En el Paquete Económico 2019 se hacen una serie de reducciones al presupuesto de diversas secretarías. Sin embargo, tal disminución, golpea directamente a sectores que me parecen muy relevantes: la ciencia, tecnología y cultura.
Si bien a la cultura en México se le considera un elemento clave en la sociedad, no se logra dimensionar su importancia, porque pocas veces tenemos la experiencia de la cultura; es decir, hacerla vivible.
Entendemos la cultura desde cierta lejanía, con una suerte de escepticismo, que nos crea una distancia con respecto a su carácter fundacional: nos encontramos más cerca de pensarla como un acto más de espectáculo, y no como una serie de singularidades que, entrelazadas a cierta profundidad, en medio del caos, se vuelven excepciones, pulmones que sirven para que unos cuantos respiren, los muy pocos que por siempre se han interesado en las expresiones artísticas.
La cultura no es ni será masiva —porque no da resultados a corto plazo y su luminosidad se presenta a través de los destellos (una vez digerida) que por sí mismos son actos, maneras de pensar o hechos que van ocurriendo durante nuestra vida y que nos van alimentado hasta modificarnos, llegar a ser otros— es cierto; sin embargo, los gobiernos, y específicamente el encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sí debería ser consciente de la trascendencia de tener una cultura robusta, definiendo los elementos que la componen —que llegue a más y más personas para volverla un acontecimiento social—. Y sí, hay que señalar los puntos que conforman eso que llamamos “cultura”, pero sobre todo, puntualizar el sentido favorable que ésta tiene con relación a los valores que quieren recuperarse, y el grado de entendimiento al que pretende que lleguen sus gobernados.
Por ejemplo, una posible Constitución moral jamás será entendida si no se tienen claros los conceptos culturales, humanos, que la fundarán. Basta leer la Cartilla moral de Alfonso Reyes para darse cuenta de la complejidad, el esfuerzo y exigencia que se requiere para entenderla desde lo más profundo. Si se lee superficialmente, caeremos muy rápido en la trampa de creer que los puntos a mejorar son ley y mandamientos.
En este sentido, reducir 7.6% el presupuesto a la cultura (con respecto al correspondiente a 2018) es una contradicción a las ideas expresadas en campaña por el presidente de la república.
Otro aspecto que impacta directamente a todos los mexicanos es la disminución en el presupuesto a la ciencia y tecnología (12.8%), me refiero específicamente al CONACyT.
Este punto, acaso, para el grueso poblacional es de mayor relevancia, ¿por qué? Desde hace unos años estamos viviendo un cambio de época (formas de comunicarnos, de interactuar con la sociedad y las cosas, de avances tecnológicos que modifican nuestra vida, etcétera) que muchos han bautizado como la Cuarta revolución industrial.
Revolución que viene a sacudirnos en muchos aspectos de vida y sociales. Entre ellos el que tiene que ver con el trabajo. El internet de las cosas, la inteligencia artificial, las criptomonedas o la famosa cadena de bloques llamada blockchain y que se alimenta de datos, datos, datos, son solo algunos cambios que provocarán la pérdida de miles, quizá, millones de empleos, en aquellos países que no se preparen para tal transformación (quizá la verdadera y única).
La automatización que acompaña a esta cuarta revolución industrial será determinante en lo que corresponde a puestos de trabajo. Se espera que para 2030, 1.6 millones de empleos se perderán por la automatización. Ya desde hace un par de años se anunciaba la pérdida masiva de empleos en áreas administrativas, que hoy estamos viviendo.
Empleos en atención al cliente o reclutamiento en el área de recursos humanos serán sustituidos por softwares, en el corto plazo. En lo que respecta al empleo en servicios financieros también impactará, y en el sector de la manufactura ni se diga: podrían perderse más de 2 millones de puestos de trabajo en los próximos 10 años.
Es preocupante la reducción del presupuesto destinado para la ciencia y tecnología, más cuando en el mundo están invirtiendo en desarrollo tecnológico, investigación científica, en educar y preparar a sus jóvenes para el futuro.
Se habla mucho de la creación de empleos. Habrá empleos en la construcción de carreteras o en proyectos como el Tren Maya, y está bien pensar en el presente, pero no se está tomando en cuenta los empleos del futuro: el Foro Económico Mundial de 2016 anunciaba que el 65% de los niños que comienzan a estudiar la primaria desempeñarán trabajos que hoy no existen.
En el mediano plazo, se van a requerir miles de científicos de datos, expertos en inteligencia artificial, por ejemplo. Si no tenemos una buena base de investigación en ese sentido, si no educamos con miras a los próximos años, si no invertimos en desarrollo tecnológico, el país se rezagará.
Este retroceso, en términos prácticos, se traduce en mayor desempleo, atraso como país en muchas áreas que evitarán la inversión extranjera y la creación de nuevas empresas. Ni hablar del aspecto social: la distancia entre pobres y ricos será mayor.
Tampoco hay que olvidar el empleo técnico especializado. En México tenemos dos visiones laborales (el gobierno actual, parece entenderlo también de este modo): el trabajo no especializado, la mano de obra, y el trabajo calificado (carrera universitaria, maestría y doctorado); sin embargo, hay un grupo poblacional que no están ni en uno u otro lado de este ejemplo, sino en medio, en esa búsqueda de acomodo.
Las circunstancias por las cuales alguna persona no puede aspirar a una gran educación —en el sentido de formación académica— son muchas, pero no por ello deben ser desechadas, por el contrario, en una sociedad humana como la que pretende Andrés Manuel López Obrador, deberían tomarse en cuenta.
Crear mejores opciones de educación técnica que tenga como prioridad las nuevas tecnologías (la cuarta revolución industrial necesitará trabajadores técnicos especializados). Volver atractiva esta formación educativa disminuirá el desempleo.
Si continúa ese vacío laboral en este país, veremos consecuencias graves: miles de personas sin trabajo, miles de trabajadores informales, no calificados, contra miles de trabajadores calificados que no ocuparán puestos de trabajo que vayan acorde a sus aptitudes, a su formación académica, porque no habrá suficientes para todos, y esto ocasionará que tomen un empleo de corte técnico que no estimulará su desarrollo profesional ni económico (esto ya sucede, sin embargo, imagínelo de forma masiva).
No se ve claro el rumbo de México con estas señales que deja, en estos sectores, el Paquete Económico de 2019. No se ve para nada esperanzador.
Ojalá que el presidente Andrés Manuel López Obrador vea la peligrosidad de tales disminuciones, porque en el futuro de México también va la realidad de cada persona, y si no se generan las condiciones para llegar a ese futuro de buena manera, nos estará condenando al mal vivir, al fracaso, incluidos sus seguidores, sus votantes, a los que él agrupa y bautiza como “pueblo”.
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