Mucho se habla en últimas fechas sobre todas las cosas que están mal en nuestra ciudad, país, continente, en el mundo, cómo lo podemos mejorar es una constante en casi todas las disertaciones. Hace unos días estuve en una conferencia, Guitanjeli la impartió, ella simplemente nos relató sus experiencias, sus andanzas por todo el país sanando a muchas personas que se encuentran enfermas.
Ella es de esas pocas personas que conozco y realmente predican con el ejemplo. Tiene un método especial, cura con agua helada, masajes, acupuntura y algunos preparados naturistas que ella misma elabora, no cobra, es por donativo.
Lo malo de los donativos es que queda a la consideración del donante y muchas veces quienes asistimos estamos más dispuestos a pagar por un depilado de cejas o por un whisky, que por un tratamiento para desintoxicarnos y sanarnos. En esta ocasión lo que escuché de Gitanjeli me dio la sensación de comprensión, de amor de su parte hacia nosotros, al ser humano: “Yo seguiré viniendo a esta ciudad”.
La recolección económica fue casi nula, a pesar de eso ella expresó su decisión de regresar. Su visita anterior fue casi cinco años atrás “los encuentro lastimados, enfermos. Tendré que venir más seguido, tal vez cada mes”. La miré son asombro, ni siquiera donamos lo suficiente para cubrir la gasolina del viaje de regreso a la ciudad donde ella vive.
Recordé como muchos años antes en la clínica donde ella atendía había muchas carencias, sin embrago todo aquel que llegaba era atendido con prontitud y suma amabilidad, tanto por ella, como por su esposo e hija. Hoy en día, me di cuenta que ya tiene grupos de personas entrenados que la asisten en varias ciudades de nuestro país.
Me asombré cómo ha logrado, ella sola, avanzar, avanzar, a pesar de las adversidades, de curar sin cobrar, de andar por todo el país a pesar de la violencia y seguir adelante, sin desanimarse.
Su conferencia se basó en nuestra toma de conciencia, en nuestros egos, y de lo poco que nos queremos, del por qué de tanta violencia, maltrato de los unos para con los otros, de la cara que ponemos ante los demás, de nuestro papel de víctimas, de nuestras posturas de agresores, de cómo hemos contribuido a la situación actual. Todos somos parte y parte, señalamos con facilidad, sin darnos cuenta que es muy fácil pasar de agredidos a agresores.
El machismo, por ejemplo, es uno de los males más perniciosos de nuestra sociedad, nos espantamos si Trump hizo o dijo ¿y aquí? Y lo peor, es que a veces las mujeres son más machistas que muchos hombres. “Mejor trabajemos con nosotros… Cómo podemos avanzar si no nos queremos nosotros, ¿cómo es posible aportar a los demás?”
A ella no le importan los credos, ni el estatus. Ella quiere que la gente encuentre su propio camino, lo que cada quien busca y por lo que escuché en la conferencia, todos deseamos un lugar lleno de paz y armonía.
Su conclusión: “En esta ciudad, Acapulco, hay mucha desolación. La gente está frustrada, asustada, con muchos miedos y desanimada, hay que cambiar esos pensamientos, volver a vivir, a salir, a sentir, ¡A vivir!”.
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