The pottery barn rule

El único país que ha ofrecido disculpas y ha pagado y sigue pagando indemnización por atrocidades cometidas, es Alemania. El Canciller alemán, Konrad Adenauer, extendió...

5 de julio, 2019

El único país que ha ofrecido  disculpas y ha pagado y sigue pagando indemnización por atrocidades cometidas, es Alemania.

El Canciller alemán, Konrad Adenauer, extendió oficialmente una disculpa a Israel y al pueblo judío, por  los sufrimientos padecidos durante el régimen nacional socialista.

Alemania NO ES de ninguna manera, la única nación responsable de haber cometido genocidio.

En la misma época de los nazis, Inglaterra seguía inflingiedo terribles sufrimientos a la India, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, Kenia, Nigeria, China, Singapur, Birmania, Egipto, Irak, Irán, Paquistán, entre otras de las naciones subyugadas bajo su colonización.

De igual modo, mientras en Alemania existieron las leyes de Núremberg, en Estados Unidos se  aplicaban las leyes de Jim Crow a los negros a los que ahora se sigue discriminando, pero ya se les dice afroamericanos…

Los belgas cometieron tal vez, el más brutal y cruel de los genocidios en el Congo, donde la huella de sus atrocidades todavía se puede ver en los miles de sobrevivientes mutilados por órdenes del rey de Bélgica, en cuyo nombre se amputaban manos, pies, orejas y narices a niños, mujeres y ancianos, si no cumplían semanalmente con una cuota de caucho que exigían sus amos europeos.

La reina Victoria de Inglaterra fue la primera gran narcotraficante a través de la empresa conocida como East India Company que introdujo el opio en China por medio de la fuerza armada.

Cuando el emperador de China  (de la Dinastía Qing) ordenó el decomiso y destrucción del opio británico (cultivado en Afganistán),  sobrevino la Guerra del Opio desatada  por Inglaterra que exigió al monarca chino que le  pagara una indemnización que por cierto, fue cubierta en pesos mexicanos de plata, que a mediados del siglo XIX era la moneda oficial en el país asiático.

Los Estados Unidos de América se edificaron sobre la sangre de esclavos africanos, de pueblos originarios (Native Americans) y de México, sin olvidar las llamadas “repúblicas bananeras” de Centro América, así como Puerto Rico, Cuba, Guam y las Filipinas, que fueron el botín alcanzado por nuestros peligrosos vecinos a cambio de hundir ellos mismos su acorazado Maine en la bahía de la Habana, y endilgárselo como “atentado terrorista” a la Corona Española.

La eufemísticamente llamada “Primavera Árabe”  no fue un movimiento espontáneo surgido aleatoriamente de la  súbita vocación democrática de los tunecinos, egipcios, libios,  sirios, sudaneses y yemenitas.

Los disturbios surgidos simultáneamente en todos esos países, fueron orquestados por  Estados Unidos secundado por sus puertorriqueños de la OTAN.

A esto hay que agregar los desastres de Irak, Afganistán y Somalia que también se deben  la “desinteresada”  intervención de Estados Unidos y sus vasallos europeos.

También podemos añadir  la revolución cubana, la crisis de Venezuela,  el caos de Centroamérica, y nuestra patria misma que paga con sangre para satisfacer  la demanda  del más grande mercado de drogas como es el de millones de adictos en Estados Unidos.

La presencia europea y estadounidense en todas esas regiones del mundo, ha dejado una secuela de horror, miseria, depredación y desesperanza que han hecho imposible la vida en esos países y en muchos otros más.

¿Cuál ha sido el más notable fruto  de la explotación inmisericorde de tantos pueblos a manos de Estados Unidos, Inglaterra, Portugal,  Bélgica, Francia, Arabia Saudita y sus satélites petroleros?

El fruto ha sido la imparable corriente de refugiados que tienen que huir de la muerte violenta, del hambre o de ambas plagas.

Lo irónico es que individuos como Trump de Estados Unidos; Boris Johnson y Teresa May de Inglaterra se quejen amargamente contra esa migración,  cuando sus países han sido los principales causantes de todos los desastres que padecen las naciones despectivamente llamadas “shitholes”  (agujeros de mierda).

Y aquí es donde aplica la norma conocida como “the pottery barn rule”.

Esa ley no escrita dice lo siguiente:

“You break it, you own it”.

“Si lo rompes, lo pagas”.

La aplicación de esta regla, además de justa, es clara e inobjetable.

¿Quién debería recibir a los migrantes provenientes de Irak, Afganistán, Siria, Egipto, Libia etc.?

Deberían y deben recibirlos los países que los han destrozado con invasiones, guerras artificiosas y bombardeos devastadores, dejándolos sin forma de sobrevivir  en sus lugares de origen.

Todos vimos a la monstruosa Hilaria Clinton reírse a mandíbula batiente  de la brutal muerte de Muamar Khadafi a la que ella contribuyó con entusiasmo.

Obviamente que los  mayordomos generales de la ONU jamás invocarían ni van a invocar la “pottery barn rule”  para que los países que han ocasionado los muchos desastres humanitarios  que asuelan al mundo, sean precisamente los que reciban a los millones de migrantes forzados en busca de refugio y asilo,  cuyas vidas han sido destrozadas por esas potencias occidentales.

Estados Unidos, Inglaterra y demás puertorriqueños de la OTAN,  nada más se acuerdan de  los horrores (indudables) del nazismo alemán, PERO no recuerdan sus propios genocidios que siguen cometiendo impunemente como en Yemen, donde la prensa internacional ni siquiera tiene corresponsales que muestren al mundo lo que hacen los Saudíes a los que Trump no hace enojar, porque son los mejores clientes de la  industria armamentista de Estados Unidos.

Fue por esa misma razón que la Casa Blanca no solamente no se quedó callada ante el asesinato y descuartizamiento de Jamal Khashoggi en la embajada Saudí en Turquía,  sino que  de plano Trump invitó a “no hacer olas”  porque los déspotas  concesionarios de la Meca,  son los mejores clientes de Estados Unidos.

Entre los cajones  empolvados donde duermen las peores complicidades, está la felicitación que antes de diciembre de 1941,  le escribió Franklin Roosevelt a Thomas Watson,  director de la filial  alemana de IBM (Herman Hollerith)  felicitándolo por la eficacia del manejo de miles de judíos en los ferrocarriles alemanes, gracias a las tarjetas perforadas que permitieron programar y llevar a cabo la primera etapa del Holocausto Judío y la operación ferroviaria de los campos de concentración y exterminio.

Tampoco hay que olvidar que Estados Unidos le cerró las puertas y le negó asilo a cientos de miles de judíos europeos que suplicaban ser admitidos,  ¡cuando la Alemania Nazi secundaba esa  petición!

¿Qué hace falta para que Estados  Unidos y los otros países causantes de las crisis humanitarias actuales asuman su responsabilidad y acojan como asilados a las víctimas de sus propias acciones?

Solamente puedo decir que lo justo sería que quienes han roto la vida de tantos, se hagan cargo de reparar los daños que ocasionan.

¿Quién y cómo se pueda lograr que se aplique la “pottery barn rule”?

Reconozco que no  tengo idea.

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