Por un momento se quedó sentada mirando al vacío, su mirada estaba fija sobre la pared color blanco, permaneció así durante largo rato, después volteó a mirarme… “Observé la peluca sobre el tocador. No sabía si quería ir con mi esposo o no. Mejor dicho, si quería salir de la casa o esconderme en el rincón más apartado dentro de ella para SIEMPRE”. –Dijo-.
A través de sus palabras, de su expresión, incluso del movimiento de sus manos se veía su desánimo, su frustración…, su enojo. Sacudió la cabeza y reinició la conversación. “Desde que me enteré, mi vida cambió por completo…., vivir con la amenaza de la muerte a cuestas, no sé si podré salir adelante… Mucha gente me dice ‘Échale ganas’. Mientras yo sólo quisiera desaparecer”.
“¡El cáncer me está quitando todo…! Mi vida. Mi esposo…, con decirle que ya no quiero ni verlo, le dije que se saliera de la recámara… Ya no duerme conmigo.” –Me levanté y le acerqué la caja de pañuelos. Ella los tomó y se secó las lágrimas- “Junto con mi salud lo estoy perdiendo TODO” –Aseveró- “Lo único por lo que sigo aquí, son mis hijos, mis pequeños, de 8 y 10 años –Rosy y Manuel- ¡Quién los va a cuidar!”
La pérdida más grande es la PÉRDIDA de la PROPIA VIDA. El IMPACTO es tan fuerte que la desolación, desconsuelo, ira, parecen los únicos compañeros. Todo se ve negro y sin futuro. La persona necesita TIEMPO para procesarlo.
Valentina volvió a hundirse en el silencio. Estaba en tratamiento contra el cáncer de mama, las quimioterapias estaban dejando ver los estragos en su persona. Había decidido usar peluca porque “de mi lindo cabello sólo queda el recuerdo”… Confesó odiar su peluca. ¿Odia su peluca? –Pregunté- “Me veo fea con ella, temo que se desprenda y la gente se dé cuenta, por eso no quiero salir” –Contestó-
Entonces no quiere salir de casa por temor a que se desprenda la peluca –Repetí y pregunté- ¿Qué pasaría si estando usted en la calle se le cayera? –Me respondió enojada- “¡Tendría que dar explicaciones! Todo mundo se enteraría del cáncer y eso… Eso es muy difícil para mí…”
Muchas veces las personas con esta enfermedad se sienten culpables, quisieran esconder el hecho de la enfermedad. Olvidar, bloquear y desconectarse de sus sentimientos es un alivio momentáneo mientras van aceptando su realidad.
–De pronto me dijo- “Voy a romper la peluca en este momento…” ¡Sí, adelante! –Respondí- ¿Está segura que quiere hacer eso? –Asintió con la cabeza-. Bueno, -Continué-, antes déjeme preguntarle ¿Ha pensado en salir sin ella?… ¿Cómo se sentiría? Una vez más volvió a mirar a la pared, mientras reflexionaba y yo continuaba preguntando ¿Qué pasaría si las pelucas no existieran?…
“…Ya no soy yo” –Expresó con un susurro- “Es como si fuera otra persona, me da miedo la calle, me da miedo estar con mi esposo, hasta salir con mis amigas… Ellas me llaman y no les contesto. Todo me da miedo… Estoy enojada… ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí?… Es como si hubiera hecho algo malo y Dios me estuviera castigando… Mire…, me estoy quedando sola.
Los sentimientos de culpa, ira, ansiedad y tristeza, son parte de la aceptación. Perder la salud es un DUELO y hay que vivirlo para superarlo. Las etapas del duelo son: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Las personas en esta situación requieren un tiempo para estar solas, necesitan descansar, dormir y procesar.
Valentina volvió a sumirse en sus pensamientos. Y repitió “Si las pelucas no existieran” Su esposo le había regalado tres para que ella probara con cuál se sentía mejor. “No se me había ocurrido pensar eso” –Se dijo a sí misma- “Me sentiría muy mal”. Valentina es una mujer que disfrutaba verse bien. Le encantaba la ropa, maquillarse, “me gustaba mirarme al espejo y sentirme bella”.
Me confió que por eso ya no quería salir con Raúl. Se sentía fea para él. Valentina –Le pregunté- ¿Cómo va la relación con su esposo? “Él se ha hecho cargo de todo, de los niños, la casa…, me regaló tres pelucas –Respondió- Me invitó a salir para festejar nuestro aniversario… Hasta ahora sólo he pensado en mí. Le dije a Raúl que no íbamos a ninguna cena…, lo voy a volver a pensar. Él me quiere, se preocupa por mí…, he sido injusta con él”.
Al finalizar la sesión Valentina se levantó, se irguió, acomodó su peluca, se pintó los labios, me abrazó… Que disfrute de su cena –Le dije al responder a su abrazo- ella asintió y se despidió.
Cuando se sufre, es difícil percatarse de los sentimientos de los demás, sin embargo, es posible RESCATAR LO BUENO que LA VIDA brinda, ¡Si se está DISPUESTO a ABRAZARLA y DISFRUTAR!
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