En días recientes, López de Macuspana recibió una sopa de su propio chocolate de parte del expresidente de Bolivia, Tuto Quiroga.
En pocas palabras, al peje lagarto lo pintaron de cobarde y matoncito…
Quién sabe qué otros datos pueda tener el expresidente boliviano para decirle cobarde a López Obrador, refiriéndose a su obediencia incondicional a los designios de Donald “Clairol” Trump en materia migratoria y a las cláusulas secretas del T-MEC…
La referencia al Pejesidente tabasqueño como “matoncito” se corrobora todas las mañanas cuando AMLO le receta toda clase de epítetos denigrantes a quienes no están de acuerdo con él.
¿A qué se debe que el expresidente de Bolivia haya calificado de cobarde y bully a Obrador?
Se debe a que el actual habitante del palacio de los virreyes de la Nueva España, creyó que podía intervenir en los asuntos internos de Bolivia sin recibir respuesta alguna.
¡Todos hemos oído a López declarar lo fácil que es gobernar!
Todos lo escuchamos decir que las instituciones con él, se podían ir al carajo; incluyendo al Servicio Exterior Mexicano que hasta diciembre del año pasado, había sido motivo de orgullo nacional y de reconocimiento unánime de todas las naciones del mundo.
Desde octubre pasado, López Obrador decidió probar fortuna en materia de relaciones exteriores, y decidió mandar al carajo los principios de la no intervención en asuntos ajenos, violando la frase atribuida a su santón oaxaqueño (San Juárez) que dice que “entre los individuos como entre las naciones, en boca cerrada no entran moscas”.
El Pejesidente decidió ofrecerle a Evo Morales, un asilo que el boliviano no nos pidió.
Para pararse el cuello a costa del depuesto defraudador electoral, el peje se desvivió mandándole un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, y hasta le asignó una escolta del “ex Estado Mayor Presidencial” que supuestamente había dejado de existir.
A López de Macuspana poco le importó que Evo Morales haya recurrido al famoso método Bartlett de caída del sistema para evitar el cómputo de los votos y para evitarse una segunda vuelta electoral en la que podría haber resultado perdedor.
En Bolivia “el sistema se cayó, y en Mexicalpan de las tunas, el Peje lagarto se calló…”
Obrador pretendió disfrazar la realidad, ocultando que lo sucedido realmente fue que el pueblo boliviano salió a las calles y plazas de su país a denunciar el fraude electoral cometido por Evo Morales y a exigir su renuncia.
Los bolivianos no se iban a conformar con un plantoncito como el de Obrador en 2006, sino que estaban dispuestos a sacar al defraudador electoral del palacio de gobierno.
Obrador olvidó decirnos que el inofensivo indito cocalero, quiso ordenarle al ejército boliviano que reprimiera a los manifestantes, y que la respuesta del ejército de ese país sudamericano, fue que de ninguna manera reprimirían al pueblo bueno y sabio.
Así las cosas, le sugirieron a Morales, que hiciera caso a lo que exigía el pueblo y que renunciara a la presidencia, porque de otra forma, las aguas no se iban a calmar.
A partir de la intervención no pedida de López Obrador en los asuntos de Bolivia, incluyendo su ostentoso “rescate” del defraudador electoral, el Pejesidente siguió opinando a voz en cuello sobre los “golpistas” bolivianos, dispensándoles su habitual verborrea de epítetos ofensivos ante lo cual, surgió la respuesta del expresidente Tuto Quiroga.
Inconforme con la reacción detonada con sus bravuconerías, Obrador dijo que ni siquiera Pinochet se condujo con Echeverría como ahora lo hace el gobierno boliviano y su expresidente.
Lo que Obrador tampoco dice, es que Evo Morales no es ningún Salvador Allende.
El peje ignora (entre muchísimas otras cosas) que no puede esperar de los bolivianos la misma sumisión servil desplegada por el actual presidente de la $uprema Cohorte de Ju$ticia de la Nación, que se ha atrevido a decir que quien osa ofender a López de Macuspana, ofende a todo México.
Si alguien se ha dedicado a ofender a todo México, ese es Obrador.
Lo lamentable es que el actual gobierno mexicano, arrastra nuestro prestigio diplomático dando bandazos a diestra y siniestra.
¿Qué es lo que va a seguir?
¿Va a esperar López de Macuspana a que sea Bolivia la que rompa relaciones diplomáticas con México?
El peje lagarto usufructúa la imagen de Hidalgo, Morelos, Cárdenas, Madero y Juárez con la obvia intención de ser inmortalizado por encima de todos ellos…
A propósito de sus cinco modelos, tendría que saber que NINGUNO de ellos se refirió jamás a sus enemigos, contrincantes, rivales o adversarios, de la forma grosera e indigna que lo hace el peje lagarto.
Juárez nunca dijo que Maximiliano de Habsburgo fuera un fifí ni un blanquito de sangre azul.
Muy por el contrario, el general Mariano Escobedo le dispensó al archiduque Maximiliano toda la deferencia y el respeto que le inspiraba su valentía y su buena fe.
Madero jamás le faltó al respeto a Don Porfirio Díaz.
A Hidalgo ni en sueños se le ocurrió referirse a Félix Calleja como gachupin ni aplicarle adjetivos peyorativos como los que escupe el pejelagarto en todas sus mañaneras.
Ojala López de Macuspana aplicara de verdad la regla por la cual se ha abstenido de acudir a las reuniones de jefes de estado aduciendo que “la mejor política exterior, es la interior”.
Si la hubiera seguido, no nos habría metido en el totalmente innecesario pleito con Bolivia, cuyo desenlace todavía no ha llegado.
Es probable que el expresidente de Bolivia tenga OTROS DATOS sobre la realidad del T-MEC entre cuyos artículos secretos chamaquearon al subsecretario de Relaciones Exteriores Jesús Seade, según Carlos Loret de Mola.
La alusión a AMLO como “cobarde” fue hecha por el expresidente boliviano a raíz de la transformación de la Guardia Nacional en “achichincles” migratorios de Clairol Trump en la frontera con Guatemala.
La calificativa de “matoncito” dedicada al Pejesidente, obedece a su pésima costumbre de ofender y descalificar a diestra y siniestra en sus cotidianos ejercicios de bullying político durante sus soporíferas conferencias mañaneras.
Lamentablemente, es nuestra política exterior la que durante este primer año de López de Macuspana, ha dado al traste con un prestigio que hemos construido desde 1821.
El episodio boliviano viene a demostrar que el peje por su boca muere, y que la injerencia indebida en los asuntos de cualquier otro país, tiene un precio que por desgracia pagamos todos los mexicanos.
Probablemente durante su larga carrera en el estudio de las ciencias políticas en la UNAM, López Obrador no alcanzó a aprender la otra aplicación de la frase inmortal de San Juárez que proclama que “entre los individuos como entre las naciones, el que se lleva, se aguanta”.
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