Pasamos por exámenes… —molestos, por cierto— pero el deseo de tener al bebé era más fuerte que las incomodidades. Análisis médicos para él, para mí… finalmente, se encontró la causa. Después, continuar con los tratamientos —otra pequeña pesadilla— aunque TODO lo valía. Tenía el deseo, la esperanza de que este peregrinar llegara a feliz término…, con un bebé durmiendo en mi regazo.
Pasaron días, semanas, meses. Empezamos por el tratamiento más sencillo… Hasta llegar al más complejo. Pusimos todo nuestro esfuerzo. Seguíamos las instrucciones de los médicos ¡Hacíamos la tarea MÁS que al pie de la letra! Los comentarios alentadores de los especialistas nos estimulaban para seguir adelante, intento tras intento. Finalmente…, se terminó nuestra esperanza.
En retrospectiva, creo que nos faltó información o tal vez la tuvimos en exceso. Quizá fue la indecisión ¿Qué faltó? Aún no lo sé. Los procesos de fertilización no estaban tan evolucionados como hoy. Hace quince años no existían el número de clínicas, ni los avances, menos aún las facilidades económicas. Era complicado y costoso.
Las pérdidas son difíciles de aceptar, la esperanza es lo último en morir —la persona se aferra a ella lo más que puede—. A veces no se asume la pérdida y, en secreto, se termina preso de ella.
Cuando las posibilidades se acabaron, la ira surgió. El desánimo penetró en nuestros corazones mientras la meta se disolvía. Entre más se alejaba la ilusión, la depresión se iba apoderando de nosotros. Mi esposo se refugiaba en las interminables opciones… Aunque sé que él también sufría… Y mientras ello sucedía, nuestras reservas económicas DISMINUÍAN.
Cuando se pierde la ilusión es común buscar explicaciones. Después llega el enojo y la mirada se agudiza buscando sobre quién descargar la ira. Se entra en una especie de “CÍRCULO DEL FRACASO”: tratamiento-espera-desilusión. Cada tratamiento fallido se convierte en un duelo, es como casi tener al bebé y volverlo a perder. Las emociones son exaltadas por la repetición constante del querer y no poder. La pareja oscila entre la depresión, la ira… la desesperanza.
La constante pérdida, el mal humor, el insomnio, las preocupaciones económicas empezaron a cobrar factura. Me enojaba con frecuencia y mi esposo era el depositario de tanta frustración.
En estas situaciones, generalmente, la atención se centra en la mujer. Sin embargo, la angustia, la tristeza y la depresión se presentan igual para ambos. El hombre tiene sobre su espalda doble carga: apoyar a la mujer para salir adelante, mientras él queda relegado a sufrir por los rincones su propia decepción y desánimo.
“¡Oh! no, –por fin comprendí- recogeré los juguetes guardados, los vestiditos comprados, juntaré los ensueños envueltos en suspiros y los lanzaré de nuevo al universo… Despertaré y volver a empezar…”
Soy un ser con suerte: Mi pareja, mis papás, mis hermanos, mis amigos. Estoy rodeada de cariño y respeto. Y TENGO algo MARAVILLOSO… MIS SOBRINAS, las amo y ellas a mí… ¡Cuál es la diferencia cuando se AMA EN VERDAD!
A lo largo de la vida se nos presentan infinidad de oportunidades para crecer y resurgir de los momentos de crisis. Escoger: ¡Llorar por lo que NO TENEMOS o DISFRUTAR LO QUE LA VIDA NOS DA!
Foto: mujer.starmedia.com
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