¡Qué paladín vas a ser…!

Panchito Madero, el espiritista coahuilense que soltó al tigre (como anunció Porfirio Díaz), cometió demasiados errores graves desde antes de entrar a la ciudad de...

9 de enero, 2019

 

Panchito Madero, el espiritista coahuilense que soltó al tigre (como anunció Porfirio Díaz), cometió demasiados errores graves desde antes de entrar a la ciudad de México el 7 de junio de 1911, precedido por un terremoto que acertadamente, fue interpretado por los supersticiosos como un mal augurio.

Su primer inmenso error, fue permitir que se realizaran nuevas elecciones presidenciales, dando un invaluable respiro a sus enemigos naturales, mediante el interinato de Francisco León de la Barra.

Si ya había ganado  las elecciones presidenciales de 1910, e impuso el respeto a la voluntad popular en un recuento de verdad; un recuento bala por bala, su aceptación de las condiciones impuestas por el régimen en Ciudad Juárez, solamente puede calificarse como una verdadera estupidez.

Por si esto fuera poco, se le ocurrió desmovilizar a las fuerzas revolucionarias  que lo  habían llevado al poder, echándose en brazos del ejército federal que era, sin duda, un bastión porfirista que lo despreciaba y se reía de el sin disimulos.

Secundado por Gustavo; su hermano incómodo, se dedicó a conceder perdones y amnistías en un espíritu de “borrón y cuenta nueva” (¿Dónde he oído eso???) con lo cual, “la bola”, además de que lo arrastró a él, duró muchos años más.

Los dinosaurios de entonces, llamados “científicos” se morían de la risa, igual que  los de ahora.

Como Maderito nada más le hacía caso a sus enemigos y por supuesto, a los espíritus con los cuales consultaba menudo, dejó de ser presidente de la retepública desde el 28 de noviembre de 1911; ésto, según lo decretado por Emiliano Zapata, Caudillo del Sur, en el artículo 2º de su Plan de Ayala, que a la letra dice:

2º  “Se desconoce como Jefe de la Revolución al C. Francisco I. Madero y como Presidente de la República, por las razones que antes se expresan, procurando el derrocamiento de éste funcionario.”

Yo no sé a qué logros se refiera López Obrador, cuando le atribuye a Madero la autoría de una “segunda transformación” de México.

A Maderito, (como le decían hasta en su casa), le pasó lo mismo que a Juan Charrasqueado: no tuvo tiempo ni de montar en su caballo; mucho menos de hacer una transformación de aquel sistema en el que las riquezas nacionales estaban en poder de unos pocos privilegiados, mientras la inmensa mayoría pasaba hambre…

(¿Por qué me suena tan parecido a la actualidad?)

Lo que sí sé, es que  a Madero le gustaba el nepotismo, porque como secretario de Hacienda, designó nada menos que a su primo hermano  Ernesto  Madero Farías.

Quienes lo siguieron a la lucha armada en noviembre de 1910, lo desconocieron como presidente, porque se sintieron traicionados por este joven iluso, que una vez sentado en la famosísima silla del águila (ahí le  hablan al  burro más bonito  de Atracomulco), se olvidó de sus grandes promesas, y se distanció de quienes hicieron posible su triunfo.

En cuanto al apodo de “presidente mártir”, tampoco es cierto, porque Maderito renunció a la presidencia con tal de que le  extendieran un salvoconducto para irse a Paris a montar una farmacia homeopática. De manera que cuando murió, ya no era presidente…

Pa’l caso, presidente mártir, Salvador Allende, que se la cobró a Pinochet, cuando convertido en “paciente inglés” recibió su orden de extradición estando en Londres con su amiga Márgara Thatcher.

El caso es que los más grandes errores de Maderito, pueden resumirse en dos:

La inmensa equivocación de renegar de quienes lo siguieron y lo encumbraron;

Y sus perdones generalizados que hartaron tambien a los militares profesionales en cuyos brazos se echó.

En el  México de 2019, las cosas parecen estarse  pareciendo mucho al de 1913.

Pudiendo haber desaforado a los miembros del “Cártel de los Once”  que lo desafían desde la $uprema Cohorte,  con tan solo desempolvar el expediente judicial del ejido de San Miguel Tecamachalco,  ha permitido que el Poder per-Judicial Federal permanezca  aprisionado por una verdadera telaraña de nepotismo y complicidades, a la que no se debe subestimar.

Debiendo haber actuado de inmediato contra Enrique el Hermoso, que hasta se dio el lujo de saquear Los Pinos como regalito de despedida; y debiendo haber hecho efectiva la demanda de la Nación contra los demás expresidentes vivos, ha dado margen para que le resuciten por lo pronto al Comediante “Marcos a la medida”  (que ahora  se quiere hacer llamar como el licor Galiano), con su circo itinerante del EZLN; y que le estén preparando el regreso del mismísimo Chupacabras.

Bien decían por ahí los entendidos, que “revolución que pacta, se suicida”.

El mismo refrán puede aplicarse a transformación que perdona…

Para domar al tigre que anda suelto, hace falta recordar el verso dedicado por José Juan Tablada a Panchito Madero, en los no tan remotos tiempos de 1911:

“Qué paladín vas a ser

Te lo digo sin inquinas

Gallo bravo quieres ser

Y te falta, Chantecler

Lo que ponen las gallinas…”

No nos podemos dar el lujo de tirar por la borda la oportunidad única de transformar a México  verdaderamente, por primera vez.

 

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