La Chachalaca y el Peje

Foximiliano nada más ha tenido dos grandes pasiones en la vida:

16 de marzo, 2018

 

Foximiliano nada más ha tenido dos grandes pasiones en la vida:

La “señora” Martita y Andrés Manuel López Obrador.

Gracias a su pasión por la empeoratriz Martota, permitió que sus entenados (los Bribiesca), se enriquecieran a sus anchas e impunemente, cobijados por el cargo de su entoloachado padrastro.

Su pasión obsesiva por el Peje (que parece que sí es lagarto), lo llevó a cometer una de las estupideces que lo retrataron de cuerpo entero como el falso profeta obsesionado por impedir que el “mesías tropical” llegara a la presidencia de Mexicalpan de las Tunas.

Poseído por su antipatía enfermiza contra el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, se le ocurrió promover su desafuero a partir de una idiotez relacionada con unos cuantos metros cuadrados de terreno y la entrada al zaguán de un hospital privado por los rumbos de Santa Fe.

Brincando (literalmente) en suelo parejo, los “acezores” (1) de Foximiliano le aconsejaron desaforar a su acérrimo enemigo a partir de una violación mínima de leyes administrativas que además, le permitían encarcelar al tabasqueño y “sepultar sus aspiraciones políticas tras las rejas…”.

El tonto de Guanajuato no vio la desproporción entre unos cuantos metros cuadrados de terreno y los kilómetros de consecuencias políticas que su torpe intento de desafuero le iba a acarrear.

Foximiliano, cegado por la pasión que lo consumía y lo sigue consumiendo por López Obrador, se echó a andar, sin darse cuenta de que podría haber puesto fin a la carrera política del tabasqueño por motivos infinitamente más válidos, en flagrancia y sin que nadie hubiera podido decir ni pío.

Durante el mismo periodo en que el famoso desafuero se encontraba en marcha, ocurrió un linchamiento de tres policías federales en la delegación de Tláhuac el 24 de noviembre de 2004.

La responsabilidad jurídica y política por ese linchamiento, recaía directa y claramente sobre el jefe de gobierno del Distrito Federal.

López Obrador y su secretario de seguridad (Marcelo Ebrard), se quedaron de brazos cruzados mientras aquellos desventurados policías eran quemados vivos delante de las cámaras de las televisoras y de los reporteros gráficos de los periódicos de mayor circulación.

La pasividad de López Obrador y de Marcelo Ebrard, fue imperdonable, porque se debió a que el Peje y su comparsa francesa no quisieron actuar para no afectar la popularidad del tabasqueño que aspiraba por primera vez a la presidencia legítima de Mexicalpan de las Tunas.

En el caso de los policías linchados en Tláhuac, la responsabilidad penal y administrativa de López Obrador era no solamente grave e imperdonable, sino evidente y comprobada.

Si la Chachalaca no hubiera estado cegada por su ineptitud y su obsesión enfermiza contra el tabasqueño, habría podido destituirlo fulminantemente y consignarlo penalmente sin que nadie pudiera decir que se actuaba por motivos políticos disfrazados con pretextos, como ocurrió con el desafuero por el zaguán.

¿Por qué no lo hizo así Fox?

No lo hizo porque el mariquita y el mandilón no era Francisco Labastida.

No lo hizo por la misma razón que no actuó contra ni una sola tepocata, víbora prieta o alimaña a las que juró perseguir y castigar cuando llegara a la presidencia.

No lo hizo porque ni siquiera tuvo la menor idea del cheque en blanco que le extendieron los electores que lo llevaron a Palacio Nacional en 2000.

La Constitución Federal y el Estatuto de Gobierno del Distrito Federal en la época de Fox, le daban al presidente de la república, la facultad de destituir al jefe de gobierno del Distrito Federal, a pesar de que hubiera sido electo por el voto popular.

El 7 de diciembre de 2004, la Chachalaca de los Pinos destituyó a Ebrard como secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, evidenciando su incompetencia moral, política y jurídica porque pudiendo haber hecho lo mismo con el Peje–Lagarto, le dio frío y se acobardó.

Las mismas atribuciones presidenciales que le permitieron echar a la calle a Marcelo, eran las que le hubieran permitido destituir a López Obrador, si las botas del “gringo viejo” (2) no hubieran sido de adorno.

Si Foximiliano hubiera pronunciado un mensaje en cadena nacional explicando la destitución de López Obrador por haber dejado morir a los policías federales linchados en Tláhuac, acusándolo de haberse mantenido al margen para no arriesgar su popularidad y sus metas políticas personales, la carrera del tabasqueño habría terminado desde entonces sin posibilidades de resurrección.

Pero Vicente Fox ha sido el más grande de todos los fraudes electorales sufridos por los mexicanos.

Defraudó a todo un pueblo, al que hizo creer que con su llegada, se acabaría la impunidad y la corrupción; que a partir del 1º de diciembre de 2000, México sería una patria justa  y libre gobernada con la ley en la mano y la mano en el corazón.

A 12 años de la primera candidatura del mesías tropical, lo malo es que la Chachalaca no se calla y gracias a su torpeza y su incapacidad jurídica y moral, el Peje puede darse ahora el lujo de vaticinar que ya no va pedir recuentos voto por voto, sino que va a soltar al tigre “y a ver quién lo amarra”.

El peligro para México sería que López Obrador siguiera el ejemplo de Francisco I. Madero que en 1910 no hizo plantoncitos ni pidió “recuentos voto por voto” sino “bala por bala”.

Lo bueno es que el Señor López es la versión tabasqueña de Nicolás de Zúñiga y Miranda; el eterno candidato presidencial cuyas campañas abarcaron desde su oposición a Don Porfirio Díaz, que lo veía como una diversión, hasta Plutarco Elías Calles, cuando mediante amenazas, desistió de seguir siendo el candidato sempiterno, por miedo a que lo mandaran a gozar del sueño eterno.

Lo impredecible es que el pueblo mexicano se canse del CINE (3) y de verdad se suelte el tigre como en 1910, y no haya quien lo amarre ni lo dome.

¿Días vendrán?

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  1.  “acezores”. Antónimo de asesores.  Corifeos, lacayos, aplaudidores. Individuos cuyos “consejos” son halagos, zalamerías, cantos de sirenas cuya inutilidad se pone de manifiesto cuando el aconsejado los pone en práctica.
  2. “gringo viejo”. Dícese de Vicente Fox (alias Foximiliano) cuyo origen estadounidense hizo necesario que se reformara el artículo 82 de la constitución mexicana, para que pudiera ser gerente regional de la franquicia Mac’Mexico.
  3. CINE: Dícese del Circo  Nacional Electoral; empresa de espectáculos comiciales protagonizados por edecanes curvilíneas con las que te encuestas o te acuestas.
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