Pasarlos a la báscula

Soy un convencido de que la inmensa mayoría de quienes votaron por AMLO, espera de él una campaña implacable en contra de...

27 de julio, 2018

Soy un convencido de que la inmensa mayoría de quienes votaron por AMLO, espera de él, una campaña implacable en contra de quienes han saqueado al país sin recato y sin medida, no solo en el sexenio que ya termina, sino desde la época del propio López Portillo y aun más atrás.

Yo creo que el electorado (todo, sin distinción de partido), es decir, la ciudadanía, espera que la transformación de la república comience por ajustarle las cuentas pendientes a los saqueadores cuyos latrocinios han hundido a México en una profunda crisis de impunidad y corrupción.

Para hacer justicia al pueblo de México y para actuar respetando la indignación popular, no se necesita hacer un espectáculo al estilo del terror en la Revolución Francesa con guillotinas en el zócalo en medio de puestos de fritangas, palomitas y cerveza.

En 1978, el ayatola Homeini barrió la casa desde arriba cuando llego a Terán a bordo de la revolución islámica.

Homeini no gastó en abogados costosos ni en procedimientos de extradición que tardarían milenios, y eso si los países de Occidente se las concedían.

Homeini le mando mensajes personales y fulminantes a los oligarcas que abandonaron Irán con el Shah, diciéndoles que regresaran entre la mitad y el 75% de lo que se habían clavado, y “todos en paz”.

Los pocos renuentes que no entendieron el mensaje y le mandaron decir al ayatola “que le hiciera como quisiera”, amanecieron al día siguiente, pero tiesos.

Cuando los vecinos comenzaron a ver cortar las barbas de los renuentes, pusieron las suyas a remojar y devolvieron lo robado con un doble efecto:

El efecto de la satisfacción moral al pueblo iraní, y el efecto de restablecer las arcas saqueadas.

¿Se podrían recuperar dineros públicos robados desde la época del Perro de la Colina y más atrás?

La respuesta es un rotundo SÍ; y no nada más de López Portillo para acá, sino hasta donde se pueda demostrar que las cuentas no cuadran y que los recursos en efectivo en bienes pueden hacerse visibles.

¿Cómo se podría hacer esa recuperación?, ¿no habrían operado la prescripción o caducidad para intentar esas acciones?

La respuesta es un rotundo NO.

Los bienes de propiedad pública, como los recursos del erario, son inalienables e imprescriptibles.

¿Cómo se podrían detectar los fondos robados y llevados a bancos del extranjero por políticos corruptos?

Existen mecanismos contables y financieros suficientes para ubicar gran parte de las fortunas mal habidas, y para “persuadir” a los bancos alcahuetes de dejar de dar protección y cobijo a los rateros.

Incluso creo que se podría pedir la ayuda del Mossad de Israel, al que no se les escapa NADIE, para que mediante un convenio de cooperación entre nuestros dos países, nos ayuden a aplicar esas medidas de reivindicación económica, política, jurídica y moral.

En una reciente entrevista, López Obrador le dijo al periodista Jorge Ramos, que “ENRIQUE PEÑA NIETO ES CORRUPTO”.

Después de afirmar semejante cosa, NO sería admisible que el 1º de diciembre invite al presidente saliente como si no hubiera cuentas por ajustar.

Ni en la Constitución ni en la ley, existe disposición alguna que exija la presencia del presidente saliente en la ceremonia de toma de posesión del presidente entrante.

En mi personal y jurídica opinión, si López Obrador invitara a Peña Nieto a abstenerse de asistir a la ceremonia, estaría mandando un primer mensaje de rigor republicano, y de verdaderas intenciones de emprender una transformación de la república que, de hecho, no sería la cuarta sino la primera.

Y no solamente no tiene que invitar a Peña Nieto a la ceremonia, sino que podría asegurarse de que el cónyuge de la Gaviota no se ausente del país, encomendándole la tarea a las instancias a las que cualquier ciudadano puede acudir, y a las que el presidente electo tiene acceso privilegiado dentro del proceso de entrega/recepción.

Tampoco tengo duda de que, si López Obrador pintara su raya de una forma radical, inequívoca y contundente desde las 12 de la noche del 30 de noviembre próximo, y llevara a cabo acciones legalmente fundadas como las que aquí bosquejo, no solamente tendría el apoyo incondicional de un pueblo ofendido y burlado, sino que su reelección para un segundo y tercer mandato, tendría lugar por aclamación popular.

Eso es algo que Foximiliano ni siquiera pensó en hacer, ya sea por cinismo o por estupidez.

Volviendo a la entrevista de AMLO con Jorge Ramos, el periodista, después de escuchar a su entrevistado decir que PEÑA NIETO ES CORRUPTO, le preguntó si pensaba actuar en su contra.

Ahí es donde la puerca comenzó a torcer el rabo, porque en vez de responder con jurídica firmeza y claridad, AMLO comenzó a derretirse y escurrirse diciendo que “él no va a hacer persecuciones”; como si el tabasqueño fuera un monarca absoluto, dueño de vidas y haciendas, responsable nada más por sí y ante sí, y facultado para perdonar de sus pistolas cualquier delito o pecado, sea de quien sea.

No sé si López Obrador ignore que al convertirse en presidente constitucional, una de sus funciones es la de TITULAR DEL MINISTERIO PÚBLICO FEDERAL.

El Poder Ejecutivo mexicano es UNIPERSONAL; se divide en secretarías y dependencias porque el presidente no es hombre orquesta; pero de que puede acusar a quien quiera, siempre y cuando respete la constitución y las leyes, no cabe duda.

Basta que AMLO le ordene al Procurador General de la República que ejercite acción penal contra Peña Nieto, Lozoya Talman, Romero Deschamps o quien la deba, para que de manera fulminante se vistan de beige quienes deban portar esa indumentaria tras las rejas.

Un presidente con verdaderos deseos de hacer justicia y de limpiar la casa desde arriba, tiene medios legales sobrados para aliviar y desagraviar al pueblo mexicano indignado y harto de tanta burla y tanto cinismo.

Si no quiere atiborrar las cárceles más de lo que estan, puede persuadir a los muchísimos rateros enquistados en el gobierno federal, estatal, municipal, sindicatos y toda clase de dependencias públicas o semipúblicas, para que devuelvan la copa; lo que se dice, pasarlos a la báscula, a cambio de dejarlos que conserven la libertad necesaria para que puedan irse a… ya sabe usted dónde y a molestar a quién…

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