Y seréis como dioses

Desde que nuestros inteligentísimos ancestros se creyeron la primera gran mentira...

27 de octubre, 2017

 

Desde que nuestros inteligentísimos ancestros se creyeron la primera gran mentira (mentira que seguimos creyendo a la fecha), hemos venido pagando el precio de esa credulidad atados a nuestra arrogancia.

A partir de ese primer cuento chino, surgió una de las “grandes conquistas” de la humanidad: La separación de la iglesia y el estado.

Lo que no le dijeron a los pueblos, fue que por “estado” se estaban refiriendo exclusivamente a la clase política; a los que viven a nuestra costa.

Por “iglesia” no se referían a la institución a cuya sombra lucran tantos falsos profetas y fariseos.

Se referían a Dios y todo lo que huela a Dios, porque a los gobernantes que se creen supremos, les estorba la presencia de una divinidad que por definición es superior a ellos.

Una vez consumada la abolición de Dios, el vacío fue llenado por una fauna variopinta de altezas serenísimas, reyes, emperadores, dictadores, ministros, “amados líderes”, primeros mandatarios, jefes máximos, comandantes supremos, presidentes, adalides, próceres y demás paladines.

¡Pero la “chamba” de la divinidad no se quedó vacante!

Políticos de todos los colores y tallas se han convertido en dioses sexenales, cuatrienales, vitalicios, dictatoriales, democráticos, plurinominales, de sangre azul, populistas, neoliberales, imperiales, parlamentarios, verdes, tricolores y demás fauna presupuestívora.

Al son de la separación entre iglesia y estado, surgió un nuevo dios; el dios en turno.

¿Qué al “tío Pepe” Stalin, heredero de Lenin le caían gordos los ucranianos?

El “dios” soviético en ejercicio indiscutido de sus atribuciones “divinas”, mandó a millones de ucranianos al “paraíso comunista” de Siberia, donde se refrigeraron junto con los mamuts, para beneplácito de los futuros paleontólogos que podrán estudiar sus restos conservados bajo las nieves eternas.

¿Qué a los “padres fundadores” de los Estados Unidos se les antojaba disfrutar de las playas y las costas de California, de las llanuras tejanas y de las cálidas tierras de Nuevo México?

No problem!

Como si fueran Moisés descendiendo del Sinaí, decretaron que era su “destino manifiesto” expandirse hasta el Oeste y hacia el Sur, y extender su credo evangelizando la veneración a un dios hecho a imagen y semejanza de sus ambiciones, para fregarse a los mexicanitos, masacrar a los indios pieles rojas, o educar al tío Tom y sus demás paisanos de color serio, en las delicias de obedecer al hombre blanco.

¿Qué al Führer alemán le caían gordas las gentes de nariz prominente y cuentas bancarias abultadas y necesitaba agrandar su pequeño país hacia el Este?

No habiendo más dios que la raza blanca con ojos de canica azul, nada le impidió seguir el ejemplo de los gringos (como dice Norman Finkelstein en su libro “La Industria del Holocausto”) y hacerle a los ucranianos, polacos, rusos y demás “sub-humanos”, lo mismo que Andrew Jackson y James Polk nos hicieron a los “sub-humanos” mexicanos.

¿Qué a los descendientes neoyorkinos del dio$ encarnado en el Becerro de Oro se les antojan las terneras humanas aunque no para guisarlos como milanesas, sino para devorarlos con su lujuria?

¡La cosa es sencilla, y sin tener que consular ni la sección amarilla!

¿Qué no para eso son los dueños y señores del Banco Mundial?

Basta con separar en dos una palabreja, y cambiarle el acento de la “é” a la “ó”, de manera que no hablemos de que la cosa se degeneró, sino de la ideología de género.

Los países que se rehúsen a implantar la ideología de género en sus escuelas, quedan fuera de las ayudas desinteresadas de los organismos financieros internacionales, ¡y listo!

La ideología de género ya ha sido probada científicamente con gran éxito en las granjas industriales.

Las vacas ya pueden engendrar sin jamás haber sido tocadas por un toro; sus crías han aprendido el total desapego suprimiendo la dependencia materna de los becerros, hasta el punto de no ser jamás amamantados.

Ya no existe diferencia entre gallos y gallinas. La selección biogenética industrial ha logrado producir “carne” sucedánea que ya ni siquiera hay que desplumar. Si el progreso de género continúa, en vez de tener que recurrir a ovíparos, las industrias proveedoras de Kentucky Fried Chicken, McDonald’s  y similares, darán a luz macnugets directamente.

Pero ¡cuidado! Porque en el pecado se lleva la penitencia; y como decía mi padre: no hay nada más costoso que andarle corrigiendo “la plana” a Dios.

Y si no me creen, para muestra como un botón, ahí está el SIDA que no es un castigo divino, sino consecuencia directa de nuestras libertades sin inhibiciones…

Los arqueólogos no se dan abasto entre las ruinas de imperios cuyos monarcas iban a gobernar miles de años, y que creyeron en su vanidad estúpida, que SERÍAN COMO DIOSES…

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