Hoy en día vemos con frecuencia grandes controversias, tanto a nivel nacional como familiar, la crítica se vuelve fácil y ligera… Si bien es una actitud necesaria -por no decir INDISPENSABLE- para todo ser humano, el punto es que muchas veces nuestras pláticas empiezan con suavidad y terminan en gritos.
A muchos mexicanos nos gusta elevar la voz, gritar cuando sentimos que estamos perdiendo “la jugada” sobre lo que sea, entonces nos empezamos a enojar…, y ¿CÓMO DIALOGAR? ¿Cómo entablar una comunicación real, profunda, donde además de plantear nuestra propia posición seamos capaces de ESCUCHAR AL OTRO, de llegar a un consenso…? Es difícil a todos los niveles.
Muchas veces nos guía el enojo, el ego, la envidia… Criticamos por frustración, a veces porque pensamos: “NO PUEDO hacer lo que hacen los demás y yo quisiera”. Tal vez golpear, maltratar, robar, arrebatar. Con estos antecedentes, ¿cómo podríamos dialogar? Recuerdo un “chiste” que alguna vez me contaron y me da tristeza, porque no veo la gracia, sino un recordatorio de nuestra idiosincrasia.
El chiste decía más o menos así: “Esta el papá con el hijo. El papá le dice al hijo, mira hijo ves a ese del carrazo deportivo último modelo pues es un Pend… Mira hijo aquél que va por allá con la muchacha que parece modelo pues es un Pend… Después de varios ejemplos ilustrativos similares el papá le pregunta al hijo… ‘Hijo y tú qué quieres ser cuando seas grande…’ El jovencito raudo y veloz contestó: ¡YO QUIERO SER UN PEND… PAPÁ!”.
Si nos remontamos a la psicoterapia se habla mucho de las proyecciones. Ponemos en voz de otros aquello que deseamos decir, sentir, ser. Cuando pasamos la mayor parte de nuestras vidas criticando al “OTRO” ¿De quién estaremos hablando realmente?
¿Cuál es la razón de que estemos tan decepcionados de la política? El cambio de partidos ha servido de poco, la corrupción crece y crece o tal vez simplemente está más expuesta a nuestra vista. Todos queremos el ÉXITO -o por lo menos la mayoría- ¿Cuál éxito? El éxito económico.
Los valores, la ética, la excelencia, la honorabilidad ¿Dónde han quedado? La corrupción es un gran problema nacional. Escuchamos esto con frecuencia y volteamos a ver a todos lados: Los políticos, los maestros, los funcionarios… Y… ¿Dónde están los ciudadanos?
Si buscamos un poco encontramos personas que se pasan los altos porque llevan prisa y dan mordida, padres que aceptan malas prácticas del maestro y no lo reportan, mamás haciendo tareas a sus hijos, comerciantes extorsionados por los inspectores porque no tienen sus papeles en orden, empresarios evadiendo al fisco, políticos que no les importa el bien común sino triunfar a todo costa.
La crítica es fácil cuando la persona pasa por alto que “SOY PARTE DE ESO QUE CRITICO”. Mientras el SER vea hacia afuera se sentirá ajeno a su propia reflexión. Quien lo desee podría hacer un ejercicio práctico: ¿Cómo es la democracia en casa? ¿Cada quién hace su parte de forma responsable, ética y eficiente? ¿Todos se cuidan y protegen? ¿Todos actúan por el BIEN COMÚN?…
Tenemos un país en movimiento, no es lo mismo hoy que hace quinientos o cien años. Hay mucha gente valiosa, propositiva, conciliadora, sólo que se necesita más, unir fuerzas en lugar de jalar cada uno para su lado.
¿Cómo avanzar si no nos ponemos de acuerdo para continuar? ¿Qué es más importante tener razón o mejorar una nación?
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