Quiero compartir con ustedes hoy aquí, la semblanza que hice del presidente de México en mi libro titulado Heridas que no Cierran, publicado por Editorial Grijalbo en su colección de Politica Mexicana en 1988.
Entonces me refería yo al presidente de México como el único mexicano dotado con la capacidad de convocatoria de la que habla nuestro Himno Nacional cuando dice:
“Patria, patria tus hijos de juran
Exhalar en tus aras su aliento
Si el clarín con su bélico acento
Los convoca a lidiar con valor”.
Desde mi infancia imaginaba yo que algún dia llegaría un presidente apasionadamente enamorado de nuestra patria; un presidente al que no le cupiera en el pecho su pasión por México; un presidente heroico y temerariamente valiente, noble y justiciero.
Imaginaba un presidente al que le fuera imposible escuchar las notas de nuestro Himno Nacional o el toque de ordenanza de los clarines, sin que las lágrimas anegaran su mirada arrebatándolo de emoción.
Soñaba yo desde muy niño que un día habría de llegar un presidente que recuperara California, Nuevo México y Tejas que nos habían sido robados precisamente en la casa de mi abuelo (Don José Dominguez Soberón) un 2 de febrero de 1848.
Para mí aquel despojo fue una afrenta humillante, dolorosa y personalísima.
Cuando a los seis años de edad conocí el episodio al leer la placa que conmemoraba aquel episodio sobre la fachada de la casa de mi abuelo, sentí vergüenza y rabia.
Por eso escogí para prólogo de mi libro las palabras de Benito Juárez a Matías Romero cuando le dijo:
“Que el enemigo nos venza y nos robe si tal es nuestro destino, pero nosotros no debemos legalizar el atentado entregando voluntariamente lo que nos arrebata por la fuerza. Si Francia, Estados Unidos o cualquier otra nación se apoderan de partes de nuestro territorio y, nosotros por nuestra debilidad no podemos arrojarlos de ahí, mantengamos siquiera vivos nuestros derechos para que las generaciones que nos sucedan los recobren”.
A continuación transcribo dos pasajes de “Heridas que no Cierran” en relación con el verdadero presidente de México; el PRESIDENTE QUE NO HA LLEGADO TODAVÍA.
“Cada seis años, como en la ceremonia azteca del fuego nuevo, renacen las esperanzas populares que tratan de encontrar en cada presidente de la República al paladín perdido, al líder trascendente”.
“Nosotros que hemos aprendido a amar la paz a costa de violencia y dolor, hemos querido por ello hacer la revolución en las instituciones, pacíficamente; hasta ahí alcanza la magia y el prodigio de nuestra capacidad política”.
“Solo un hombre cada seis años puede decidir sobre la revisión crítica y dinámica de nuestra historia; sobre esos derechos postergados, sobre nuestra identidad en lo interno como requisito de nuestra real dimensión entre las naciones. Como responsable de nuestra política exterior tiene facultades y obligaciones; entre estas últimas está la de hacer valer nuestros derechos sin desmayar ni transigir”.
“En el sentido más estrictamente popular, este libro busca la invocación de ese poder y expone alternativas reales que no deben desestimarse. Este trabajo busca expresar un reclamo legítimo cuya vigencia plena solamente puede resplandecer en manos del presidente de México. Solo al jefe de la nación le corresponde el privilegio de abanderar las reivindicaciones populares; pero solo en nuestras manos está hacérselas llegar para hacer efectivo por su conducto lo que en estricto derecho es nuestro justo reclamo. Solo del presidente de México depende la forma como crucemos el río”.
Por eso concluí aquel trabajo con un exordio dirigido a quien fuera presidente de México:
“SEÑOR PRESIDENTE DE MÉXICO: Le pido con todo respeto, que al considerar los antecedentes y argumentos hechos valer en este libro, haga presentes en su ánimo, las voces de Juárez y de Zarco, para que al cumplir con su destino histórico al frente dela Nación, se imponga Usted como meta iniciar de manera expresa y definitiva el proceso político y jurídico de la reivindicación territorial, con todo lo que ello implica”.
“Que para rediseñar nuestras relaciones con Estados Unidos, y llevarlas a un plano de verdadera dignidad, en el respeto mutuo y en la justicia más estrictamente recíproca, convenga Usted en que el Tratado Guadalupe Hidalgo (cuya nulidad absoluta es innegable), no puede ponernos en “paz y amistad” con nuestro poderoso vecino”.
“Que de manera inmediata deben terminarse las consecuencias de injusticia y abuso perpetrados de manera permanente en perjuicio de nuestros nacionales”.
“Que cada día que pasa sin que nuestro justo reclamo se haga oficial, significa angustia, persecución y muerte para nuestros compatriotas, precursores inermes en el camino de nuestro regreso”.
“Que es Usted el primer soldado de la República, y el legítimo heredero de todos los mandatos presidenciales que lo preceden. Que por ello, debe abanderar la marcha firme de la reconquista en una lucha realista, pacífica y de una paciencia intransigente. Si Usted no quiere, nadie más puede, porque nosotros lo hemos elegido para llevar a cabo las tareas preeminentes de la Patria”.
“En su persona confluyen la historia y el destino. En ese sentido, la suya es, coyuntura humana de todos nuestros posibles e imposibles”.
“Su vocación de servir a los mexicanos, incluye a todos los mexicanos, donde se encuentren. Su decisión de servir a todo México, a México entero, conlleva su compromiso de gobernarlo íntegro y sin merma. Gobernar la mitad de la Nación a sabiendas del derecho que nos asiste, sería tanto como aceptar “media presidencia”.
“Señor: Asentar firmemente la tesis jurídica de nuestros justo reclamo, lo pondrá a Usted hombro con hombro, junto a nuestros hermanos al cruzar el río; blandirá así Usted, la lanza que jamás caerá una vez que la haya empuñado con firmeza”.
“Si no le toca la fortuna de ver concluida esta tarea, nuestra Bandera, la que tercia su pecho, será la estafeta en el relevo que para la historia de México reconocerá a su persona el justo honor de ser el vanguardista de la Patria que vuelve”.
“La voz de México por sus palabras dejará de ser el grito desesperado que resonó desde Palo Alto hasta Chapultepec en 1847, en la alternativa trágica de “Libertad o Muerte”, para convertirse como la voz de Cuauh Cetcui, retumbando por toda nuestra tierra, desde el Palacio Nacional hasta California, Nuevo México y Tejas, en un eco triunfal por el regreso:
¡TODA LA PATRIA O NADA!”
Recién iniciado el presente sexenio, Donald Trump nos amenazó con sanciones punitivas y aranceles elevadísimos, a menos que López Obrador se hiciera cargo de reprimir y frenar la migración proveniente de Centroamérica.
Era la ocasión perfecta para que López Obrador que se dice seguidor de Benito Juárez, respondiera al mensaje del presidente oaxaqueño haciendo valer nuestros derechos que continúan vigentes desde 1848.
El Presidente de México sí debería exigirle a Estados Unidos que se disculpe con nosotros por el robo de California, Nuevo México y Tejas; por la persecución ilegal e injusta de nuestros hermanos que tienen perfecto derecho de cruzar hacia nuestros territorios del Norte.
Obrador prefiere declararse “amigou” de Trump…
El niño patriota que habita mi alma; el joven descendiente de heroicos soldados mexicanos que palpita en mi hoy viejo corazón, sigue esperando la llegada de ese presidente que nos abrase como el fuego nuevo y nos devuelva el orgullo de ser mexicanos y de haber encontrado por fin, al líder trascendente, al paladín perdido.
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Sobre las alturas de Homburg am Bodensee desde donde se divisan el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.
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