Amanecer…

Amo la niebla que en este amanecer, Juguetea por los bosques cercanos. Amo el aviso íntimo del invierno que dice que ya vuelve. He aprendido...

20 de noviembre, 2019

Amo la niebla que en este amanecer,

Juguetea por los bosques cercanos.

Amo el aviso íntimo del invierno que dice que ya vuelve.

He aprendido a amar y a entender,

Este lenguaje de mágicas palabras que aún no hablo.

He aprendido a aceptar el desarraigo y la distancia

Para poder vivir y comprender,

Que la mujer que amo, es mi hogar y mi patria.

Esta mujer en cuya tierra vivo.

Esta mujer a cuyo lado sueño.

He aprendido a entender que si muriera yo aquí,

Antes de regresar,

Es que ya habría yo vuelto.

Mis cenizas, esparcidas donde el Gran Río Alemán,

Se besa con el lago de Constanza,

Llegarían alguna vez hasta el Amacuzac y el Papagayo.

Cruzarían el cañón del Zopilote

Y todos los recodos del camino

De viejas ilusiones y de magias.

 

Aprendiendo a aceptar el dolor

De no mirar aquellos, mis paisajes;

Estos otros paisajes,

A veces nebulosos

Y otras veces azules y brillantes,

Se han transformado en míos.

Sus campos de maíz cantan al viento

Con la voz inconfundible de mis cañas.

Tienen sabor de azúcar mexicana.

Los nombres de estos pueblos de Alemania,

Se han vuelto Tilzapotla y Chinameca,

Tepoztlan, Tequesquitengo y Alpuyeca.

Las mismas piedras del castillo en Homburg

En el monte que está frente a mi casa,

Donde se ven los Alpes en días claros,

Vienen de Xochicalco,

En donde siempre hay águilas.

Desde donde se ven

Como patenas deslumbrantes

Las lagunas de Coatetelco y del Rodeo.

 

Amo la niebla

Y este frío que no cala y que no ahuyenta.

Este frío que es de nieve maracuyá,

De limón y guanábana.

Frío que quita la sed.

Amo la generosa hospitalidad de este pueblo entrañable.

Con el que rezo y río.

Cuyos paisajes cruzo en mi vieja bicicleta

Adivinando detrás de cada nube;

Detrás de cada curva,

Los perfiles del Popo,

Las montañas de Taxco

Y las primeras cimas de Acapulco.

Amo imaginar que mis juguetes alemanes,

Están hechos con hojalata mexicana.

Que los soldados alemanes de mi infancia,

Son los del himno amado de mil héroes

De mi Chapultepec inconquistable.

 

Agradezco el milagro generoso

De esta libertad en el destierro.

Y la mano del amigo que se tiende a través del océano,

Con caridad que alivia y que sostiene.

La comida alemana

Que se mezcla gustosa

Con algunos chiles de árbol

Enviados por mi hermana,

O con las rajas en vinagre

Que vienen desde México.

Acepto que mis lágrimas

Este llanto que moja mis palabras,

Me trae brisas de casa,

Recuerdos tan amados

Risas, juegos, anécdotas.

Rechinar de columpios

Vértigo de baleros

Esperanzas en águilas o soles.

 

La Providencia de mi Dios tan pantera

Que le gusta vestirse de charro…

En este otoño niño que apenas balbucea,

Avisando las próximas nevadas,

Juegan alegres mis hijos.

El murmullo del viento trae sus voces.

El murmullo del viento trae sus risas.

El murmullo del viento trae sus besos.

Las campanas de la iglesia de este pueblo,

Suenan a Tepeyac y a Churubusco.

Del mismo bronce de nuestra raza indómita.

De nuestra raza de migrantes invencibles.

De nuestra raza de los desterrados.

De nuestra raza peregrina de injusticias.

Vencedores de mares y de ríos.

Amo la niebla que en este amanecer,

Juguetea por los bosques cercanos.

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