Una gran novela debe unir puntos y claves que va dejando el autor página tras página, de tal manera que el lector consiga llegar al centro de la obra, y así lograr el arte, el asombro. Esto se conjuga con una prosa limpia y una estética especifica que resultará en la singularidad del escritor.
En ese sentido, es difícil encontrar en una novela (de ahí las grandes obras y la diferencia entre los buenos y grandísimos escritores) la conjunción ideal entre talento e imaginación, experiencia y oficio, etcétera.
Sin embargo, como lectores –y porque sabemos que las grandes novelas están ahí, en alguna parte- tenemos esa curiosidad por descubrir nuevos autores; libros que descifren el fondo de la cotidianeidad, de las situaciones internas o externas con las que nos topamos día a día. Obras que nos presenten el deseo encarnado –en personajes-, esa necesidad que late dentro de nosotros por ser o vivir de ciertas maneras y que se quedan únicamente en la imaginación, porque bien pensando, en la realidad, resultan imposibles.
Así, en esa búsqueda de la gran novela descubrí a Cees Nooteboom (poeta, novelista, ensayista y traductor holandés) y su obra El caballero ha muerto.
Una novela que resulta precisamente de la crítica –mordaz- que un autor (el narrador) hace de otro -¿de sí mismo?- con fines de obtener una mayor calidad en la obra, de apoderarse de un estilo, de escribir un buen libro.
En El caballero ha muerto se cuenta la historia del escritor André Steenkamp, el escritor muerto que ha dejado una obra inconclusa, y que el otro escritor (el narrador) ayudará a terminarla, tomando de referencia las notas que ha dejado el novelista, por ese compromiso intangible que nace con la amistad.
Steenkamp se ha ido a una isla mediterránea con el objetivo de escribir, encontrar ese espacio para componer su obra. Sin embargo, en esa isla se encuentra con un grupo de “expatriados bohemios y excéntricos” y una mujer, Clara, de la que hace una musa o necesidad o una suerte de elemento doloroso que le sirve para continuar con su miserable vida errante: la distracción.
En la novela hay locura, obsesiones, trastornos, misterios, muertes; personajes ambulantes, nómadas, que van dejándose al transcurso de los días –su neblina- y de las palabras y de los hechos.
El ambiente es mágico, de hechizos, de visiones que a Steenkamp (y a los otros) no lo dejan satisfecho, porque está en ese camino por encontrarse, porque está en esa etapa donde lidiar con los actos resulta complicado.
Es una novela que advierte la ineficacia del ser humano cuando se encuentra perdido, abrumado por las circunstancias, cuando el bloqueo mental se convierte en una pastosidad que tropieza los pensamientos: esa pesadez que anuncia la muerte.
Todas estas emociones (sutiles, que se van desarrollando naturalmente), Nooteboom, las expresa con una maestría que se agradece, porque solo de la manera que ha escrito y entrelazado la historia de esta novela, es que podemos estar en contacto con una gran obra.
El caballero ha muerto es una novela que no deben faltar en nuestra biblioteca.
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