cárteles mexicanos, lo que ha alebrestado el sentimentalismo nacionalista en todo el país. No faltan quienes ven a Estados Unidos invadiéndonos como si fuéramos Siria o Afganistán, y olvidémonos de lo que se dice en las redes sociales donde las teorías de conspiración abundan. Lo que sí es un hecho es que independientemente, si el gobierno de Estados Unidos incluye o no oficialmente a los cárteles mexicanos en la lista de organizaciones terroristas, la “estrategia” del presidente López Obrador de abrazos no balazos ha terminado.
Conforme se acumulan las cifras de homicidios, este año se proyecta para ser el más violento desde que se llevan registros, y los hechos ocurridos en Culiacán el mes pasado tampoco ayudan para argumentar en contra de las intenciones del gobierno estadounidense. Al mismo tiempo en que el presidente López Obrador intenta desviar la atención hacia que su gobierno es más humano que los anteriores e implementa una estrategia distinta a la de los gobiernos anteriores, mientras que en la realidad las corporaciones policiacas estatales y municipales, así como la fiscalía general de la República ven reducidos sus presupuestos, y las acciones que hasta ahora se han implementado en materia de combate al crimen organizado no son muy diferentes a las de sus predecesores, pero en el discurso la estrategia que se repite una y otra vez es abrazos, no balazos y no se combate el fuego con el fuego.
El principal argumento de quienes se oponen a que los cárteles sean clasificados como terroristas, es que los cárteles no ejercen violencia en búsqueda de derrocar al gobierno, y tampoco defienden una ideología religiosa. Pero los cárteles mexicanos si hacen acciones terroristas, ya que utilizan la violencia para sembrar terror en la población con la intención de controlar territorios estratégicos para la operación de sus negocios criminales, y como resultado hay muchas regiones del país que se encuentran bajo el control del crimen organizado. Basta con recordar cómo el cártel de Sinaloa en cuestión de minutos logró sitiar Culiacán una ciudad de casi 700 mil habitantes y capital de un estado de la federación, y logró la liberación de uno de sus líderes eso sí, no antes de sembrar el pánico y amenazar con tomar las vidas de ciudadanos y familiares de militares.
Y de cumplirse el peor escenario posible, en que Estados Unidos declare como organizaciones terroristas a los cárteles mexicanos, lo que implicaría disponer de más recursos y el apoyo de más agencias de su gobierno para combatir a los cárteles, es verdad que podrían planear operaciones de inteligencia y detención de miembros de los cárteles dentro del territorio mexicano, pero seamos honestos si en este momento decidieran ejecutar una operación de esa naturaleza no hay mucho que el gobierno mexicano pueda hacer al respecto más allá de pronunciarse en contra.
Mientras que al incluir a los cárteles en la lista de organizaciones terroristas, el gobierno estadounidense prohibirá que sus ciudadanos y empresas establezcan relaciones con estas organizaciones, lo que significa que los ciudadanos norteamericanos que participan en el lavado de dinero o venta de armas a los cárteles ahora podrán ser acusados de tráfico de armas a organizaciones terroristas y financiamiento al terrorismo, delitos mucho más graves que los que actualmente podrían obtener, además de que más agencias de procuración de justicia podrán perseguirlos y no olvidemos mencionar que los consumidores de drogas en Estados Unidos podrán ser acusados de financiar al terrorismo por comprarle sus productos a los cárteles.
Independientemente de lo que pase, la estrategia de seguridad del gobierno mexicano tiene que cambiar, ya que si bien la declaración de Trump fue más una acción que una amenaza, es solo cuestión de tiempo para que el tráfico de drogas sea utilizado para amenazar a México, como ocurrió el pasado mes de mayo con la migración, lo que significa que una nueva estrategia en materia de seguridad deberá implementarse le guste o no al gobierno mexicano, por lo que es la oportunidad perfecta para reflexionar si en realidad podremos resolver el problema de la violencia de los cárteles nosotros solos, pues ya han fallado gobiernos de tres partidos diferentes, y si la soberanía es el único impedimento, en este momento hay muchas regiones y ciudades del país, donde el gobierno mexicano no ejerce dicha soberanía pues esos territorios están en control del crimen organizado.
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