El largo camino desde Veracruz hasta Japón…

Hoy se cumplen 73 años de haber sido lanzada la segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki, al final de la Segunda Guerra Mundial.

8 de agosto, 2018

 

Hoy se cumplen 73 años de haber sido lanzada la segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki, al final de la Segunda Guerra Mundial.

Con el doble bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki, se puso fin al conflicto iniciado por Estados Unidos en 1854, cuando el Comodoro Matthew Perry (el hombre de los barcos negros), forzó al Imperio del Sol Naciente a firmar el Tratado de Kanagawa, en condiciones muy parecidas a las del Tratado de Guadalupe Hidalgo, impuesto a México siete años antes, para robarnos California, Nuevo México y Tejas.

Estados Unidos envió al Comodoro Perry en “una misión de buena voluntad y amistad” que, el pueblo japonés (que sí tiene memoria), no olvida hasta la fecha.

La misión “de buena voluntad y amistad” encabezada por Perry, se componía de siete modernos barcos de guerra cuyo objetivo fue el de intimidar a Japón, para convencer a su emperador de la conveniencia de ser amiguitos de los Estados Unidos de América, abriendo sus puertos al comercio con los gringos, y disfrutando mucho antes que nosotros, las maravillas del TLCAN.

Hasta antes de la visita del hombre de los barcos negros, Japón era un imperio de lo menos imperial imaginable, porque al igual que China, se quería mantener y se mantenía aislado hacia su interior, y sin relaciones comerciales, ni alianzas militares con otros países.

PEROOOO… Estados Unidos no cejó hasta que impuso su presencia en el archipiélago japonés, donde obtuvo concesiones de extraterritorialidad y privilegios parecidos a los que quisieron imponernos a nosotros en el Istmo de Tehuantepec, sin olvidar el robo descarado de California, Nuevo México y Tejas.

Hasta antes de descubrir la sincera amistad de los gringos, Japón no tenía una marina de guerra ni un ejército significativo; pero ésto cambió a partir de la amistosa presencia estadounidense en el lejano oriente.

Los japoneses comenzaron a predicar la Doctrina Monroe traducida a su realidad, expresándola como “Asia para los asiáticos; de la misma forma que los gringos habían decretado que América sería para los americanos.

Los japoneses NO hicieron en Asia, NADA que los gringos no hayan hecho en América, desde Alaska hasta la Patagonia.

A Franklin D. Roosevelt (cuya esposa además de lesbiana era comunista), no le gustó para nada que Japón ayudara a Chiang Kai Shek (el líder nacionalista chino) a combatir al comunista Mao Tse Tung; como tampoco le agradó que Japón firmara con Alemania Nazi el Pacto Antikomintern, cuyo objetivo era frenar el expansionismo soviético impulsado por José Stalin.

De manera que a partir de 1854, Japón se comenzó a preparar para recibir adecuadamente a las posibles futuras expediciones amistosas de los gringos, y de ese modo construyó una marina que en la Primera Guerra Mundial, contribuyó a la victoria aliada, gracias a su tratado de asistencia naval y ayuda mutua con la Gran Bretaña.

Como los gringos nunca dejaron de hostilizar a Japón, forzaron a Inglaterra a no renovar su alianza naval y militar con la patria del emperador Hiro Ito, a cambio de absolutamente nada; y el prócer inglés responsable de este estúpido error, fue el alcohólico y sanguinario criminal que se conoce como Winston S. Churchill; el mismo Churchill que sin necesidad alguna, mandó asesinar a cientos de miles de civiles alemanes en Dresden al inicio de 1945, mediante el uso de bombas dotadas con fosforo líquido, para que sus víctimas respiraran fuego y se rostizaran en sus refugios.

Recientemente han sido desclasificados muchísimos documentos que permiten darse cuenta de la criminalidad malévola de Franklin Roosevelt.

Entre otras cosas, ha quedado demostrado plenamente que el famoso ataque “sorpresa” a Pearl Harbor, NO fue tal sorpresa.

Por esa razón, el domingo 7 de diciembre de 1941, no había ni un solo portaviones gringo en aquella base de Hawái.

Ha quedado demostrado que Roosevelt y su camarilla de comunistas pro soviéticos, cortaron el suministro de petróleo a Japón y le congelaron sus cuentas bancarias, además de amenazarlo de mil formas adicionales para que se saliera de su guerra contra los comunistas chinos, y se desligara del pacto Antikomintern, para que en su momento, Stalin y la Rusia comunista, no fueran los que tuvieran que pelear en dos frentes.

La gente que gusta de hablar por hablar, asegura que Hitler fue derrotado en Rusia por el mismo “General Invierno” que venció a Napoleón en 1812, cuando la verdad es que Richard Sorge, (espía alemán pro soviético) que trabajaba en la embajada alemana en Tokio, le informó al Kremlin que Japón no atacaría a Rusia, sino a Estados Unidos.

Fue entonces que el Mariscal Gueorgui Konstantínovich Zhúkov (formado entreguerras en el Ejército Alemán de Hans Von Seckt), pudo acudir a levantar el sitio de Moscú en el invierno de 1941, lanzando contra los alemanes más de 180 divisiones equipadas con los formidables tanques T 34.

Y así llegamos a este 73 aniversario del genocidio impune perpetrado por Harry Salomón Truman con un saldo de 300,000 civiles muertos y millones de víctimas que murieron a consecuencia de las quemaduras y de la radiación todavía hasta muchos años después.

Hay dos testimonios moralmente monumentales para conmemorar esta fecha:

La carta dirigida por el Contralmirante japonés Ichimaru a Roosevelt, en la que le expresa su reprobación por la forma tramposa, deshonesta e inhumana en que se condujeron los Estados Unidos con Japón, además de dejar de manifiesto que el ataque a Pearl Harbor no fue tal sorpresa, sino la única alternativa dejada a su patria por los gringos, que además, no solamente sabían del ataque con semanas de anticipación, sino que lo provocaron y le tendieron una trampa a Isoroku Yamamoto.

El otro gran testimonio es el del Juez de la India, Radhabinod Pal, que al ser convocado para participar en los tribunales militares para el Lejano Oriente, instalados en Tokio por los aliados vencedores, exhibió la inmoralidad, la ilegalidad y la falta de autoridad jurídica de ese circo, junto con la inaplicabilidad de las leyes hechas a la medida, e impuestas por gringos e ingleses de manera retroactiva.

Radhabinod Pal absolvió a todos los acusados, diciendo entre otras cosas lo siguiente:

“No es posible que nos atrevamos a enjuiciar a los militares japoneses, cuando hace apenas pocas semanas los aliados han asesinado a casi medio millón de civiles japoneses en dos bombardeos atómicos experimentales, que constituyen un genocidio y además, una expresión imperdonable de racismo.”

El lanzamiento de las dos bombas atómicas decidido por Estados Unidos sobre Japón, ocurrió oficialmente los días 6 y 8 de agosto de 1945, pero la agresión estadounidense había iniciado con los no olvidados barcos negros del Comodoro Perry desde el verano de 1854.

El mismo hombre cuyo bloqueo naval y los bombardeos desatados sobre Tamaulipas, Veracruz y Tabasco costaron la vida a miles de civiles mexicanos, fue el predecesor de la masacre de miles de civiles japoneses, menos de un siglo después.

La desdicha de los japoneses que vieron aproximarse por primera vez aquella flota de barcos negros con banderas de barras y estrellas, fue repetida hoy, hace 73 años, desatando una tormenta de fuego sobre miles de civiles inocentes.

La sombra del Comodoro Perry, ha recorrido un muy largo camino hasta Japón desde Veracruz.

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