La versión oficial ¡DELGOBIERNO MEXICANO! sobre la historia de México entre 1836 y 1848 es una serie de mentiras.
¿A quién benefician las falsedades que se le dicen a nuestros niños y jóvenes?
¿A quién beneficia decir que el General López de Santa Anna era un “vendepatrias” que le vendió a los Estados Unidos California, Nuevo México y Tejas?
¿A quién beneficia haber ocultado el heroísmo extraordinario de nuestro Ejército Nacional en su defensa de Tejas contra los gringos en 1836?
¿A quién beneficia la versión de que en 1836 Santa Anna reprimió un movimiento libertario que buscaba “la independencia de Tejas” cuando en realidad estaba al frente de la defensa de nuestra patria?
¿A quién beneficia ocultar nuestra extraordinaria victoria en la batalla de El Álamo que duró del 23 de febrero al 6 de marzo de 1836, en la que vencimos a los mercenarios norteamericanos a pesar de la desventaja para nuestras fuerzas?
No es casualidad que los gringos festejen OFICIALMENTE la batalla del 5 de mayo de 1862 en Puebla, PERO NOS CALUMNIEN AL SON DE “REMEMBER THE ALAMO” ¡como si no hubiéramos defendido lo nuestro con todo derecho!
¿A quién beneficia que nadie sepa que el Ejército Mexicano realizó la primera liberación masiva de esclavos al rescatar a 1500 hombres, mujeres y niños africanos que los gringos reclamaban como “sus negros”?
¿A quién beneficia que los soldados mexicanos vencedores en El Alamo, Tejas, en 1836, no estén en el Muro de Honor del Congreso de la Unión?
¿A quién beneficia que ayer, López Obrador haya dicho que el gobierno de Trump respeta a nuestros hermanos que viven bajo jurisdicción de los Estados Unidos cuando sabe que por órdenes de “su amigou” Trump, los niños mexicanos son encerrados en jaulas y separados de sus padres?
¿Por qué motivo habrá sido que Miguel de la Madrid prohibió la reedición de mi libro “Heridas que no Cierran” (1) en 1988?
¿Por qué motivo habrá sido que López Obrador nada dijo ayer sobre el “big beautiful wall” que Trump construye ilegalmente sobre territorio mexicano?
El mensaje de Benito Juarez para el presidente López Obrador dice lo siguiente:
“Que el enemigo nos venza y nos robe si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar el atentado entregando voluntariamente lo que se nos arrebata por la fuerza. Si Francia, Estados Unidos o cualquier otra nación se apodera de alguna parte de nuestro territorio, y nosotros por nuestra debilidad, no podemos arrojarlos de ahí, mantengamos siquiera vivos nuestros derechos para que las generaciones que nos sucedan, los recobren…”.
¿Por qué motivo será que Obrador se niega a escuchar el mensaje de Juárez y se niega a hacer valer nuestros derechos vigentes?
¿Por qué motivo será que López Obrador permite que sigan muriendo nuestros hermanos al cruzar El Río hacia norte en su camino hacia las tierras que nos pertenecen LEGALMENTE?
¿Por qué motivo será que López Obrador, tan aficionado a exigir disculpas a diestra y siniestra, no exige que sea retirada la ofensa a México que inicia la primera línea del himno de los U.S. Marines, en la que los gringos se jactan de haber violado nuestra soberanía, izando su bandera sobre el Palacio Nacional (Palacio del emperador Moctezuma), el mismísimo 15 de septiembre de 1847?
¿Por qué será que Ernesto Zedillo intentó borrar de nuestra historia patria, la gesta heroica de los Niños Héroes de Chapultepec, que defendieron nuestro suelo el 13 de septiembre de 1847?
Zedillo desmanteló la red ferroviaria nacional siguiendo órdenes de los gringos que lo premiaron dándole un empleo en Union Pacific Railroad, y acogiéndolo a vivir en Estados Unidos “como uno de los suyos”.
Toda mi vida he buscado la forma de difundir la verdad de ese largo episodio de nuestra historia.
Mi sueño más preciado es difundir la verdad Y HACERLA VALER.
Por eso mi primer libro sobre el tema se titula HERIDAS QUE NO CIERRAN, porque cada mexicano que muere cruzando el río o atravesando el desierto hacia el norte, hace que sangremos todos por la misma herida.
Gracias a Dios, los mexicanos no necesitamos permiso de nadie ni tenemos que esperar a que algún día llegue un mexicano patriota a la Presidencia de México.
PODEMOS hacer valer los derechos de nuestra patria y apoyar a nuestros compatriotas al norte de El Río de los Regresos, forzando el cumplimiento del Derecho Internacional ante los gobiernos de Estados Unidos y de México.
Cuando escribí HERIDAS QUE NO CIERRAN era yo un joven de 37 años.
Hoy soy un viejo que no tiene tiempo que perder, porque estoy en la recta final de mi vida.
Mi segundo libro sobre el tema, THECOMEBACK RIVER, es la reanudación del mismo esfuerzo al que ahora invito a quienes quieran sumarse.
PREFIERO LUCHAR hasta el último día de mi vida que morir sin darme cuenta, aletargado al ritmo de una mecedora, en algún asilo o solo en mi casa.
En mi ya larga existencia, he vivido en sitios sagrados como Chinameca en Morelos, o en Parral (Chihuahua) que es la tierra de mis raíces paternas.
Conocí a los seis años de edad la imposición del tratado de Guadalupe Hidalgo, porque fue firmado en la casa de mi abuelo, Don José Domínguez Soberón, (calle Morelos # 10, Villa de Guadalupe) y desde entonces ha sido una espina clavada en mi corazón.
De muy niño acompañé a mi padre al convento de Churubusco donde sentí la desesperación de nuestros soldados que no pudieron seguir luchando porque las municiones eran de calibre inadecuado.
En los lejanos años de mi juventud, caminé tomado de la mano de mi primera novia por el campo de batalla de Padierna, imaginando el fragor de la artillería del General Scott cayendo sobre nuestros soldados bajo el mando del General Valencia.
Durante algunos años (1981 a 1984) viví en el Molino de Santo Domingo en las alturas de Tacubaya, desde donde diariamente se escuchaban a las cinco de la mañana los ecos de los clarines que provenían del cuartel de Molino del Rey, hablándome del heroísmo de nuestros soldados.
Hasta donde vivo hoy, brotan todos los veranos las milpas alemanas donde se cosechan elotes mexicanos.
Las campanas de la iglesia de San Zeno en Stahringen, redoblan todos los dias trayéndome la voz de bronce de nuestro Churubusco; el Churubusco en el que pasé los días felices de mi niñez aprendiendo a amar a nuestra patria que fui conociendo por la tradición oral transmitida con emoción por los hombres y mujeres de fuego de mi familia.
Amo a México con todas las fuerzas de mi corazón; con toda mi alma.
Agradezco a Dios haberme dado la vida haciéndome nacer MEXICANO.
Por eso ahora comparto con usted la dedicatoria de HERIDAS QUE NO CIERRAN, dedicatoria que sigue siendo la razón de ser de todo mi trabajo:
“Con mis dos hijos hombres, Julio y Rodrigo, A TODOS LOS NIÑOS DE MÉXICO, para que tengan a través de la enseñanza de nuestra historia, el México completo que no debemos negarles”.
Por eso, ahora más que nunca, quiero redoblar mi esfuerzo luchando contra las mentiras que nos humillan y nos arrebatan los derechos vigentes que necesitamos hacer valer; hacer respetar.
Los mexicanos tenemos la fuerza de nuestro derecho, ante lo cual, el derecho de la fuerza no podrá prevalecer.
Creo en las palabras de nuestro SAGRADO HIMNO NACIONAL que pueden leerse en la última página de HERIDAS QUE NO CIERRAN:
“SI EL RECUERDO DE ANTIGUAS HAZAÑAS DE TUS HIJOS INFLAMA LA MENTE, LOS LAURELES DEL TRIUNFO, TU FRENTE, VOLVERÁN INMORTALES A ORNAR”.
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HERIDAS QUE NO CIERRAN culmina con un llamado al PRESIDENTE DE MÉXICO diciéndole que “cada día que pasa sin que nuestro justo reclamo se haga oficial, significa angustia, persecución y muerte para nuestros compatriotas, precursores inermes en el camino de nuestro regreso.” La respuesta de Miguel de la Madrid, (amaestrado en Harvard) fue prohibir su reedición.
Pero la verdad no puede detenerse. HERIDAS QUE NO CIERRAN se encuentra en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos; en las bibliotecas de las universidades más importantes de Estados Unidos, incluyendo la de Chicago, Harvard, Yale etc.
A pesar de la prohibición cuando recién llegué a Alemania, me hicieron saber que tambien se encuentra en el Sudwest Deutscher Bibliothek Verbund.
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Stahringen am Bodensee, Churubusco
10 de julio de 2020
Dedicado a los hijos de Cuauhcetcui, nuestros hermanos.
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