Pegar donde les duele

Santiago Nieto, director de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, informó sobre la congelación de cuentas bancarias por un monto aproximado...

5 de junio, 2020

Santiago Nieto, director de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda,  informó sobre la congelación de cuentas bancarias  por  un monto aproximado de treinta y un mil  millones de pesos,  pertenecientes al Cartel Jalisco Nueva Generación.

Creo que la estrategia consistente en pegarle en el bolsillo al NEGOCIO de las drogas y sus actividades aledañas (extorsión, secuestro, trata de personas etc.)  es la mejor opción que ha podido escoger el Gobierno Federal.

El crimen ORGANIZADO es ante todo una empresa, empresa criminal, pero al fin y al cabo un NEGOCIO.

Y ningún negocio puede operar sin poder disponer de recursos económicos.

Sin recursos económicos no hay ganancia posible.

Combatir fuego con fuego poniéndose al tú por tú con los cárteles del narcotráfico y sus asociaciones afiliadas es una tarea condenada al desastre, y la mejor evidencia  histórica del fracaso de la violencia como única opción nos la brinda la etapa conocida como “Ley Seca” o “Prohibición”  vigente en Estados Unidos entre 1917 y 1933.

La mejor estrategia posible solamente puede ejecutarla un ESTADO ORGANIZADO eficazmente, para enfrentar al crimen cuya mayor fortaleza hasta hoy es precisamente su ORGANIZACIÓN.

En los cárteles del narcotráfico no hay “narcotraficantes plurinominales”; no hay “aviadores”  que cobren por no hacer nada;  no hay improvisados…

En el crimen organizado,  no caben los “Juanitos”  ni las “maistras Delfinas”,  ni Bonillas y demás acomodaticios encumbrados única y exclusivamente por la voluntad  del  “encumbrador”…

Para que la nueva estrategia  encabezada por Santiago Nieto tenga resultados permanentes,  debe integrarse un equipo profesional  dedicado a hackear  las cuentas y las comunicaciones de personas físicas y morales vinculadas al crimen organizado.

Deben  rastrearse las operaciones financieras,  bursátiles, y los canales de transferencia de dineros indispensables para la operación de las redes delictivas.

En una ocasión anterior, en este mismo espacio,  sugerí que el Estado Mexicano busque alianzas con servicios de inteligencia como el Mossad Israelita,  la Bundespolizei (Policía Federal Alemana), las autoridades financieras de los Estados Unidos y cualquier otra instancia especializada que pueda contribuir a hacer que los negocios ilícitos SEAN INCOSTEABLES es decir: QUE YA NO SEAN NEGOCIO.

La estrategia desplegada por la UIF puede hacerse extensiva  a los recursos mal habidos  de los políticos mexicanos.

¿Se podrían  confiscar por ejemplo,  cuentas bancarias de expresidentes de la República? 

La respuesta jurídicamente categórica es un ROTUNDO SÍ. 

Los recursos públicos SIEMPRE seguirán perteneciendo a la Nación.

Los recursos públicos NO pueden adquirirse por prescripción gracias al transcurso del tiempo.

Basta hacer una operación de aritmética para evidenciar la ilicitud de los superávits en los patrimonios mal habidos.

El actual presidente de la República no puede conformarse (ni nosotros tampoco) con un esperpento como el INSTITUTO PARA DEVOLVER AL PUEBLO LO ROBADO, en el que NADIE MENCIONA NI ENCARCELA A LOS LADRONES.

A continuación transcribo un fragmento del libro “Heridas que no Cierran” (1), en el que me  referí específicamente a la recuperación de recursos robados a México: 

En la actualidad, el expansionismo norteamericano ha hecho de la invasión bancaria su método más eficiente de sumisión.

Se dice que los responsables del endeudamiento incontenible desviaron fondos para beneficio personal, y que esas divisas supuestamente indispensables para nuestro avance, se han esfumado en un proceso criminal de fuga de capitales.

 Que  los torrentes de dólares (¡cuando íbamos a aprender a vivir en la abundancia!) pasaron nominalmente por nuestros registros contables, para regresar a sus bancos de origen en el extranjero en forma de cuentas personales numeradas o a nombre de terceros de papel.

Hemos caminado mucho desde Manga de Clavo hasta la Colina del Perro y ya urge cambiar el derrotero.

 Es necesario establecer que antes que hayamos pagado el último dólar de nuestro adeudo, ya deberemos haber cobrado nuestras cuentas.

 Que los  fondos nacionales, esas cifras fabulosas que hoy son lastre en vez de impulso, deberán regresar a México para aplicarse a su finalidad original.

 Que existen medios legales para lograr que los propios acreedores dejen de dar “asilo” en sus bancos a los defraudadores de nuestro país; que los “captadólares” norteamericanos son los que mejor conocen a los “saca-dólares” mexicanos. 

Que ajustar a los de adentro, coludidos con los de afuera, es paso indispensable en el replanteamiento de nuestras relaciones con Estados Unidos. Porque el buen juez por su casa empieza.

Tanto los cárteles del narcotráfico como los políticos corruptos, son clientes VIP de los más grandes bancos de Estados Unidos y del mundo.

México podría pagar de un solo golpe toda nuestra deuda externa simplemente diciéndoles a los banqueros alcahuetes que se cobren directamente de las cuentas ilícitas que asilan en sus bóvedas.

El presidente López Obrador haría bien en percatarse del efecto demoledor que puede infligirle al crimen organizado, desarticulando su red financiera y haciéndole incosteable su NEGOCIO.

Las empresas ilícitas NO ESTAN EXENTAS DE QUEBRAR.

Ojalá que esta estrategia se sostenga y se refuerce contra todos los grupos criminales,  incluyendo  MUY ESPECIALMENTE  a la gran mafia del DESPOJO DE INMUEBLES EN LACIUDAD DE  MÉXICO.

La Unidad de Inteligencia Financiera podría coordinarse con la Auditoría Superior de la Federación  para ponerle fin a todas las formas de crimen organizado.

Todo comienza por  deshilvanar el hilo de la madeja.

Esto me hace recordar a “deep throat”  que condujo al desenlace del escándalo de Watergate: Follow the money

     ___________________________________

Heridas que no Cierran, Editorial Grijalbo. Colección de Política Mexicana.  (dos ediciones) 1988.  ISBN   968-419-008-5

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