La zona norte de la ciudad de México, se conocía como Tepeyac, en referencia al cerro conocido por todos; posteriormente tomó el nombre de Villa de Guadalupe Hidalgo, en honor de la Virgen María y sus apariciones a San Juan Diego, así como en homenaje a Miguel Hidalgo y Costilla, por la Independencia de México.
(¡Posteriormente, a “alguien” se le ocurrió cambiarle de nombre al de Gustavo A. Madero, para homenajear a “ojo parado”, el hermano incómodo de Francisco I. Madero!)
He ido infinidad de veces a visitar a la Virgen de Guadalupe, pero una sola ocasión lo he hecho en 12 de diciembre, en mi bicicleta, porque el tráfico no estaba para otra cosa.
Al irme acercando a la Basílica, se escuchaba el retumbar de no sé cuántos teponaztlis, que hacían vibrar el cuerpo y el alma dando la sensación del latido de un corazón inmenso.
Mañana, los mexicanos conmemoramos el aniversario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y el prodigio de su imagen que Nuestra Madre quiso regalarnos para permanecer presente a nuestro lado, escuchar nuestras confidencias, consolar nuestras aflicciones y cuidarnos siempre.
Como católico mexicano, al igual que los millones de compatriotas, hermanos en la fe, tengo motivos personalísimos e íntimos para atesorar la cercanía permanente de Guadalupe Tonanzin.
Mi familia inmediata nació del encuentro de mis futuros padres, auspiciado por la superiora de las madres Capuchinas cuyo Convento se encuentra justo enfrente de la Basílica de Guadalupe.
Mi padre era el médico de las monjitas que se encargaron de recomendárselo muchísimo a mi madre, mientras ellas hacían lo propio con su médico, hablándole maravillas de la jovencita que asistía a tomar clases de repostería, cocina y oficios del hogar tres veces por semana.
Una vez que las monjitas presentaron a Julio con María Luisa, lo demás quedó en manos de la Virgen de Guadalupe, ante cuyo altar se casaron el 19 de octubre de 1944.
Por si no fuera suficiente, tuve el privilegio de recibir mi primera Comunión, con mis compañeros del Colegio México, a los pies de Nuestra Morenita en 1957.
La Señora de Guadalupe, fue nuestra primera bandera nacional, enarbolada por el padre de la patria, Miguel Hidalgo y Costilla, en la madrugada del 16 de septiembre de 1810.
Pero también fue bandera del Ejército Libertador del Sur comandado por Emiliano Zapata, durante la Revolución Mexicana, como puede apreciarse en la imagen que ilustra estas líneas.
Durante la persecución religiosa desatada por Calles y Obregón contra los católicos mexicanos, mandaron poner una bomba a los pies de la Imagen Guadalupana, con la intención de destruirla.
Un Cristo de bronce retorcido es el testigo de la fuerza explosiva que, sin embargo, ni siquiera logró romper el cristal que cubría a la imagen…
En torno a la Virgen del Tepeyac, no han faltado las polémicas:
Hay quienes dicen que fue una invención mediática de los españoles para pacificar a los indígenas, y para eso alegan que Guadalupe fue una importación de la imagen que con el mismo nombre, se venera en Extremadura, España.
¡Da la casualidad que Nuestra Señora, no le dijo a San Juan Diego que su nombre fuera Guadalupe!
Ella se presentó como Tonanzin, Coatl lupetl, la dominadora de la serpiente, pero como los españoles no podían pronunciar los vocablos náhuatl, le adaptaron lo de Guadalupe, de la misma forma que a Huitzilopchtli le decían Huichilobos, o a Cuauhnahuac le pusieron Cuernavaca …
Por supuesto que ha habido una pleyade de “sabios” que ponen en entredicho el milagro del Tepeyac, cuestionando la autoría de la imagen Guadalupana.
Lo que puedo decir al respecto, es que la fe es un don; que los estudios científicos hechos a los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe, nos presentan con ¡reflejos imposibles de haber sido pintados por manos humanas en sus retinas!
La sola conservación del ayate de San Juan Diego es en si inexplicable, tanto como la imagen no es resultado de pigmento vegetal o mineral alguno, además de que no es una pintura puesto que no muestra trazos de pincel ni de brocha.
Sin embargo, quien no quiera creer, está en su más perfecto y democrático derecho.
Para mí, el verdadero y más importante milagro Guadalupano, es el efecto unificador que sobre nuestra patria ha tenido y sigue teniendo el amor de Nuestra Madre.
Quienes hemos salido de México en condiciones de incertidumbre o de angustia, sentimos su presencia a nuestro lado, y vamos cobijados con su manto.
Permítame usted hacer aquí los siguientes “exvotos”:
- Estando en Brownsville, Tejas, esperando para irme en camión a El Paso hace más de 10 años, me sorprendió que en la terminal no hubiera ni una imagen de la Virgen de Guadalupe, a pesar de encontrarme en México.
Hice una reflexión muy breve, como si le preguntara yo a ella cómo era posible que no hubiera ni una imagen suya.
Menos de 10 segundos después de pensar eso, apareció en la zona de espera un joven de aspecto mexicano, muy alto y fornido, que llevaba una playera blanca.
¡Mi inmensa sorpresa fue que, al darme la espalda, sobre esa playera llevaba impresa una imagen de la Virgen de Guadalupe!
¿Coincidencia, casualidad?
Cada quien interpreta sus experiencias como quiere.
Yo me sentí muy agradecido por lo que considero y atesoro como una hermosa respuesta.
- Yendo a Chihuahua en autobús, también hace ya tiempo, fuimos asaltados al llegar a un poblado de Durango que se llama Cuencame.
Era de madrugada y me acababa de dormir.
Cuando me di cuenta de que eramos asaltados, me encomendé a la Virgen de Guadalupe, y le pedí que nos protegiera.
Inesperadamente, uno de los asaltantes me habló en inglés, y yo por fortuna le contesté en español.
Los salteadores se condujeron con calma y hasta cortesía.
No se trata del síndrome de estocolmo y no me hizo gracia el susto, pero el joven que me pidió mi celular y mi dinero, me dejó quedarme con 50 pesos para pagar mi camión de Jiménez a Parral.
Tal vez no me hizo ningún favor, pero al irse del camión, hasta me dio las gracias, y no lo hizo con ironía.
El conductor nos llevó a una gasolinera para que pudiéramos hablar por teléfono a nuestras casas.
No había teléfono de tarjetas, pero varias personas que estaban en la gasolinera, nos prestaron sus celulares para que hiciéramos las llamadas.
Para mí, toda esa experiencia, en medio del peligro, fue un milagro de fraternidad.
Ahora que escribo estas líneas al otro lado del mar, agradezco que aquí, por todos los espacios de nuestra casa, hay imágenes de la Virgen de Guadalupe; la tenemos en la sala, en la puerta de entrada, en la cocina y en nuestra recámara.
Ella hace que nuestro hogar sea de ese modo, un rincón de México.
Este 12 de diciembre, como todos los días cuando le rezo, aliento la esperanza de ir a La Villa a darle las gracias por tantas bendiciones.
Hoy he querido compartir con usted estas efemérides, y no encuentro mejor forma de culminar mi oración/homenaje a Nuestra Madre, que transcribir su mensaje de amor para todos nosotros:
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?… ”
¡Viva la Virgen de Guadalupe; reina de México y madre de todos nosotros!
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Stahringen am Tepeyac
Baden Wurttemberg, Alemania
An unsere liebe frau Guadalupe von Mexiko
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