Las malas lenguas

¿Por qué es importante saber escribir, saber hablar?

25 de mayo, 2018

¿Por qué es importante saber escribir, saber hablar? ¿Por qué debería importarnos poner atención a las palabras, sus significados?

Del libro Las malas lenguas de Juan Domingo Argüelles recojo la siguiente cita del Padre Ángel María Garibay: “Hablar limpio es pensar seguro”.

Y escribir limpio es comunicarse de una mejor manera. No olvidemos que más allá, incluso de nosotros, está el idioma. Pervertir las palabras; es decir, cambiar su significado a lo que nos “suena” más “lógico”, o peor, repetirlas sin darnos cuenta de si están bien dichas o no, logra no solo una mala comunicación (o tropezada) sino la continuación y establecimiento de la errata.

¿Cuál es el peligro que corremos en este sentido? Que, en determinado momento, lo verdadero se ponga en duda (como está sucediendo en muchas áreas del conocimiento en el mundo) al grado de creerlo falso.

No olvidemos: ignorar es confiar.

Acaso nuestra primera responsabilidad como individuos –y después como seres sociales- es cuidar el idioma: aprender a utilizarlo de mejor manera nos ayudará a crear mejores estructuras de pensamiento, una mayor interacción con nuestras ideas y la de los demás.

Así lo dijo el filósofo Friedrich Engels: “Lo que no se sabe expresar es que no se sabe”.

Vuelvo a Las malas lenguas: “Se necesita leer muy bien, y buenos libros, para saber distinguir, en sus contextos, las diferencias que hay entre las expresiones”, nos dice Domingo Argüelles, un autor que ha expuesto los errores más comunes que circulan en “libros, periódicos, revistas e internet”. También toma en cuenta los efectos negativos que, lo políticamente correcto, ha causado en el idioma.

-Sí, leer, siempre-.

En este libro de casi 600 páginas el autor “repasa redundancias, los errores de conjugación, la mala pronunciación, la falta de concordancia y otros deslices que cometemos tanto hablantes cultos como los de menor escolarización”. De igual forma, hace una crítica a las “instituciones encargadas de normar la lengua que resultan retrógradas y poco competentes”.

Sí, no se trata de ser policías o nazis del lenguaje, sino de ser conscientes de la importancia que éste tiene, de su razón de ser.

Ya lo dice en el poema “La casa de tu alma” el poeta, escritor y hablante de legua maya Jorge Cocom Pech:

“Tu idioma es la casa de tu alma

Ahí viven tus padres y tus abuelos.

En esa casa milenaria,

Hogar de tus recuerdos,

Permanece tu palabra (…)”.

Las palabras nos forman. Las palabras son sentidos. Las palabras nos dan un lugar en el mundo.

Nombrar es existir, y quizá, nombrar mal, decirlo mal, tergiversar las palabras, consiga deformarnos, al punto, de ser incapaces de reconocernos.

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