Muchas veces he escuchado, a padres y madres decirles a los hijos “por mí/nosotros no te inquietes, ya veremos cómo le hacemos, tú cuida a tu nueva familia”. Sin darse cuenta les quitan la responsabilidad que tienen para con ellos.
Durante mi vida profesional me he dado cuenta que a los padres no les gusta recibir el dinero de sus hijos, se sienten incómodos, como si les quitaran algo. En cambio se sienten satisfechos y contentos mientras son ellos quienes brindan su apoyo.
Si bien es totalmente razonable el apoyo de los padres a sus hijos cabría preguntarse ¿hasta dónde? Tal vez cuando ellos sean autosuficientes los papás pueden permitirles fortalecer sus alas para levantar el vuelo.
Con frecuencia los padres se sienten en la obligación de ser ellos quienes continúen siendo los proveedores de sus hijos aún cuando estén casados y a veces hasta de los nietos… “¡Son MI sangre y los tengo que ayudar!” es una oración que escucho con frecuencia.
El punto es: No siempre TODO el tiempo los padres estarán en condiciones de ser autosuficientes y llegará el momento que necesiten de la gratitud y RECIPROCIDAD de sus hijos, a veces en dinero, otras en especie y en muchas ocasiones, más un abrazo recordándoles que son AMADOS…
Los niños y los bebés ponen una sonrisa en el rostro de quien los observa, inundan nuestro corazón con ternura e inspiran toda clase de buenos sentimientos… Los “viejos”, si los volteamos a ver será ganancia, se les ha perdido el respeto, la admiración, el cariño… Muchas veces ni ellos mismos comprenden la razón.
Hay una frase que es clara al respecto y suele mencionarse con regularidad “los viejos van para abajo, los niños para arriba… Tienen toda la vida por delante”. Cierto, es cierto… Y yo me pregunto: ¿En qué parte se perdió nuestro agradecimiento por los padres? ¿El amor que de pequeños llenaba nuestro ser por ellos y jurábamos sería ETERNO?
Sí, cierto que infinidad de ocasiones nuestro cuerpo fue testigo adolorido de los cinturonazos, jalones de orejas, castigos, decepciones, ausencias y demás… Así como hay padres desobligados, también los hijos pueden pecar por omisión e irresponsabilidad, si no los veo, no tengo obligación para con ellos. Finalmente al crecer somos lo que somos por nuestros padres, su constancia nos mantuvo vivos, a flote, a pesar de tantos tropiezos y caídas.
En la tradición china los abuelos son la sabiduría, es de buena suerte tener un ancestro viviendo en casa, nos enseña el camino, tiene el tiempo para transmitir sus experiencias, para orientarnos, para comprendernos y…, también para apapacharnos.
¿Quién no recuerda a su abuelo cuando a los 7 u 8 años nos tomaban de la mano y nos llevaban a pasear? Pues ellos gustosos ayudaban a cuidarnos, mientras papá y mamá salían a trabajar… Ahora ya tendrán 80 años o algo más…
Con el paso de los años los papás ocupan el lugar de los abuelos y son ellos quienes necesitan de manos y oídos que les quieran escuchar, apoyar, apapachar… Y muchas veces se sienten solos, porque en ocasiones su pareja ha partido ya: ¿Dónde están los hijos? ¿Dónde los nietos que los quieran COBIJAR? ¡Como antaño cuando ellos nos llevaban a PASEAR!
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