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Esa visión insondable

Hay un miedo en los significados, porque nos desvelan ciertas profundidades que modifican nuestra manera de entender...

16 de junio, 2017

Hay un miedo en los significados, porque nos desvelan ciertas profundidades que modifican nuestra manera de entender el mundo. Antes de una verdad existe una apreciación y una experiencia, el entendimiento viene después y éste modifica, transforma.

En mí hay un terror profundísimo que tiene que ver con la muerte. No en el morir, no en el pequeño detalle de dejar de ser en este mundo, sino el después que intuyo como una eternidad o una nadería: ambas terribles por lo que dejan entrever, en cuyo caso son insondables para el entendimiento humano.

“Lo supremamente sublime no puede existir sin enigma” escribió el historiador Michel Bockemühl, y pienso en ese después que es enigma y que de tanto se expande en una suerte de sustancia que va devorándolo todo, en esa negrura que llamamos nada, pero que en sí misma está viva y es un campo fértil, desconocido.

Pienso en la muerte y lo primero que ocurre es un estatismo significativo, que se vuelve cada vez menos racional. Algo comienza a ocurrir, una especie de querer entender, de encontrar referencias a esa expansión instantánea, el vacío, ese final que es comienzo o quietud o todo.

Ahí, no hay pensamiento o éste se funde con el otro lado, ese más allá que siempre está más lejos de lo que se cree; y entonces las sensaciones y un latir y un impulso a comprender aquello que se desvanece porque el cerebro se ha fugado, no hay conexiones, solo un miedo y el miedo no es sino la reacción a lo desconocido, a lo que somos incapaces de entender.

Sigo, y ya hay unos círculos dentro de otros círculos que encierran otros más, y me veo pasar de uno a uno hasta agotarse el último de ellos y después en la distancia, el primer círculo, el que lo encierra todo pero no es sino un círculo en medio de la nada.

Sin embargo, su forma me da la perspectiva, su ubicación, y me doy cuenta de que afuera de ese inmenso círculo que llamamos todo, tampoco hay nada -alguien pensará: “te mueres y ya”, pero hay tanta facilidad en esta respuesta, tanto desprendimiento, tanto sin ver.

Es ir de mentira en mentira, de una eternidad que no resulta sino en un pasar de un círculo a otro, como para no aburrirnos, como para que esta existencia no pese tanto, pero al final de cuentas es la misma mentira repitiéndose, de tal manera que de tanto nos creemos la falacia de lo eterno.

Pero lo que percibimos eterno no es más que ir dando pequeños saltos hasta salir del último círculo donde conseguiremos una quietud que está condenada a generar un propio impulso creador; y entonces nos destinamos a repetirnos para volver a ser lo que tengamos que ser, así, infinitamente, así, por siempre, así, sin salida, sin esperanza.

“Jai Singh sabe que la sed que se sacia con el agua volverá a atormentarlo, Jai Singh sabe que solamente siendo el agua dejará de tener sed” escribió Julio Cortázar en “Prosa del observatorio”; y yo sé que sólo siendo la nada dejaré de tener este miedo y las interrogantes y esta vibración sensorial que desata eso llamado alma cuando se asoma al todo.

Pero vaya recurso: ser la nada para entender algo que en su momento ya no tendrá importancia porque no sabremos ni una sola cosa.

Soy pequeñísimo para entender, por eso el miedo a no lograr pensar correctamente cuando esa visión insondable se amplía y genera la convulsión de emociones que en sí mismas son una advertencia de los peligros de ir más allá.

Lo mío es masoquismo o ingenuidad o tontería porque a final de cuentas ni dentro de este mundo ni afuera de éste hay respuestas: el significado de la “muerte” tal vez no sea sino la experiencia plena del todo, de esa totalidad llamada infinito, o quizá ni eso.

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