Después de seis meses de gobierno, nos hemos acostumbrado a escuchar cómo el presidente Obrador, descalifica todo dato que no le favorezca o no esté en línea con su propia visión del desempeño del país. Incluso si estos datos provienen de su propio gobierno. Siendo el ya conocido “yo tengo otras cifras” la primera respuesta ante cualquier cuestionamiento, sobre el tema del momento en la opinión pública.
Luego de la publicación de las cifras de trabajadores afiliados al seguro social, donde se reveló que durante el mes de mayo solo se generaron 3,900 empleos formales, lo que representa una reducción del 88% de empleos creados, en relación con mayo de 2018.
La reacción de la prensa a las cifras de empleo provocó la última descalificación del presidente ante datos oficiales, argumentando que no se tomaron en cuenta a los becarios del programa jóvenes construyendo el futuro, ni a los beneficiarios del programa sembrando vidas.
Al día siguiente de la publicación de estas cifras, los mexicanos fuimos testigos de cómo el presidente presionó al director del IMSS a comparecer en la conferencia mañanera y en entrevistas en diversos programas de radio y televisión, donde se vio obligado a comparar las cifras de mayo con los inicios de sexenios anteriores y a cantinflear sobre contra qué periodo se debieron comparar las cifras de empleo, con la intención de que el dato se perciba menos negativo.
Lo más lamentable de esta situación, no es la manera cómo se recurrió a malabarear los datos para esconder la realidad sino, ¿por qué el director del IMSS tiene que explicarnos si las cifras de empleo son negativas o no?
En pocas palabras, la mejor explicación es la frase “No maten al mensajero”. El IMSS lo único que hizo, fue publicar el número de trabajadores afiliados. Un simple dato que si bien, nos sirve para saber cuántos empleos formales se crearon en México, la obligación del IMSS ante este tema, termina en la publicación de los datos, mientras que la explicación, sobre la situación de la economía recae en otras secretarías.
El no llamar a la persona adecuada para explicarnos la situación económica del país, es solo una muestra de cómo el presidente Obrador toma decisiones, cegado por la crisis en turno, con la única intención de mitigar sus efectos mediáticos, a la mayor brevedad posible, aunque no sea de la forma correcta, ni con las personas correctas.
Este tipo de reacciones o decisiones apresuradas, son lo que hacen más peligrosa su expresión “yo tengo otras cifras”. Ya que posteriormente a este incidente con las cifras de empleo, se ha escuchado en diversos medios, cómo el presidente está presionando al director del IMSS para que esta cifra considere a los becarios del programa jóvenes construyendo el futuro.
Hasta este momento, el director del IMSS no ha cedido ante la presión del presidente, pero de hacerlo se crearía un peligroso precedente, ya que para que un dato sea medible, debe ser comparable con otro dato obtenido con la misma metodología.
Imaginémonos, que fácil sería resolver los problemas del país simplemente alterando las estadísticas o los indicadores económicos. Hoy es el número de trabajadores formales, mañana puede ser la medición de la inflación, o más fácil, si cambiamos la forma en que se mide la pobreza, en 5 años oficialmente se reduciría el número de pobres a los niveles que el presidente prometió en su campaña.
El manipular las estadísticas y los indicadores, no solo es peligroso porque nos engañaremos a nosotros mismos, sino porque obviamente la realidad de México no cambiará y habremos perdido la capacidad de medirla, y consecuentemente tomar las decisiones adecuadas para corregir al país una vez que termine la 4T.
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