-Mi papá no me quiso conocer cuando nací porque era mujer, él quería un niño.
-Y, ¿cómo es la relación con su papá?
-No, el murió poco después de casada… Pero me llevaba bien con él.
-¿Y con su esposo cómo se lleva?
-Él es una buena persona, pero cuando se enoja puede ser muy agresivo, además le gusta tomar y entonces no mide las consecuencias.
-¿Cuáles consecuencias?
-Bueno, pierde los estribos y se pone furioso…
-¿Nada más se pone furioso?
Es frecuente la violencia dentro de las familias, muchas veces hasta las propias mujeres las consideran parte de la relación. Las agresiones marcan, sobre todo si éstas se reciben desde pequeños y quedan huellas que algunas veces sanan con el tiempo, mientras otras se esconden a la vista pero siguen ahí, ocultas, esperando el momento de hacer su aparición.
-No me atrevo a separarme de mi esposo.
-¿Por qué?
-Porque él amenaza con quitarme a los niños.
-Y eso ¿cómo es posible?
-Yo creo que si, él dice que ningún juez me los va a dar.
-¿Y ya consultó usted con un abogado?
A muchas mujeres les sucede que cuando el marido las espanta ellas creen a pie juntillas la amenaza. Ni siquiera consultan con un especialista las posibilidades, simplemente aceptan. El temor y el sentimiento de debilidad e indefensión son tan altos que les resulta difícil creer que ellas se puedan enfrentar a sus esposos y salir triunfantes.
Estos sentimientos, forjados desde edades tempranas, es común encontrarlos en la mujer. Se alojan en el inconsciente y muchas veces guían sus actos sin darse cuenta de dónde vienen esos miedos.
El problema es que, si no se busca ayuda externa, la violencia dentro de la familia afectada va creciendo hasta llegar a un punto en que ya no hay forma de contener al agresor y entonces la mujer se expone a un peligro inminente.
En México el feminicidio se ha incrementado en los últimos años. De acuerdo al Instituto Nacional de Mujeres (Inmujeres) cada día mueren 7 mujeres por violencia extrema. (Información de Milenio, política).
Feminicidio: Violencia extrema contra una mujer por el sólo hecho de su género.
Existen muchas variables a corregir, desde la familia reproduciendo estructuras de violencia; las instituciones gubernamentales poniendo en riesgo la integridad de las mujeres al ignorar las denuncias y minimizar el peligro en el que ellas se pueden encontrar. Las propias funcionarias, mujeres, olvidan que ocupan esos puestos exprofeso para que exista comprensión y empatía. A lo anterior sumémosle la corrupción, el desinterés, la apatía de la propia sociedad. Muchos factores, todos entrelazados y por ello complejo de solucionar.
Se requiere el trabajo conjunto de todas las partes afectadas. En este caso la sociedad completa. Es una labor ardua, constante, firme… Donde cada uno de los participantes se comprometa a hacer su parte. Este es un cáncer que corroe desde adentro y, al crecer, afecta a toda la sociedad, a todas las familias, niños, mujeres y hombres.
Podemos creer que en su soledad esa mujer enfrenta a otro ser que manifiesta su fuerza y poder sobre ella en un aislado y solitario momento, sin embargo, ahí en esos instantes cuando él descarga su ira y ella cae en su último aliento, no están solos. En la descarga de esa mano golpeadora y de ese cuerpo indefenso está representada toda esta sociedad muda, impasible y temerosa, que al final de cuentas lo que busca es ese camino para respirar en paz y ser feliz.
Para ser libres, sanos, fuertes y vivir en armonía hay que comprender que todos somos ese algo llamado SOCIEDAD y todos somos responsables por lo que en ella sucede. Y como diría Thomas Reid…
Y tanto juntos, como individualmente “somos tan fuertes como nuestro eslabón más débil”
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